Por el Dr. César Augusto Lerena
(Ex Secretario de Estado. Autor del Libro “Malvinas. Biografía de la Entrega. Pesca la moneda de cambio”).
Bajo pretexto de que el Reino Unido desconocía los reiterados reclamos de Argentina a discutir la soberanía de Malvinas; y mediante un incidente preparado, el Proceso Militar desembarcó en las Islas en 1982. Treinta años después este reclamo se mantiene; con el agravante, que Gran Bretaña ha ocupado gran parte del Territorio marítimo austral; explota en forma intensiva los recursos pesqueros; ha iniciado exploraciones petroleras y ha militarizado las Islas.
Mientras que los desembarcos de las embarcaciones pesqueras argentinas en 2011 fueron del orden de las 716 mil toneladas, un 4,58% menos que en el 2010, el Reino Unido ocupa un 73% del territorio marítimo austral; y se estima, que las licencias otorgadas por éste representan el 40% de la captura total del atlántico sudoccidental. Estos números podrían ser discutidos, porque se trata de información estratégica que nadie tiene interés en divulgar; pero llama la atención por ejemplo, “atribuible a cuestiones biológicas”, la baja captura argentina del calamar (illex) que alcanzó en el último año a sólo 74.000 toneladas, y que podría estar evidenciando una sobre-captura de esta especie, debido a la migración que realiza anualmente hacia Malvinas.
Para los Kelpers, éste es un recurso autónomo importantísimo; aunque esté reducido al cobro de un canon y no a la captura directa, que industrializada les permitiría a los 2.500 kelpers “plantados” en Malvinas- disponer de un ingreso sustentable. El cobro de regalías por la explotación del petróleo les daría una consolidación final, más difícil aún de revertir. La cuestión del petróleo ha generado una posición activa del gobierno, que no se ha dado en la pesca; y ello es bastante lógico porque las cuestiones del petróleo son de mayor relevancia respecto a las pesqueras. El petróleo es un recurso estratégico que Argentina está importando para cubrir sus necesidades energéticas, mientras que la pesca es una actividad extractiva tercerizada y cuyo producido se exporta en un 90%. La pesca, es tanto o más importante que la producción de carnes, tanto por la ocupación de mano de obra y la generación de divisas por la exportación a los mercados más exigentes del mundo; pero no es el petróleo.
Por otra parte -si bien no ha tomado estado público- si el Reino Unido solicitó compensaciones económicas por la guerra, en las negociaciones de Nueva York (1987), París (1989) y Madrid (1990) entre otras , la Argentina minimizó la importancia de la pesca y privilegió su interés de abrir la Unión Europea de pos-guerra. En los hechos, la Argentina abonó con creces los costos de la guerra: Sólo las capturas tercerizadas de los recursos pesqueros argentinos por parte de los ingleses han superado las 7,5 millones de toneladas desde 1982; y ello puede significar una extracción de entre 5.200 y 9.000 millones de dólares. Esto no era un hecho nuevo para las autoridades argentinas de turno, porque la pesca siempre ha sido utilizada como moneda de cambio para resolver cuestiones “superiores” de la Nación. Por ejemplo, el Proceso Militar, en los años 1976/7 autorizó el ingreso de más de 30 barcos congeladores rusos y polacos. Luego los japoneses donarían a Argentina el INIDEP, la Escuela Nacional de Pesca y el muelle de Puerto Deseado; pero, es bien conocida la depredación que los pesqueros asiáticos realizaron en el mar argentino; además de pescar, en muchos casos, con licencias otorgadas por Malvinas. Si el gobierno argentino hubiese cobrado un canon a esas pescas clandestinas, hubiera podido construir todos los puertos pesqueros del país, varios INIDEP y Escuelas de Pesca e innumerables buques de investigación. Otro caso patético fueron los Acuerdos Marco con la URSS y Bulgaria que la Argentina firmó durante el gobierno radical (Caputo-Jaimes) y ratificó durante el gobierno Menemista (Cavallo-Felipe Sola), con el pretexto que embarcaciones de esos países, pescaran en la Zona de Protección Militar, para reafirmar nuestra soberanía, cosa que jamás ocurrió y por el contrario, dio lugar a la depredación de nuestro mar. También el Acuerdo con la Unión Europea, promovido por Cavallo-Solá, bajo pretexto de mejorar nuestra relación con Europa y por ende con el Reino Unido; que le permitió a los buques congeladores parados en España, pescar en aguas argentinas nuestras mejores especies; pero, eso sí, asegurándose que no ocurriera lo mismo con las que llegaban a Malvinas y que eran principal el sustento de las Islas.
