Marcelo E. Lascano
Luis Alberto Romero, en esta misma sección,
se ha referido a la valoración del episodio conocido como la Batalla de la
Vuelta de Obligado. Su abordaje dejó perplejo a muchos. Intentaremos aquí
dialogar con este punto de vista.
Si a fines de 1845 lo que ocurrió fue tan
sólo una manifestación naval civil, quedan sin explicación las palabras y
actuaciones de los actores públicos del momento: la reacción de la sociedad
argentina, la de los próceres de Mayo aún vivos, más lo ola de solidaridad
mundial, romanticista o no, capturada por la prensa europea y estadounidense.
Con el artículo más reciente de Pacho O’Donnell, también publicado en esta
sección, se recuperan importantes datos omitidos por Romero. Profundizaremos
sobre la vinculación con la historia del territorio.
Como la invasión había sido planeada con
anterioridad, el mismo José de San Martín pudo opinar, desde su retiro en
Francia, sobre las dificultades de tal expedición a poco más de un mes de
iniciada, en carta a Federico Dickson, comerciante en Londres, publicada en la
prensa inglesa a comienzos de 1846. Al mismo tiempo, Vicente López y Planes
–sí, el autor de nuestra canción nacional- escribió un segundo himno para
homenajear los combates de Obligado.
Las actitudes de estos dos próceres de la
independencia deben ser mencionadas, ya que nuestra historiografía los presenta
como piezas de decorado. Una vez escrito el Himno y cruzados los Andes, los dos
históricos son guardados en el depósito de la utilería de las historiografías
cómic donde los personajes no actúan valorizando la cohesión social entonces
existente del país.
Y esa cohesión que vieron se plasmaba en las
provincias del Plata.
La conformación del territorio suele estar
ausente en nuestras historiografías, como lo notó el geógrafo Federico Daus: la
Argentina es una construcción gradual fundada en un espacio geográfico, con
antecedentes históricos, sujetos a una comunidad política. Nótese el carácter
abstracto de estas categorías, que marcan la diferencia entre el concepto de
territorio y el de paisaje, siendo este más amigo del de “comarca”, que el
federalismo logró integrar.
Los próceres de la independencia ya eran
viejos en la década de 1840, pero estaban vivos, y se manifestaron,
conscientes, más que nadie, de que lo que había comenzado en 1810 aún estaba
madurando. Tuvieron, con Rosas, la claridad de que la historia estaba dando a
la Argentina la oportunidad de consolidar uno de los pilares de su organización
estatal: su individualización en el plano internacional. La efectivización de
la soberanía consiste en dar carta de ciudadanía al territorio estatal.
Ahora bien, podría prescindirse del postulado
de que la construcción de una entidad estatal nacional sea una consigna válida.
Romero parece partir de este punto. Por nuestra parte, razonamos sobre la base
de que las construcciones estatales nacionales son una consigna válida,
vigente. El artículo de Romero parece divergir en este aspecto filosófico. Pero
se trata de otra discusión. En los debates históricos actuales debe
explicitarse el punto de partida fundante de las valoraciones.
Marcelo E. Lascano,Geógrafo – Docente de la
UBA y la UNSAM
Clarin, 8-1-