El narcokirchnerismo
como capítulo del narcopopulismo latinoamericano
Rafael Micheletti
El kirchnerismo no es
la causa única del crecimiento del narcotráfico en Argentina. Hay todo un
sistema de corrupción que viene de mucho antes y que brinda amplios espacios de
impunidad. Sin embargo, parece que debemos afrontar la realidad de que las más
altas esferas del narcotráfico mundial están vinculadas, no sólo con nuestro
país, sino directamente con nuestro gobierno. Esto es lo que podría esclarecer
la reciente detención por fuerzas mexicanas y estadounidenses del “Chapo”
Guzmán, el principal narcotraficante del planeta y Jefe del peligroso Cártel de
Sinaloa de México.
El primer hecho
estremecedor y resonante del repentino tránsito de la Argentina hacia el
infierno del mundo del narcotráfico ocurrió en Agosto de 2008, y fue el llamado
“Triple Crimen” de General Rodríguez. Las investigaciones del suceso revelaron
que empresarios vinculados al tráfico de efedrina (precursora de drogas
sintéticas) habían sido grandes aportantes a la campaña presidencial de 2007 de
Cristina Fernández. En 2008, un informe de la embajada de Estados Unidos afirmó
sus sospechas de que el dinero para la campaña de Cristina hubiera provenido de
las FARC de Colombia por gestión de Hugo Chávez (el ingreso de la valija de
Guido Antonini Wilson estaría en esa línea), así como de dos cárteles
mexicanos, incluyendo el de Sinaloa.
El ex corresponsal
del Washington Post, Douglas Farrah, publicó en 2013 una investigación (en
sintonía con revelaciones del periodismo mexicano) donde explicaba que el
cártel de Sinaloa de México contribuyó a la campaña electoral de Cristina
Kirchner en 2007 a través de la industria farmacéutica argentina. En un
artículo de Noviembre de 2013 para es.insightcrime.org, Natalie Southwick
expresó que “Argentina es ahora una fuente de precursores químicos para los
cárteles mexicanos.” De acuerdo con un reporte que la Secretaría de la Defensa Nacional
de México entregó en Octubre de 2010 a la Legislatura , a partir
de 2007 los cárteles mexicanos se trasladaron a la Argentina para la
producción de efedrina.
En 2008, cuando
ocurrió el Triple Crimen, había quedado definitivamente sellada la alianza
política e ideológica del kirchnerismo con Hugo Chávez, quien en ese mismo año
expresó públicamente, contra viento y marea, que las FARC “no son terroristas”.
Posteriormente, con el asesinato de Raúl Reyes (hombre fuerte de las FARC) por
parte del ejército colombiano en territorio ecuatoriano (otro “paraíso”
populista), quedó definitivamente acreditada la fuerte sospecha de una firme
asociación financiera y política entre guerrilla, narcotráfico y populismo. Un huido ex magistrado venezolano, Eladio
Aponte, llegó a revelar que en Venezuela se había montado un “narcotráfico de
Estado”, dirigido por “narcogenerales” y tutelado por el propio Hugo Chávez
(abc.es).
A partir de 2007, el
gobierno argentino no hizo más que todo lo necesario para que el narcotráfico
se consolidara y creciera vertiginosamente en el país. Durante años se negó
inexplicablemente a reglamentar la ley de precursores químicos sancionada en
2005, lo que hubiera podido desalentar drásticamente la llegada de los
cárteles. Nunca quiso radarizar el espacio aéreo, incluso a pesar de la presión
ejercida en ese sentido por Estados Unidos. Tampoco hizo nada para evitar el
libre tránsito de narcos colombianos y mexicanos por el territorio del país
(advertido desde un principio por la embajada norteamericana), así como para
restringir sus inversiones en nuestras tierras y nuestra economía. Por el
contrario, sacó una serie de moratorias o “blanqueos de capitales”,
ordenándoles a los bancos no reportar sospechas de lavado.
Asimismo, el gobierno
argentino desmanteló la
Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico
(Sedronar), transformándola en una mera agencia de asistencia para las
adicciones y pasándole sus funciones a la Secretaría de Seguridad, en manos del
ultrakirchnerista Sergio Berni. Un
informe de Mayo de 2013 de la Auditoría General de la Nación (uno de los escasos
órganos de control estatales independientes) advirtió sobre el libre tránsito
de la droga por el país. Según un reporte de la Organización de
Naciones Unidas (ONU) de Junio de 2013, la Argentina ya era en aquel entonces el tercer
exportador de cocaína del mundo.
