Por Ismael Bermúdez
Más de la mitad de los dólares que ingresaron después de enero de 2002 gracias al superávit comercial, salieron del sistema doméstico y se refugiaron en cajas de seguridad, bajo el colchón o fueron al exterior. En total se fugaron U$S 65.000 millones. Además, por el pago de intereses, dividendos y utilidades, se giraron otros U$S 25.000 millones. Así, sólo una mínima parte del saldo positivo del comercio exterior de esos años pasó a engrosar las reservas del Banco Central.
Estos números se aproximan a los que se estima que acumulan los argentinos fuera del sistema. Según el INDEC, desde la crisis de 2001, cuando sumaban US$ 81.875 millones, esos activos argentinos aumentaron en casi US$ 56.000 millones ya que ahora suman US$ 137.826 millones.
El miércoles, el INDEC difundió el informe referido a la “Posición de inversión internacional” 2009 de la Argentina.
Allí se señala que a fines del año pasado “los activos externos” de los argentinos sumaban U$S 225.422 millones, compuestos de reservas en el BCRA por US$ 47.967 millones, inversiones directas –empresas o particulares– por US$ 29.445 millones y tenencias de moneda extranjera, depósitos en el exterior y bonos y acciones por US$ 148.010 millones.
Entre los especialistas existe consenso de que la fuga de capitales, al restar recursos que podrían ser utilizados para potenciar el crecimiento económico y el empleo, restringe o traba el desenvolvimiento nacional, constituye un factor de primer orden de evasión impositiva y tiene un impacto negativo en la distribución del ingreso.
Clarín, 4-7-10