Denes Martos
La Editorial
Virtual, 13-3-2022
"El mundo está gobernado por personajes
muy diferentes a los que se imaginan
quienes no están detrás de las bambalinas." (*)
El arte de gobernar a los hombres
consiste en engañarlos.(**)
Benjamin Disraeli
La realidad y los
factores de poder.
De los cuatro
factores principales que hacen al poder político – la fuerza bruta, el
conocimiento, el dinero y el carisma – la fuerza bruta, es decir: el poderío
militar, ha sido un elemento muy importante desde que el mundo es mundo y los
seres humanos se agruparon en comunidades organizadas.
Sucede sin
embargo, que en el mundo actual, ese factor está mucho más condicionado de lo
que estuvo en el siglo anterior. Por un lado depende cada vez con mayor fuerza
del avance tecnológico que permite suplantar con drones y otras armas
teleguiadas el involucramiento directo de seres humanos, mientras que, por el
otro lado, se apoya, – también con cada vez mayor intensidad – sobre pilares
económicos y comunicacionales. De este modo, el comercio y las finanzas (o sea:
el dinero) junto con los satélites, internet
y los medios masivos de difusión (o sea las fuentes de información o
conocimiento) han acotado en una medida no menor la efectividad de lo militar
como expresión política de la fuerza bruta tradicional.
En este panorama –
pintado así en trazos muy gruesos y
referenciando al mundo que conoció el Siglo XX – se desprende una conclusión que todos
deberían tener presente al tratar de entender lo que está sucediendo en los
distintos países en particular y en el mundo actual en general: los hechos
políticos del siglo XXI no se pueden – ni se deben – analizar con los criterios
del siglo XX.
La forma más
segura de equivocarse en la interpretación de los acontecimientos actuales es
repetir los argumentos de la época de los años 1960 a 1970 respecto del
comunismo y el capitalismo como dos caras de la misma moneda, el sionismo como
fuerza impulsora principal de la plutocracia norteamericana, la interpretación
del marxismo militante como fuerza subversiva revolucionaria de acción directa,
el peligro inminente de una confrontación nuclear como medio para dirimir la
cuestión del poder internacional y la enorme mayoría de todos los demás
elementos de análisis que utilizábamos por aquella época, hace ya por lo menos
medio siglo atrás.
Y no es, en
absoluto, que los criterios de aquellos tiempos estuviesen equivocados.
Sirvieron en ese momento – y sirvieron muy bien – para mirar la realidad, para
ver detrás de bambalinas y, sobre todo, para comprender lo que estaba en juego.
Tampoco se trata necesariamente de deshacerse así como así de aquellas
herramientas de análisis porque muchas de ellas todavía son utilizables. Lo que
sucede es que hay que entender que, si bien el concepto como instrumento es
aplicable, la realidad a la que se aplica es diferente y, en muchos casos,
completamente diferente.
La famosa
Sinarquía
Tomemos el caso
del concepto genérico y aglutinador de "sinarquía", tantas veces
mencionado en la literatura peronista y nacional. En su versión original
abarcaba al capitalismo, al comunismo, al sionismo, a la masonería y a la
Iglesia Católica como institución mundana. [1] Hoy en día es obvio que no
ha desaparecido por completo ninguno de esos cinco factores. Pero ¿cómo se
compara su situación actual con la existente allá por las décadas de 1960 y
1970? Veamos:
· Por de pronto el capitalismo fabril de la
"sociedad de consumo" y la "economía de mercado" se han
transformado en un capitalismo predominantemente financiero y de servicios.
· El comunismo como potencia política de
real envergadura ha desaparecido luego del colapso de la URSS. Sobrevive
principalmente como impulso revolucionario cultural – según el esquema
gramsciano – con la excepción de
China que consiguió una rara (casi imposible) hibridación de política comunista
y economía capitalista, y con la excepción también de algunos países
"progresistas" en cuyas dirigencias políticas predomina una
mentalidad marxista de lucha de clases y de conflictos económicos entre pobres
y ricos, pero que internacionalmente no
poseen ni envergadura ni peso suficiente para influir en la política global.
