que convirtió a millones a la doctrina
católica
por Joseph Pearce
Religión en
libertad, 07 abril 2024
No es frecuente
que la publicación de un solo libro pueda cambiar la percepción de millones de
personas en todo el mundo. Lo pequeño es hermoso, de Ernst Friedrich Schumacher
(1911-1977), fue uno de ellos. Subtitulado "un estudio de la economía como
si la gente importara", Lo pequeño es hermoso se publicó en 1973 con una
acogida inmediata y se convirtió en un bestseller internacional.
En el momento de
su publicación, Schumacher ya era conocido como economista, periodista y
empresario. Fue Consejero Económico de la Junta Nacional del Carbón del Reino
Unido de 1950 a 1970 y también fue el creador del concepto de desarrollo
sostenible para los países en desarrollo. Lo que no se sabía, y aún se
desconoce en gran medida, es que su radical perspectiva económica y política
estaba enraizada en la doctrina social de la Iglesia católica, enunciada por el
Papa León XIII y el Papa Pío XI, y reiterada en el Catecismo de la Iglesia
católica.
Nacido en Alemania
en 1911, Schumacher estaba destinado a convertirse en uno de los economistas
más influyentes y controvertidos del siglo XX. Abandonó su país natal
disgustado por las políticas del Tercer Reich de Hitler y se instaló en
Inglaterra, donde se hizo marxista y ateo. En los años 50 rompió con el dogma
marxista (y capitalista) cuando empezó a darse cuenta de que la economía no era
una ciencia autónoma, sino un derivado de la filosofía o los conceptos
religiosos de la cultura en la que operaba.
El modus operandi
de cualquier economía -y la forma en que el modus operandi se estudiaba,
interpretaba y juzgaba- se derivaba de los fundamentos religiosos y filosóficos
de la cultura en la que operaba y dependía de ellos. Si la religión o la
filosofía dominante de una cultura cambiaban, también lo haría el modus
operandi económico. Este descubrimiento influyó tan profundamente en Schumacher
que podría considerarse una conversión casi religiosa.
Durante su primer
viaje a la India, en 1960, se sintió inspirado para defender la causa de la
Tecnología Intermedia o Apropiada, que abogaba por la aplicación de tecnología
a escala humana a nivel local diseñada para ayudar a las comunidades locales a
alcanzar la autosuficiencia sostenible. Este enfoque a pequeña escala de la
economía ponía en tela de juicio toda la ética de la macroeconomía, que seguía
concentrando el capital de inversión en el desarrollo de tecnología a gran
escala en las zonas urbanas, cuyo efecto era el empobrecimiento de las zonas
rurales, provocando la migración masiva de las comunidades rurales a viviendas
precarias improvisadas en las florecientes aglomeraciones urbanas.
Schumacher se
sorprendió cuando un amigo le sugirió que varias encíclicas papales habían
abordado las mismas cuestiones económicas que ahora le preocupaban. Al
principio se mostró escéptico ante la posibilidad de que los Papas "en su
torre de marfil" tuvieran algo que enseñarle en el ámbito de la economía,
pero leyó la Rerum Novarum (1891) de León XIII y la Quadragesimo Anno (1931) de
Pío XI y se quedó asombrado por el enfoque que ofrecía la doctrina social de la
Iglesia.
Sin embargo, fue
la promulgación de otra encíclica papal, la Humanae Vitae (1968) del Papa Pablo
VI, la que tendría un impacto más inmediato en su vida. Esta encíclica impulsó
a su esposa y a una de sus hijas a buscar instrucción en la fe católica. El
mensaje que transmitía la Humanae Vitae, escribió la hija de Schumacher,
"era una afirmación y un apoyo al matrimonio, a las mujeres... que se
habían entregado por entero a sus matrimonios y que sentían agudamente la
presión del mundo exterior que gritaba cada vez más fuerte que las relaciones
monógamas y hogareñas eran opresivas para las mujeres e impedía que se
'realizaran'".
Aunque, en aquel
momento, Schumacher no se sentía capaz de seguir a su mujer y a su hija en la
Iglesia, coincidía con su opinión sobre la encíclica. "Si el Papa hubiera
escrito otra cosa", le dijo a un amigo, "habría perdido toda fe en el
papado".
