sábado, 19 de noviembre de 2022

LA CANCELACIÓN

 


 es reflejo de una profunda ignorancia: necesito que el otro no esté porque me obliga a responder, a pensar, a debatir

 

Claudia Peiró

 

Infobae, 19 de Noviembre de 2022

 

“Si dejamos que esta dictadura de las minorías imponga sus reglas, renunciaremos a un principio esencial de la humanidad que es la libertad de expresión”, dijo el promotor cultural y periodista argentino Darío Lopérfido, uno de los cuatro panelistas del debate promovido por la Cátedra Vargas Llosa, con el apoyo de Infobae y Meta Miami, a debatir en torno a la pregunta de si estamos entrando en “una nueva era puritana” y de si “existe un nuevo activismo liberticida”.

 

Los otros panelistas eran la periodista y escritora española Inés Martín Rodrigo; el también periodista y narrador peruano Raúl Tola; y Ramiro Villapadierna, gestor cultural y periodista español. La coordinación del panel estuvo a cargo del periodista argentino Daniel Hadad, fundador y director de Infobae.

 

Todos los participantes expresaron su inquietud por el momento de peligro que viven la creación artística y la libertad de expresión, amenazadas por “liberticidas” a los que les molesta que la gente se exprese, hable y hasta se ría. Es sabido que el autoritarismo no se lleva bien con el humor. Pero también coincidieron en la necesidad de resistir y en la responsabilidad que les cabe a quienes tienen la posibilidad de hacerse oír, en particular periodistas y medios de comunicación. También evocaron algunas consecuencias de este clima amenazante, como la autocensura, la cancelación de obras y autores del pasado, el miedo a “ser señalado con el dedo virtual”, y coincidieron en advertir que hay peligro “cuando un autor empieza a pensar en los temas que debe tratar y no en la novela que desea escribir”.

 

“Hay temor a expresarse, en la universidad y en la empresa, y a cómo será interpretada una canción, una obra literaria o un artículo de opinión. Las libertades de expresión y creación parecen en recesión y cuestionadas, como en tiempos totalitarios”, decía la convocatoria de la Cátedra Vargas Llosa que ha tomado los peligros de la cancelación como uno de los ejes de su trabajo.

 

“Qué valiente hay que ser en estos tiempos para ir en contra de la corriente”, dijo Daniel Hadad en su introducción al panel. Y se preguntó “cuál fue el día en que la censura volvió a ser parte de un argumento para destruir al que piensa distinto”.

 

“Quienes vivimos la mayor parte de nuestras vidas en el siglo XX podíamos estar orgulloso de que ese fue el siglo en el que la humanidad conquistó la mayor parte de sus libertades, derrotó a los autoritarismos de distinto signo, en el que apareció el impulso de la mujer en la sociedad; y de repente en el siglo XXI algo pasó: los humanos ya no somos unos, sino grupos, colectivos, y donde cancelar al que piensa distinto, parecería ser normal”.

 

También aludió al caso de la censura contra Carolina Sanín, para decir que “la realidad nos ayudó en este debate” y concluyó que " quien no está en la ultracorrección política corre el riesgo de ser cancelado”

 

A su turno, Ramiro Villapadierna se refirió a los motivos del panel y a un tema “que no es fácil” y explicó que la Cátedra Vargas Llosa, de la cual es director junto con Tola y Lopérfido, tiene por finalidad preservar “el legado de uno de los mayores intelectuales hispanohablantes del mundo, personalidad literaria y total, que se interesa por todo el hombre y su circunstancia y especialmente por la palabra bien escrita, la cultura hispanohablante y las libertades”.

 

Y agregó que si hay una libertad que en este momento “va a menos”, que está “en recesión”, esa es la “libertad cultural”.

 

“Estamos viviendo en recesión paulatina de lo que puedo decir, lo que puedo escribir, cantar, el humor, los guiones que se pueden hacer para series- alertó-. Eso está hoy en cuestionamiento total. Compositores, humoristas, cantantes: no están pasando su mejor momento”.

 

Y esa es la razón por la cual “una institución que lleva el nombre de un gran defensor de las libertades” decidió impulsar este tema.