· El sionismo ha perdido su romanticismo
colonizador para la mayor parte de la juventud de la diáspora. Los muy escasos kibutz supervivientes no son ni sombra
de los existentes durante los '60 y principios de los '70 [2] en que convocaban
el entusiasmo y la inmigración de las juventudes sionistas. Probablemente en
buena medida relacionado con esto pero de cualquier forma mucho más importante,
es que la expansión territorial de Israel ha chocado con serias dificultades,
solo solucionables mediante muy crueles enfrentamientos bélicos y sociales que
– al menos por el momento – Israel no está en buenas condiciones de seguir
ampliando a gran escala.
· Mirando objetivamente hacia atrás, ya la
importancia que se le dio a la masonería en la segunda mitad del Siglo XX fue
bastante exagerada. Actualmente el poder real de los masones se aproxima poco a
poco a lo anecdótico. Su
papel como "religión sustituta" es prácticamente inexistente al igual
que su papel como organización antimonárquica. Su función coordinadora de
personajes influyentes ha disminuido ante el surgimiento de otras
organizaciones que prescinden de un ritual artificial que para muchos ya es
anacrónico, por no decir ridículo. Hoy existen asociaciones discretas como
las ONGs, los grupos de planificación y presión como el Bilderberg, El Foro
Económico Mundial, el Council on Foreign Relations, la Open Society Foundations
de George Soros y docenas de otros centros a nivel internacional que han
suplantado y desplazado a la mayoría de las organizaciones puramente masónicas
como factores de poder real.
· Sobre la Iglesia Católica habría tomos
para exponer. Toda una serie de acontecimientos, desde el Concilio Vaticano II,
el Movimiento de los curas del Tercer Mundo, pasando por los escándalos
financieros del caso Marzinskus, el IOR, el Banco Ambrosiano, los escándalos
por pedofilia y terminando en la actitud blanda y condescendiente del actual
papa – que parece incapaz de responder a los constantes ataques que sufren los
católicos de todo el mundo – la Iglesia ha perdido no solo su rumbo sino algo
mucho peor: se ha alejado demasiado de su doctrina fundacional y, con ello, ha
perdido autoridad moral. Sigue teniendo, sin embargo y a pesar de todo, su
poder de convocatoria gracias a la acción de sacerdotes y algunos prelados que
insisten en no darse por vencidos, pero como institución la Iglesia ya no tiene
voz ni voto – ni siquiera una posición de respeto – especialmente en el ámbito
cultural tanto a nivel académico como en el de los medios masivos.
Con todos estos
cambios, la aplicación de la noción de "sinarquía" como concepto
aglutinador de las fuerzas impulsoras de – al menos gran parte de – la política
internacional sigue siendo, por supuesto, válido pero requiere una profunda
adaptación a la actual configuración del Poder mundial. De nuevo: ya no estamos
en el Siglo XX y muchísimo menos en la época de la llamada Guerra Fría. Las
fuerzas impulsoras son, a grandes rasgos, las mismas o similares; pero tanto su
composición, como su relación mutua, su "quantum" de poder individual
y su posición estratégica sobre el tablero internacional han cambiado en forma
sustancial.
Hechos, Verdad y
Realidad
En el Siglo XX los
factores internacionales se expresaban en forma principal a través del poderío
militar. Durante la primera mitad del siglo este énfasis en lo militar está
demostrado por dos Guerras Mundiales. En la segunda mitad predominaron las
revoluciones armadas y los conflictos bélicos localizados, siempre con la
amenaza subyacente de una tercera Gran Guerra especialmente determinada por el
factor nuclear y la misilística de largo alcance con telemetría satelital.
Esto ha cambiado.
Si bien la opción militar siempre sigue estando sobre la mesa como opción, los
principales factores del poder internacional se han ido canalizando, poco a
poco, a través de un ámbito organizado en forma de red dentro del cual el
ejercicio del poder real se ha vuelto menos directo. Dentro de esta red el
principal flujo del poder circula por tres canales simultáneos: el dinero, el
comercio, y los medios masivos de difusión. El comercio hace circular los
bienes y servicios cuyo valor arbitra el dinero mientras los medios masivos
canalizan la información e impulsan las pautas culturales que justifican una
cosmovisión guiada por una "lógica" hedonista y materialista despojada
de toda noción de trascendencia y de criterios naturales objetivos.
