Por Oberdan Rocamora
Para Jorge Asís Digital
Cobos consolida el bipartidismo conceptual. Instrumento recíprocamente compensador. Con vigor readaptable, reversiblemente consensual.
A partir de sus fuertes convicciones, Cobos demuestra, metodológicamente, que pueden mantenerse dobles deslealtades.
En principio, que se puede ser desleal con los radicales balcanizados. Desairarlos, para refugiarse, en la secuencia, con la concertada modernidad kirchnerista, del peronismo que se extingue.
La deslealtad iniciática, fundacional, contuvo el propósito, altamente meritorio, de estampar la categoría cultural de ”Radicales Kash”.
Después, Cobos demuestra, empíricamente, que a pesar de aquella deslealtad primaria, es probable intentar el regreso al seno materno. Acaso, hacia el regazo matrimonial. Para ser también desleal con los peronistas, quienes pecaminosamente se lo llevaron.
Por su centenaria sabiduría, el radicalismo funciona, aquí, como una esposa respetable, transitoriamente abandonada. Inquietantemente comprensiva.
Por lo tanto, a Cobos, el radicalismo tiene que aceptarlo.
Por los chicos.
En esta historia caricatural, el peronismo kirchnerista funciona como una amante.
El peronismo a Cobos le proporcionó placer. Le consolidó el crecimiento.
A través de la flamante exhibición de deslealtad, la amante se queda merecidamente despechada. Porque el Sujeto en disputa, Cobos, vuelve al hogar.
Son las severas ingratitudes que generan las relaciones triangulares. De las que suelen alimentarse los brujos, y los psicoanalistas. En ese orden.
Al volver con los radicales, a los que nunca debió abandonar, Cobos produce el paradójico fortalecimiento partidario.
Unifica los pedazos desparramados de la ética partidaria. Es el premio por mantener las convicciones democráticas. Permiten que la Yugoeslavia radical se recomponga.
Por la peripecia ejemplar de Cobos, puede constatarse, académicamente, que la sociedad argentina se encuentra capacitada para convivir con la desaparición del concepto de lealtad. Antigualla superada en el mismo siglo veinte.
Decir entonces que la sociedad acepta, culturalmente, la vigencia de la traición, constituye un abuso del lenguaje. Traición, como palabra, contiene mala aspectación. Debe ser eliminada del vocabulario.
Perversidad del Perdón
“Si los Kirchner vuelven a mostrarse con Cobos al lado, terminan pronto con él”, nos confirma una Garganta.
Para exterminar a Cobos, el secreto consiste en exhibirlo. Junto a los Kirchner, reconciliados en el Salón Blanco.
De acuerdo a la teoría, el crecimiento consolidado de Cobos puede interrumpirse por los efectos del recurso sustancial, cuya aplicación se estudia. El perverso perdón, trasgresión espiritual de los Kirchner. Para admitirlo, a Cobos, como consecuencia del perdón, en el círculo presidencial. Otra vez. Como si el voto “no positivo” pasara, de pronto, al olvido de la historia.
La línea de acción, por lo que sabemos, se analiza. Por lo tanto, si desde Presidencia lo convocan a Cobos, para los próximos actos, por la condición institucional de vicepresidente, el Sujeto tiene que asistir. Para ser recibido con calculada espontaneidad. Posiblemente, hasta con aplausos.
Si Cobos, en cambio, prefiere rechazar la invitación, advertido por la escasa inocencia del presente texto, va a desairar, ingratamente, a la señora Presidente. Aparte, brindaría una señal diáfana. De encontrarse en plena faena de conspiración.
Pero si Cobos asiste, se pone en marcha, contra el Sujeto, el mecanismo de esmerilamiento. La prioridad del “objetivo derrumbe”. La encerrona de la aceptación, a través del perdón.
Es probable que La Elegida, en su discurso, hasta lo elogie.
La tesis, al trascender, comienza a entusiasmar a los sectores radicalizados de la oposición. En especial, al artificio de la Coalición Cívica. Formación principalmente afectada por el desmesurado crecimiento del vicepresidente Cobos.