¿Acaso en 2007, a
través de la intermediación del chavismo, el gobierno argentino selló un
acuerdo, entre otros actores, con el cártel de Sinaloa, por el cual se aceptó
financiamiento político a cambio de impunidad y protección para sus negocios e
inversiones en la Argentina ?
¿Se transformó deliberadamente a la Argentina en proveedora de precursores químicos
para los cárteles mexicanos y colombianos? ¿Fue éste el puntapié inicial de un
proceso de consolidación del narcotráfico en Argentina y de infiltración de
nuestras instituciones políticas? Por lo pronto, es el gobierno quien tiene
desde hace tiempo la responsabilidad de clarificar estos interrogantes. Podría
hacerlo sometiéndose a investigaciones independientes, compareciendo ante el
Congreso y habilitando conferencias de prensa serias y libres sobre la
cuestión, pero ha preferido el silencio.
Llamativamente, las fuentes
ideológicas usadas por el populismo posmarxista se prestan para la
relativización y hasta la justificación del uso político del narcotráfico. El
determinismo posestructuralista de Michel Foucault permite considerar a los
criminales verdaderos héroes anti-sistema, víctimas de una estructura social
opresora invisible. El populista Ernesto Laclau considera a la criminalidad una
“condición de constitución de un sujeto revolucionario”, mientras que Hebe de
Bonafini ha reivindicado a viva voz a la narco-guerrilla de las FARC y Sergio
Berni ha llegado a citar públicamente a Pablo Escobar, fundador del cártel de
Medellín, para defender la legalización irrestricta.
Numerosos analistas y
periodistas han sugerido que el capo del cártel de Sinaloa, el “Chapo” Guzmán,
residió de 2010 a 2011 en nuestro país, más precisamente en la provincia de
Córdoba, pero habría tenido que fugarse con una identidad falsa cuando se
enteró de que la DEA
(agencia estadounidense antidroga) le seguía los pasos. Según el periodista e investigador
Roberto Maturana, “hay registros de su esposa e hijastra saliendo de Argentina
en Marzo de [2010]”. Y continúa: “Coincide con la aparición de Shoklender como
asiduo visitante del Chaco a partir del 2007. Por esta época también, Joaquín
el Chapo Guzmán, decidió trasladar una parte importante de sus negocios a la Argentina y más
específicamente al feudo de Capitanich”. Claudio Izaguirre, presidente de la Asociación Antidrogas
de la República
Argentina , afirmó que el 11 de Marzo de 2011 Guzmán salió
junto con su familia desde Buenos Aires hacia México.
En Febrero de 2011
(casualmente en tiempo coincidente con el supuesto rastreo en nuestro país del
capo narco mexicano por parte de la
DEA ) la
Argentina provocó y escaló deliberada e inexplicablemente un
incidente diplomático con los Estados Unidos. Un avión militar de dicho país
había venido para entrenar a nuestras tropas especiales federales (GEOF) y fue
requisado mediáticamente por el canciller Héctor Timerman, quien determinó que
traía “material sensitivo” no declarado. Finalmente, el material incautado fue
devuelto a los Estados Unidos, pero el episodio fue usado como pretexto para
restringir notablemente la cooperación con la DEA , lo que se supone habría sido del agrado del
“Chapo” y del narcotráfico en general.
La alianza del
populismo latinoamericano con el narcotráfico internacional denota la
naturaleza antidemocrática y cínica de dicho sistema de pensamiento y de
gobierno. En el populismo, el control de la población se da fundamentalmente a
través de los ámbitos cultural y económico, tercerizándose el ejercicio de la
represión y de la fuerza bruta en bandas armadas financiadas por el gobierno.
Todo esto lleva a una fuerte necesidad de dinero para mantenerse en el poder,
que se conjuga con la carencia de escrúpulos propia de todo gobernante
autoritario. El resultado, en Latinoamérica, es esta espantosa asociación entre
populismo y narcotráfico.
Es lamentable que el
autoritarismo antirrepublicano subsista en pleno siglo XXI bajo nuevas formas.
Pero es increíble que en nombre de una supuesta ideología se pueda trabajar
para convertir a un país en satélite del narcotráfico internacional. No está de
más traer a colación la afirmación históricamente constatada de que, no es que
el fin justifique los medios, sino que los medios ilegítimos dañan el fin si es
que éste alguna vez existió verdaderamente.