Es importante
recalcar en todo esto la importancia aumentada de los medios audiovisuales.
Junto con el dinero y el comercio, los medios de comunicación se han convertido
en un elemento clave en el ejercicio del poder dentro del mundo actual.
Aplicando la "lógica" hedonista y materialista arriba indicada lo que
los medios masivos principales están haciendo con sus propuestas de
de-construcción y "progresismo" es una destrucción sistemática de la
realidad histórica. En forma simultánea, la actual tecnología digital está en
condiciones de crear realidades virtuales tan perfectas para el observador
visual que muchas veces la diferenciación entre realidad virtual y realidad
concreta se hace casi imposible.
Ejemplo de
"realidad aumentada". Elija su producto y
póngalo en su sala
para ver como queda. Si guarda la imagen
y se la manda a
otra persona, el destinatario nunca imaginará que el
producto realmente
no existe en la sala.
De este modo, los
medios no solo destruyen realidades históricas con sus "relatos"
arbitrarios sino que, además, están perfectamente en condiciones de sustituir
las realidades destruidas con una realidad inexistente pero favorable a la
"lógica" del placer, el capricho, y el bienestar material. El
resultado, como es obvio, es un "progresismo" que solo puede
progresar hacia la decadencia y la degeneración de una civilización cuya
cultura ya no se basa en "lo que es" sino en lo que "nos
gustaría que sea".
Durante siglos – y
hasta podríamos decir milenios – todo el pensamiento cultural de Occidente se
ha fundamentado sobre tres conceptos principales: 1)- el hecho; 2)- la verdad y
3)- la realidad. Hecho, verdad y realidad han constituido desde siempre el
fundamento sólido de nuestro conocimiento, algo que nos ha permitido construir
– al menos a los efectos prácticos – una ciencia alimentada por el conocimiento
fundado sobre la lógica de la causalidad. Una de las cosas que está sucediendo
bajo nuestras propias narices – y es casi increíble como hay tantas personas
que ni se han dado cuenta (o, si se han dado cuenta, aparentemente no les
importa) – es que todo nuestro milenario pensamiento basado sobre hechos,
verdades y realidades está siendo destruido en forma sistemática.
Los hechos ya no
importan; importa nuestra "percepción" de los hechos, lo que da lugar
a diferentes "relatos" posibles sobre esas percepciones.
La verdad sucumbe
en el relativismo del axioma de "la única verdad absoluta es que toda
verdad es relativa" lo que da lugar a que la verdad sea suplantada por
meras opiniones de las cuales se supone, por dogma de fe, que todas tienen el
mismo valor de respetabilidad.
Y, finalmente,
hasta la realidad sucumbe ante la posibilidad de crear en el laboratorio
realidades virtuales prácticamente indistinguibles de la realidad objetiva —
múltiples "metaversos" digitales en sustitución del
"universo" real — lo cual permite convertir la mentira en una
realidad sustituta que contribuye a legitimar los relatos y las relativizaciones.
El hecho es que el
individuo promedio de nuestra civilización — con su nariz pegada a la pantalla
del televisor, su computadora o a la de su teléfono celular — se ha convertido
en un observador indefenso y vulnerable, expuesto a la manipulación de quienes
le cuentan lo que se supone que debe saber acerca de lo que se supone que ha
sucedido.
Esto ha sido
posible principalmente porque, desde que los norteamericanos redescubrieron la
viejísima verdad acerca del poder del conocimiento, nos hemos enterado de que
"el conocimiento es poder", algo que ya sabían Francis Bacon y Tomás
Hobbes en el Siglo XVII. Pero, desde entonces, la pregunta que no nos hemos
hecho es la siguiente: si el saber es poder, entonces por quién, cómo y dónde
se ejerce ese poder que determina cual es el conocimiento que absorberá el
observador indefenso a través de los medios masivos de información.