En 1971,
Schumacher ingresó finalmente en la Iglesia católica, decisión que supuso la
culminación y consumación final de su larga búsqueda espiritual. Dos años más
tarde se publicó su bestseller mundial Lo pequeño es hermoso, una obra tan
popular como profunda que casi por sí sola redefinió la percepción pública de
la economía y su impacto en la sociedad humana y el medio ambiente.
Casi de la noche a
la mañana, Schumacher se hizo famoso en todo el mundo. Idolatrado como gurú
tanto por la contracultura californiana como por una nueva generación de
eco-guerreros, fue reconocido simultáneamente en la Lista de Honores de la
Reina y se le concedió el título de Comendador de la Orden del Imperio Británico
en 1974. Pasó los últimos años de su vida disfrutando de la gloria reflejada en
su libro superventas, con la certeza de haber cambiado radicalmente la
perspectiva de millones de personas. En 1977, sus puntos de vista se habían
hecho tan populares que el presidente Carter no solo le invitó a dar una charla
de media hora en la Casa Blanca, sino que también quiso fotografiarse con un
ejemplar de Lo pequeño es hermoso.
Schumacher murió
el 4 de septiembre de 1977, a la relativamente joven edad de sesenta y seis
años. Poco después de su muerte, The Times publicó un homenaje de Barbara Ward,
cuyo libro La morada del hombre, publicado el año anterior y escrito para la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Asentamientos Humanos, celebrada
en Vancouver en 1976, era una reiteración de los principios que Schumacher
tanto apreciaba. "Cualquiera que haya tenido la suerte de conocer a Fritz
Schumacher", escribió, "lamentará sobre todo la pérdida de un amigo
que combinaba una inteligencia innovadora y un rigor mental extraordinarios con
la mayor gentileza y humor. Pero lo que el mundo ha perdido es mucho más
importante".
Ward hizo un
recuento de los logros de Schumacher, haciendo especial hincapié en su labor
pionera en el campo de la tecnología intermedia y el desarrollo sostenible,
antes de concluir con elegíaco entusiasmo: "A muy pocas personas les es
dado empezar a cambiar, drástica y creativamente, la dirección del pensamiento
humano. El Dr. Schumacher pertenece a esta minoría intensamente creativa y su
muerte es una pérdida incalculable para toda la comunidad internacional".
El 30 de noviembre
se celebró una misa de réquiem por Schumacher en la catedral de Westminster. Al
día siguiente, The Times describió a Schumacher como un "pionero del
pensamiento postcapitalista y postcomunista", dedicando su editorial a su
memoria: "Nunca han faltado profetas y predicadores que afirmen que la
humanidad avanza en la dirección equivocada, que la búsqueda de la riqueza no
trae necesariamente la felicidad, que es necesaria una renovación de la
percepción moral y espiritual si se quiere evitar el desastre. De vez en
cuando, uno de estos profetas suscita una reacción que dice tanto de la época
en que vive como del mensaje que trae. El Dr. Fritz Schumacher... era uno de
ellos".
Su conversión al
catolicismo parece haberse perdido en medio de los elogios. Quizá se pasó por
alto, se olvidó o simplemente se consideró irrelevante; o quizá fue algo que
sus millones de admiradores no cristianos pensaron que era mejor mantener en
secreto. Sin embargo, lo cierto es que Schumacher consideraba su conversión de
suma importancia. Así lo demuestra el hecho de que considerara su obra
espiritual, Una guía para los perplejos, como su logro más importante.
Resulta irónico
que el moderno movimiento ecologista o "verde" derive su
Weltanschauung [visión del mundo] no de ninguna filosofía New Age o
"espiritualidad" neopagana, sino de la pericia y sabiduría de un
economista de fama mundial que encontró inspiración en la doctrina social de la
Iglesia.
Schumacher
consiguió popularizar la doctrina social católica de un modo que superó con
creces el limitado éxito de Hilaire Belloc y G.K. Chesterton cuando hicieron lo
mismo cincuenta años antes. Su legado duradero es ilustrar que la "subsidiariedad"
y la "solidaridad", la esencia de la doctrina social de la Iglesia
enseñada por sucesivos Papas y definida en el Catecismo de la Iglesia católica,
tiene un atractivo popular mundial. Es, por tanto, desconcertante que la doctrina
social católica se considere a veces el secreto mejor guardado de la Iglesia y
que algunos, incluso dentro de la Iglesia, piensen que "es mejor guardar
el secreto".