Charqui
La perversidad del perdón, como técnica, es brillantemente cínica. Pero vulnerable. Presenta dos inconvenientes para llevarla a la práctica.
El primero consiste en la dificultad para aceptar semejante tajo a la egolatría.
El gobierno se encuentra moralmente devastado. Pero el desgaste aún resulta insuficiente para aplicar la metodología perversa.
Ocurre que La Elegida debe asumir la condición de portadora del mal. Aceptar que tanto su cercanía, como la de El Elegidor, proporciona negatividad. Que sus presencias hostigan eventualmente la imagen favorable del vicepresidente.
El segundo inconveniente es el fundamental. Consiste en la persistencia del rencor incontenible de Kirchner. La bronca hace que improbablemente pueda aplacarse el deseo orgánico de destruir al Sujeto, el repentino adversario. Al que Kirchner considera un traidor. Aunque, con el alivio de la negación, Cobos logró demorar prácticamente la partida de La Elegida. Que prosigue, con los documentos del gobierno en la mano, en la Sala de Embarque.
Kirchner, según nuestras fuentes, habilitó al senador Pampuro, y al senador Pichetto, para que salgan, mediáticamente, a masacrar a Cobos.
Justamente cuando, según la metodología perversa, deberían intentar lo contrario. Perdonarlo. Paz y Amor. Presentarlo compulsivamente, al lado. En los actos donde La Elegida abusa del ejercicio de la locuacidad.
Si los visitantes del Portal perciben que pronto los Kirchner lo invitan a Cobos, y que el Sujeto comparte con ellos el escenario, es porque la encerrona de referencia se puso en movimiento.
Si constatan, al contrario, que continua la virulencia, por ejemplo con el estruendo de próximas denuncias, relativas a las cincuenta propiedades que Cobos tendría irregularmente, es porque se impuso, ya hasta el final, la línea dura. La línea del rencor. Con las ganas de cortar, al Sujeto, oficialmente, en lonjas. Para cubrirlo de sal y secarlo al sol. Como si fuera -el Sujeto- charqui.
www.politicaydesarrollo.com.ar, 02-Oct-2008
Para Jorge Asís Digital
Cobos consolida el bipartidismo conceptual. Instrumento recíprocamente compensador. Con vigor readaptable, reversiblemente consensual.
A partir de sus fuertes convicciones, Cobos demuestra, metodológicamente, que pueden mantenerse dobles deslealtades.
En principio, que se puede ser desleal con los radicales balcanizados. Desairarlos, para refugiarse, en la secuencia, con la concertada modernidad kirchnerista, del peronismo que se extingue.
La deslealtad iniciática, fundacional, contuvo el propósito, altamente meritorio, de estampar la categoría cultural de ”Radicales Kash”.
Después, Cobos demuestra, empíricamente, que a pesar de aquella deslealtad primaria, es probable intentar el regreso al seno materno. Acaso, hacia el regazo matrimonial. Para ser también desleal con los peronistas, quienes pecaminosamente se lo llevaron.
Por su centenaria sabiduría, el radicalismo funciona, aquí, como una esposa respetable, transitoriamente abandonada. Inquietantemente comprensiva.
Por lo tanto, a Cobos, el radicalismo tiene que aceptarlo.
Por los chicos.
En esta historia caricatural, el peronismo kirchnerista funciona como una amante.
El peronismo a Cobos le proporcionó placer. Le consolidó el crecimiento.
A través de la flamante exhibición de deslealtad, la amante se queda merecidamente despechada. Porque el Sujeto en disputa, Cobos, vuelve al hogar.
Son las severas ingratitudes que generan las relaciones triangulares. De las que suelen alimentarse los brujos, y los psicoanalistas. En ese orden.
Al volver con los radicales, a los que nunca debió abandonar, Cobos produce el paradójico fortalecimiento partidario.
Unifica los pedazos desparramados de la ética partidaria. Es el premio por mantener las convicciones democráticas. Permiten que la Yugoeslavia radical se recomponga.
Por la peripecia ejemplar de Cobos, puede constatarse, académicamente, que la sociedad argentina se encuentra capacitada para convivir con la desaparición del concepto de lealtad. Antigualla superada en el mismo siglo veinte.