El problema está
en que quienes determinan el conocimiento a disposición de las masas a través
de los medios masivos de difusión, son los mismos que operan los otros dos
canales de la red — el dinero y el comercio — que determinan la estructura y el
funcionamiento de todo el poder económico... del cual depende el poder
tecnológico y del cual, a su vez, depende el poder militar. Además, puesto que
en las democracias el poder político depende del dinero que paga las campañas
electorales, es tan solo una consecuencia lógica que sean los mismos operadores
de la red los que dominan incluso al poder político. ¿O acaso alguien puede ser
tan ingenuamente crédulo como para creer de verdad que las principales
decisiones de la política norteamericana – y en especial las del Departamento
de Estado – las toma un mentecato como Joe Biden? ¿O que en su momento la
invasión a Iraq la decidió realmente un absoluto inútil como George W. Bush?
"Soy una
máquina de meter la pata".
Joe Biden en The
Guardian
A confesión de
parte.....
La red del poder
mundial
Los factores del
poder internacional, a diferencia de lo que sucedía en el Siglo XX, están hoy
organizados en forma de red, algo que, en la envergadura necesaria, se hizo
tecnológicamente posible gracias a la tecnología del siglo pasado recién desde
los años '80 en adelante. Aparte de ello esa red tiene que tener,
necesariamente, al menos un nodo coordinador y concentrador porque, sin él,
cualquier red es prácticamente inmanejable y hasta incontrolable, por lo que su
comportamiento sería absolutamente impredecible. [3]
Existe, por lo
tanto, una red con un nodo central coordinador que posee un enorme
"quantum" de poder a nivel mundial. No obstante – y esto es lo más
importante de todo – toda la red misma así como quienes la operan no están
"institucionalizados". Esto es: se trata de una red de la cual no
existe una institución que la represente en forma visible y pública.
La pregunta que
planteábamos más arriba acerca de quién, cómo y dónde se ejerce ese poder desde
el nodo central de la red, no tiene más respuesta que un gran interrogante. No
lo sabemos. La titularidad, las reglas operativas y la ubicación del centro coordinador del mayor
poder real que existe sobre el planeta, simplemente no están explicitadas en
ninguna parte.
Por supuesto,
podemos conocer varios nodos. Sabemos que hay bancos, instituciones financieras
y calificadoras de riesgo de alcances internacionales. Sabemos que hay enormes
empresas industriales y de servicios. Y sabemos también que hay verdaderos
emporios mediáticos que vuelcan sus productos sobre la población mundial todos
los días.
Sabemos que hay
thik tanks, centros académicos de estudios estratégicos, instituciones
financiadas por particulares y por los Estados, que "cosechan" datos
para elaborar proyectos y alternativas en materia de política internacional que
luego, de alguna forma y en alguna medida, se aplican por los Estados y los
organismos multinacionales.
Sabemos que hay
una enorme industria bélica alimentada por los últimos avances de la tecnología
que hoy – a diferencia del Siglo XX – ya no está tanto enfocada en la opción de
la Destrucción Mutuamente Asegurada [4] nuclear, sino en la informatización de
la inteligencia militar, en la rapidez y efectividad de las reacciones (lo que
incluye la asfixia del oponente mediante sanciones económicas y de otra
índole), en la robotización de determinadas armas, en la creación artificial de
conflictos internos y crisis sociopolíticas en el país atacado y, sobre todo,
en la posibilidad de ahogar al enemigo sin una necesidad imperiosa de poner
"botas sobre el terreno" desde el mismo principio y con recursos
propios.
También sabemos
cómo se maneja la política democrática en la cual las ciudadanías votan por los
candidatos pero no elijen a los candidatos ya que la designación de los mismos
está en manos de las cúpulas partidarias y las campañas electorales dependen
fundamentalmente del dinero invertido en ellas así como del apoyo implícito o
explícito del aparato mediático involucrado en la promoción o desaprobación de
determinados candidatos. Y dentro de este ámbito político sabemos incluso que
existen técnicas para crear la "imagen" electoralmente favorable de
un candidato por medios virtuales, más allá de la verdadera personalidad y de
las verdaderas capacidades profesionales, intelectuales y hasta morales del
personaje.