 

También consideró que “no nos sentimos lo suficientemente responsables como para defender” eas libertades “porque no las hemos conquistado nosotros”. Pero mientras nadie las defiende hay sí quienes las atacan: “Hay libertidicias, gente a la que las libertades les molestan, grupos puritanos que temen que la gente se exprese, hable, haga bromas, haga teatro, y han encontrado las herramientas perfectas para decirnos de qué podemos hablar o hacernos sentir mal por cantar o hacer películas”.

 

“El autoritarismo actual viene de la sociedad civil”

“Hay una recesión muy notable en las libertades creativas”, insistió. A ellos se suma el hecho de que, como “el mundo está más tecnologizado que nunca, si alguien quiere controlarnos lo puede hacer más fácilmente”.

 

Y ese control se refleja en aspectos moralistas, tanto por parte de gobiernos como de empresas. “Las empresas quieren vender sentimientos, hacerte sentir bien; y hay un dirigismo gubernamental como no había existido en muchas décadas, los gobiernos han adquirido un papel moralista que antes no existía”.

 

A la pregunta de Daniel Hadad acerca de qué es más peligroso para la libertad de expresión, si los gobiernos o los colectivos, Darío Lopérfido señaló: “Las ideas se han perseguido siempre, por los nazis, por los estalinistas, por las dictaduras latinoamericanas, etc. El autoritarismo actual proviene de la sociedad civil, de los sectores identitarios que son los que hoy ejercen estas políticas de cancelación, que echa por la borda el prestigio de una persona, le hace perder el trabajo”. En su opinión, esto “es más complicado de visualizar que cuando es un tirano el que está reprimiendo”. Aquí se trata de “la sociedad civil escondida en cuestiones identitarias”.

 

Aun así, hay que resistir: “No hay que dejarles pasar una. No voy a discutir si se está de acuerdo con una postura identitaria, yo soy liberal por lo tanto creo que las personas somos iguales; un grupo identitario no está mal pero sí si se coloca por encima e impone normas que no son las de la convivencia democrática”.

 

Sobre el caso de Carolina Sanín destacó que lo grave es que “la editorial desistió de publicar sus libros para no enfrentarse a la ira de un colectivo”. También mencionó el caso de J.K. Rowling, la exitosa creadora de Harry Potter, que dijo que hay dos sexos, contra la opinión de los colectivos que dicen que hay tantos géneros como subjetivamente sientan las personas”. Y que fue cancelada y hasta se subieron a las redes fotos de su casa para que activistas fuesen a cuestionarla.

 

El problema, agregó, es que “son infinitas las identidades y por lo tanto las causas por las que la gente se puede ofender”. Entre esas identidades, mencionó el nacionalismo catalán, minorías religiosas y el feminismo radical y autoritario que considera a todos los hombres violadores o golpeadores en potencia” y que “está poniendo en peligro el feminismo tradicional”.

 

“No nos podemos asustar -remarcó-: si dejamos que esta dictadura de las minorías imponga las reglas, vamos a abandonar uno de los grandes principios de la humanidad que es la libertad de expresión”.

 

Y llamó a “no bajar ningún discurso, aunque se ofendan”. “Reivindico ofender y que me ofendan porque si todo el tiempo pienso en que voy a ofender a alguien, no hablo, y eso es autocensura”.

 

“La libertad a la que habíamos llegado en el siglo XX no la podemos poner en peligro”.

 

“Ningún periodista debe autocensurarse”

En el panel se habló también de la tendencia a cancelar incluso a los muertos y se evocó el 50 aniversario de la muerte de Pablo Picasso el año que viene y los reclamos que ya se escuchan desde grupos feministas para suspender todo homenaje en razón de las alegaciones de que el célebre pintor era violento con sus mujeres.

 

“Ningún periodista debe autocensurarse -afirmó Inés Martín Rodrigo- Lo más importante que tiene una persona es la libertad creativa, de pensamiento, de palabra, de opinión, y en el momento en que esa libertad es cuestionada nos acercamos a un lugar muy peligroso”.