Decir entonces que la sociedad acepta, culturalmente, la vigencia de la traición, constituye un abuso del lenguaje. Traición, como palabra, contiene mala aspectación. Debe ser eliminada del vocabulario.
Perversidad del Perdón
“Si los Kirchner vuelven a mostrarse con Cobos al lado, terminan pronto con él”, nos confirma una Garganta.
Para exterminar a Cobos, el secreto consiste en exhibirlo. Junto a los Kirchner, reconciliados en el Salón Blanco.
De acuerdo a la teoría, el crecimiento consolidado de Cobos puede interrumpirse por los efectos del recurso sustancial, cuya aplicación se estudia. El perverso perdón, trasgresión espiritual de los Kirchner. Para admitirlo, a Cobos, como consecuencia del perdón, en el círculo presidencial. Otra vez. Como si el voto “no positivo” pasara, de pronto, al olvido de la historia.
La línea de acción, por lo que sabemos, se analiza. Por lo tanto, si desde Presidencia lo convocan a Cobos, para los próximos actos, por la condición institucional de vicepresidente, el Sujeto tiene que asistir. Para ser recibido con calculada espontaneidad. Posiblemente, hasta con aplausos.
Si Cobos, en cambio, prefiere rechazar la invitación, advertido por la escasa inocencia del presente texto, va a desairar, ingratamente, a la señora Presidente. Aparte, brindaría una señal diáfana. De encontrarse en plena faena de conspiración.
Pero si Cobos asiste, se pone en marcha, contra el Sujeto, el mecanismo de esmerilamiento. La prioridad del “objetivo derrumbe”. La encerrona de la aceptación, a través del perdón.
Es probable que La Elegida, en su discurso, hasta lo elogie.
La tesis, al trascender, comienza a entusiasmar a los sectores radicalizados de la oposición. En especial, al artificio de la Coalición Cívica. Formación principalmente afectada por el desmesurado crecimiento del vicepresidente Cobos.
Charqui
La perversidad del perdón, como técnica, es brillantemente cínica. Pero vulnerable. Presenta dos inconvenientes para llevarla a la práctica.
El primero consiste en la dificultad para aceptar semejante tajo a la egolatría.
El gobierno se encuentra moralmente devastado. Pero el desgaste aún resulta insuficiente para aplicar la metodología perversa.
Ocurre que La Elegida debe asumir la condición de portadora del mal. Aceptar que tanto su cercanía, como la de El Elegidor, proporciona negatividad. Que sus presencias hostigan eventualmente la imagen favorable del vicepresidente.
El segundo inconveniente es el fundamental. Consiste en la persistencia del rencor incontenible de Kirchner. La bronca hace que improbablemente pueda aplacarse el deseo orgánico de destruir al Sujeto, el repentino adversario. Al que Kirchner considera un traidor. Aunque, con el alivio de la negación, Cobos logró demorar prácticamente la partida de La Elegida. Que prosigue, con los documentos del gobierno en la mano, en la Sala de Embarque.
Kirchner, según nuestras fuentes, habilitó al senador Pampuro, y al senador Pichetto, para que salgan, mediáticamente, a masacrar a Cobos.
Justamente cuando, según la metodología perversa, deberían intentar lo contrario. Perdonarlo. Paz y Amor. Presentarlo compulsivamente, al lado. En los actos donde La Elegida abusa del ejercicio de la locuacidad.
Si los visitantes del Portal perciben que pronto los Kirchner lo invitan a Cobos, y que el Sujeto comparte con ellos el escenario, es porque la encerrona de referencia se puso en movimiento.
Si constatan, al contrario, que continua la virulencia, por ejemplo con el estruendo de próximas denuncias, relativas a las cincuenta propiedades que Cobos tendría irregularmente, es porque se impuso, ya hasta el final, la línea dura. La línea del rencor. Con las ganas de cortar, al Sujeto, oficialmente, en lonjas. Para cubrirlo de sal y secarlo al sol. Como si fuera -el Sujeto- charqui.
www.politicaydesarrollo.com.ar, 02-Oct-2008