Todo eso lo
sabemos porque lo podemos comprobar cotidianamente con solo apartar un poco la
cortina desinformática y observar sin prejuicios ideológicos lo que sucede en
el mundo actual. Pero, así y todo, lo que no sabemos con certeza es cómo se
coordina la red entera, quién la coordina y desde dónde se la coordina.
A pesar de que la
necesidad de una coordinación es absolutamente innegable, resulta ser que el
factor coordinador no está muy a la vista bajo circunstancias normales. Aparte
de "buenos" y "malos" estereotipados, y actitudes "correctas"
e "incorrectas" no menos estereotipadas, la rutina habitual no revela
grandes esfuerzos de sincronización calificativa. Basta con repetir que los
"fascistas" son siempre malos; los "progresistas" son
siempre buenos; los "democráticos" son siempre correctos y los
"autoritarios" son siempre peligrosamente incorrectos.
Pero, de pronto
surge un hecho de especial envergadura – como, por ejemplo, la pandemia del
coronavirus o la guerra en Ucrania – y de pronto la orquestación coordinada se
hace tan evidente que millones de personas no pueden pasarla por alto, estén –
o no – de acuerdo con los calificativos y las clasificaciones
"políticamente correctas".
Puedo creer – o no
creer – que la peligrosidad del SARS-CoV-2 ha sido tremendamente exagerada, en
parte como experimento de domesticación por el miedo de una masa humana
ignorante y crédula y en parte como un fenomenal negocio de los laboratorios
medicinales. Pero nadie me podrá negar que todos los medios masivos del mundo
reaccionaron de la misma manera histéricamente alarmista ante el fenómeno,
priorizando en todo caso las vacunas de los laboratorios occidentales y
tratando de desacreditar las de otro origen. Del mismo modo puedo hallar
simpático a Zelensky o a Putin, pero nadie me negará que todos los medios
masivos de difusión occidentales, en pleno y sin excepciones, se han puesto
misteriosamente de acuerdo para manifestar, en forma sincronizada y totalmente
unánime, su condena a Putin y su apoyo a Zelensky.
Aparte de ello,
sin una coordinación deliberada, ¿cómo sería posible la aplicación coercitiva y
unánime de las represalias económicas aplicadas a Rusia? Varios bancos cierran
en forma simultánea sus operaciones con Rusia; empresas enteras se retiran del
país o interrumpen su producción al mismo tiempo, organismos internacionales
unánimemente mandan a Rusia al ostracismo. Todo ello en el lapso de
aproximadamente una semana. Y más: todo eso a pesar de los costos que las
represalias representan para los mismos que las aplican, a punto tal que no faltan
analistas para afirmar que varias de las medidas perjudicarán más a las
finanzas internacionales que a la economía rusa. ¿Bancos, centrales financieras
y hasta empresas dispuestas a perder dinero con tal de no permitir que Putin se
salga con la suya? ¿No se suponía que la guerra era un buen negocio?
Los conspiranoicos
¿Puede haber tanta
unanimidad en forma espontánea? Por supuesto que no. Ni siquiera una supuesta
comunión cuasi religiosa en la fe democrática de todos los operadores puede
explicar el fenómeno. Basta con ingresar a Internet para darse cuenta de que, a
pesar de los desesperados intentos de censurarla, las opiniones de miles de
millones de personas reales de carne y hueso no se ajustan a la partitura del
coro mediático. Incluso la mayoría de los inclinados a cantar la canción de ese
coro desafina. Y ni hablemos de los que salen disparados con teorías
estrambóticas de las que no están ausentes ni los extraterrestres.
Es que ante la
ausencia de una institución visible y transparente, responsable por la
operación de la red del poder mundial, son muchos los que buscan la respuesta a
esa pregunta del "quién, dónde y cómo".
La primera
respuesta que uno recibe de los medios y de los ámbitos "oficiales"
es que dicha red no existe y, por lo tanto, tampoco existen los que la operan
por la simple razón de que no se puede operar una red inexistente. Suena
bastante similar al argumento de Lavoisier que en el Siglo XVIII negaba la
existencia de los meteoritos afirmando: "puesto que no hay piedras en el
cielo, no pueden caer piedras del cielo". Y, por supuesto, siendo todo
ello inexistente quienes afirman su existencia son locos, ignorantes, o
delirantes, creyentes en teorías conspirativas sin sustento.