A esta altura, resulta fácil darse cuenta que eso se debió a una falta de políticas pesqueras; y cómo éstas influyeron negativamente respecto a Malvinas. Desde siempre la administración pesquera ha sido inexistente. Ello pudo tolerarse a inicios del 70, con el inicio abrupto de la explotación del recurso a nivel industrial, pero hoy resulta inaceptable, por los efectos negativos sobre el recurso biológico, las fuentes de trabajo y muy especialmente por sus efectos sobre la estrategia para acercarnos a Malvinas. La pesca, es una herramienta insustituible en la hipótesis de recuperación de Malvinas; a no ser, que este recurso, como en otras tantas partes del mundo se agote.
El gobierno a propósito de las exploraciones petroleras en Malvinas ha tomado algunas medidas importantes respecto a presionar sobre los intereses ingleses. Es absolutamente posible ampliarlas; aunque ello estará vinculado a la voluntad política, ya que conocemos la vieja historia de Gran Bretaña en materia de defender su comercio y los muchos intereses de ésta, tanto en nuestro país, como en países donde la Argentina debe mantener una relación política y comercial.
En este sentido, la Argentina debería asegurarse que toda práctica que se realice en el Atlántico Sudoccidental esté bajo su control; denunciar los denominados Acuerdos de Madrid, de modo de forzar a nuevas negociaciones; denunciar al Reino Unido ante la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar por la depredación o contaminación del medio marino, por las exploraciones petroleras que realiza Gran Bretaña sin acuerdo de Argentina, conforme lo establecido en la Convención del Mar; presentar en Naciones Unidas “Las Enmiendas” que en materia de “protección de los recursos naturales vivos y no vivos de los estados ribereños, deben incorporarse al texto de la CONVEMAR; iniciar las conversaciones con Uruguay para que en marco del Tratado del Río de la Plata, se instrumenten acciones destinadas a consolidar un Mercado Común Pesquero en el Atlántico Sudoccidental; declarar el Estado de Emergencia Pesquera y de Emergencia contra la Contaminación marina en el Atlántico Sur, en un todo de acuerdo en la Convención del Mar; modificar la Ley de Pesca para asegurar una explotación sustentable; establecer que toda sociedad extranjera que realice actividades con relación a Malvinas no pueda realizar actividades en el continente argentino y establecer derechos a la explotación de los recursos naturales por parte de empresas extranjeras en el Atlántico sudoccidental, entre otras medidas.
A esta altura ha quedado claro, que las políticas diplomáticas y pesqueras -a mi juicio- han contribuido a la consolidación inglesa en Malvinas. La aplicación de la fórmula del “paraguas”, congeló a la Argentina, y no le impidió al Reino Unido avanzar en forma sostenida sobre nuestro territorio. En abril de 1982 los ingleses ocupaban las Islas que tienen un territorio de sólo 11.410 Km2 y una franja de 3 millas de territorio marítimo. En 1986 ya habían ocupado un territorio marítimo equivalente a “23 Malvinas”; en 1991 eran unos 211.000 Km2 y ahora ocupan 1.650.000 Km2. La explotación de la plataforma continental, la instauración de una ZEE alrededor de las Islas aplicando la fórmula de la CONVEMAR y el sostenimiento de derechos sobre la Antártida equivalen a unos 4.000.000 Km2. Y este avance fue facilitado por las decisiones argentinas respecto al control del área; la aprobación de la Ley de Líneas de Base (1991); la ratificación de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (1995); el Acuerdo de investigación conjunta argentino-británico; el vulgarmente conocido como “del gallinero”; el programa de charteo del calamar, todas decisiones equivocadas llevados adelante por Cavallo-Felipe Solá; la tolerancia de que buques españoles o de otras nacionalidades pesquen bajo licencia inglesa en el área de Malvinas, etc.
No parece que en las mismas condiciones y con la misma metodología, llevada por los distintos gobiernos argentinos sin éxito, se pueda obtener un resultado diferente. Sería como romper en la política con la teoría del rigor científico aplicada por el físico alemán Albert Einstein.
9-4-12