Seamos honestos:
hay teorías conspirativas que son un verdadero delirio. Algunas de ellas son
tan estrambóticas que uno hasta puede llegar a sospechar que se trata de
cortinas de humo creadas exprofeso para nublar la vista de los incautos y
mantenerlos ocupados en estupideces que desacreditan cualquier investigación
sobre la supuesta "inexistencia" de un poder ramificado en forma
internacional. Es obvio que, aún cuando algunas sirven para la chacota, lo
único razonable que se puede hacer con estas conspiranoias es ignorarlas.
La conspiración
explicada
Los "reptilianos"
gobiernan el planeta.
Y, si éstos no le
gustan, siempre quedan los Annunakis de Nibiru
Aparte de ello hay
varias teorías. La mayor parte de ellas adolece de alguno de los siguientes
tres defectos (o de los tres en forma simultánea): 1)- son muy antiguas y no
reflejan las realidades y las posibilidades del mundo actual; 2)- son inverificables y 3)- están más
basadas sobre opiniones que sobre hechos concretos.
El (demasiado)
breve análisis que figura al principio de este escrito sobre los componentes de
la Sinarquía es precisamente el resultado de un resumen analítico de estos
defectos. Y entiéndase bien: la tesis no es que no existan los componentes de
lo que solíamos denominar como "la Sinarquía". La tesis es que estos
componentes no son como eran en el pasado ni, mucho menos, operan como operaban
en el pasado, por lo que el concepto mismo de "Sinarquía" requiere
una revisión y reevaluación.
En búsqueda de la
Verdad perdida
El mundo
capitalista está completamente interconectado a través de las redes digitales y
hasta está empezando a generar monedas virtuales con un principio totalmente
diferente al que gobernaba el dinero tradicional. El comunismo se ha
desembarazado de su Lenin y el marxismo-leninismo se ha transformado en un
marxismo gramsciano en el que hasta el término revolucionario de
"proletariado" ha sido suplantado por el romanticismo emocional de la
expresión "los pobres". Tratar de entender al sionismo actual según
los ubicuos Protocolos de los Sabios de Sión de fines del Siglo XIX es más o
menos lo mismo que tratar de entender al demoliberalismo actual a través de los
escritos del Barón de Holbach. Adjudicarle a los masones actuales una
influencia decisiva en el gobierno de los asuntos mundiales es como suponer que
el Rotary Club y el Club de Leones deciden la producción industrial y el
comercio. Creer que la Iglesia Católica actual tiene una influencia importante
sobre los acontecimientos mundiales es ignorar deliberadamente que su
dirigencia no ha conseguido ni siquiera defenderse con éxito de los ataques a
los que la cristiandad en general y los católicos en especial han venido siendo
objeto durante el último medio siglo.
Pero además y por
sobre todo, ya no se trata de distintos organismos sinárquicos actuando en un
mismo sentido general. Ahora se trata de un solo organismo central coordinando
operaciones a través de una red mundial que actúa a través de diferentes
canales.
Aproximarse a la
verdad nunca fue – y con seguridad nunca será – sencillo pero, si no queremos
vivir en la mentira, en el error, y chocando constantemente contra la pared, no
nos queda más remedio que por lo menos intentarlo. Por desgracia no hay métodos
infalibles para atrapar a la verdad toda entera, pero sí los hay para
aproximarse en la medida de lo humanamente posible, dados los datos y las
circunstancias.
En materia de
datos políticos siempre he recomendado el método de las preguntas propuestas
por Darrell Huff:
1. ¿Quién lo dice?
2. ¿Cómo lo sabe?
3. ¿No falta algo?
4. ¿No está sesgada la información?
5. ¿Tiene sentido en absoluto?
A estas 5
preguntas, a mí me gusta agregarles otras dos:
6. ¿A quién beneficia?
7. ¿De qué me sirve saberlo?
Respondiendo lo
más honesta y concretamente posible a estas preguntas es muy posible que no
lleguemos a explicarlo todo y a entenderlo todo, pero al menos sabremos dos
cosas: 1)- Qué nos falta saber y por lo tanto qué es lo que tenemos que
investigar; y, en función de ello, 2)- Qué tan lejos o qué tan cerca estamos de
poder entender realmente el hecho que estamos considerando. Por supuesto,
existen otros métodos y para conocerlos siempre valdrá la pena explorar en
profundidad todo el campo de la epistemología.
Pero cuidado
porque también hay métodos muy engañosos. Sobre todo hay una costumbre muy
extendida que no es recomendable. Consiste en enterarse de lo que dicen los
tirios y después ir y ver qué dicen los troyanos para después "formarse un
criterio propio". Este método solamente sirve si los tirios mienten y los
troyanos dicen la verdad, o viceversa. Incluso si en el rarísimo caso en que
ambos dicen la verdad desde su propio punto de vista, el método puede servir.
Pero si ambos mienten ¿qué "criterio propio" se puede sacar de dos
mentiras? Ir a CNN a ver qué dicen los norteamericanos para después consultar
Rt o Sputnik para ver qué dicen los rusos equivale a autoengañarse creyendo que
CNN miente (algo bastante usual en CNN) pero que Rt o Sputnik dicen (o están
más cerca de) la verdad; lo cual no es más que una infundada suposición
optimista. Todos conocemos el archiconocido dicho ése que dice que la primera
baja en toda guerra es precisamente la verdad. Y para mentir los rusos nunca le
han tenido que pedir ayuda a nadie.
Si no adecuamos
nuestras herramientas de análisis a la realidad objetiva del mundo actual
estaremos condenados hacer el papel – o mejor dicho el papelón – de esos
opinólogos que hablan sobre lo que suponen y no sobre lo que saben, siendo que
lo peor de todo es que su público supone que saben y hasta ellos mismo terminan
por creer que saben cuando lo único que hacen es repetir el argumento que
escribieron los que realmente saben la verdad, pero no la confesarían ni bajo
tortura.
¿Complicado? ¡Por
supuesto!
La promesa es que
la Verdad nos hará libres; no que la Verdad será siempre simple y sencilla.
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NOTAS
(*)- “Delphi Complete Works of Benjamin
Disraeli (Illustrated)” Delphi Classics
(**)- Benjamin Disraeli, “Curiosities of
Literature”
[1] )- Cuando en
1968 Perón publica "La Hora de los Pueblos", en la edición original
hace ocho veces mención al concepto de "sinarquía". Lo que hoy muy
pocos recuerdan (o saben) es que "La Hora de los Pueblos" es la
reelaboración de otra obra publicada el año anterior que fue "Latinoamérica:
Ahora o nunca". Es curioso ver cómo este concepto de Sinarquía fue
cambiando progresivamente: en el pensamiento original de Perón abarcaba al
capitalismo, al comunismo, al sionismo, a la masonería y a la Iglesia (esta
última a veces incluso con la ácida observación de "...que si la pagan,
también entra"). En las variaciones posteriores la Iglesia de pronto es
piadosamente sustituida por "el Vaticano" o "el
clericalismo" (o incluso desaparece por completo) y hasta he visto
versiones en Internet en las cuales ya se ha seguido "suavizando" la
composición haciendo desaparecer al sionismo.
Una razonablemente
buena versión de "La Hora..." puede descargarse de:
https://bcn.gob.ar/uploads/la-hora-de-los-pueblospara-visualizar.pdf
[2] )- Después de
1977, bajo el gobierno de Menahem Beguin, el apoyo del Estado a los kibutz
disminuyó drásticamente
[3] )- Eso es
justamente lo que desespera a quienes desearían controlar la Internet que es
una red abierta, completamente caótica en la que impera la mayor de las
anarquías.
[4] )- Estrategia
conocida luego de la II GM como "MAD" por sus siglas en inglés
(Mutually Assured Destruction) basada en el concepto que, si una potencia
iniciaba una guerra nuclear, la potencia opositora, antes de terminar
destruida, todavía tendría tiempo de lanzar sus propios misiles nucleares
garantizando la destrucción de la potencia agresora.
La macabra ironía
de la sigla reside en que "mad" en inglés significa "loco".