 

Citó a Ezra Pound, que dijo que cuando el lenguaje se corrompe la sociedad se va a pique, para afirma que “no solo estamos en un momento en que el lenguaje se está corrompiendo, sino que se está silenciando, y eso es grave cuando ese silencio viene de minorías y también cuando es autoimpuesto, cuando un creador empieza a pensar en los temas que debe tratar y no en la novela que quiere escribir”.

 

Tambien dijo no estar “en contra de las redes sociales, sino de su “mal uso”, de que en ellas “haya cada vez más odio y más censura” y recordó a una pensadora alemana que le dijo que “no se puede ser tolerante con los que son intolerantes”. “Estamos perdiendo la capacidad de discutir, porque no puedo discutir con quien me ataca”.

 

Hay que defender por lo tanto el debate, la discusión en serio. “Quienes tenemos la suerte de disponer de un micrófono tenemos la responsabilidad de levantar la voz”, dijo.

 

“Se ha perdido la presunción de inocencia”, djo Daniel Hadad en referencia a la costumbre de condenar en las redes, aludiendo al caso de la escritora argentina Mariana Enríquez que fue atacada en Twitter por solidarizarse con Sanín.

 

Raúl Tola se detuvo en el caso de la novela Lolita de Nabokov, sobre la que también ha caído el anatema. “El autor narra la historia desde el punto de vista del abusador y eso es incómodo -explicó-, pero Nabokov lo hace con un gran talento. Hace un par de años, hubo escritores que decían que no debía leerse Lolita, pero esa novela es una crítica a la pederastia”. “Quien quiere censurar no la leyó o no la entendió”, dijo.

 

“La cancelación refleja una profunda ignorancia”, concluyó.

 

“El individuo es inteligente y la masa no lo es; la masa actúa respondiendo a impulsos irracionales, identitarios”, agregó, a modo de explicación de este fenómeno por el cual hordas de usuarios de redes se vuelcan irreflexivamente a lapidar a alguna víctima propiciatoria señalada por algún grupo ofendido.

 

“En Estados Unidos tumban estatuas para combatir el racismo: la de Jefferson, la de Colón. Puede tener algún justificativo. ¿Pero tumbar las estatuas de Cervantes o de Junípero Serra qué tiene que ver con el racismo o el colonialismo”.

 

Y en cuanto a una modalidad de “lucha” más reciente, dijo: “No encuentro ningún sentido en lo que se ha puesto terriblemente de moda como estos movimientos ecologistas que tiran pintura a algunas de las creaciones más excelsas de la historia humana” y que “son campañas que consiguen el efecto contrario al buscado”. Esto para él confirma “la ignorancia que se encierra en estos movimientos cancelatorios”.

 

“Las redes sociales han democratizado la ignorancia -agregó, lapidario-; los debates no están en manos de personas formadas y las redes sociales no fomentan el debate sino la construcción de núcleos duros porque los algoritmos facilitan que uno encuentre aquello que reafirma lo que se piensa; no hay diálogo porque en la naturaleza del diálogo está el escuchar argumentos contrarios a los tuyos, se puede dar uno cuenta de que está equivocado o matizar sus argumentos”.

 

Darío Lopérfido confesó tener contradicciones respecto a culpar a las redes sociales, proque éstas han sido vehículo de muchas ”épicas”, como las de las mujeres en Irán, y proque “los fanáticos existían antes de las redes sociales”.

 

“El otro es un peligro para mi ignorancia”

“Más que en el fanático pongo el peso de la responsabilidad en los que tenemos opinión pública o poder decisorio sobre algunas cosas”, dijo, coincidiendo con Inés Martín Rodrigo.

 

Villapadierna volvió sobre el tema de hoy “los gobiernos ya no solo quieren tus impuestos sino hacerte buena persona y hasta las empresas te bajan un mensaje moral”.

 

Y generó un momento de humor cuando dijo: “Vas a comer y te dicen ‘yo ya no como eso’ y te lo dicen con superioridad: ‘yo con mi ensalada estoy ayudando al planeta y tú no lo estás haciendo’.. Esa necesidad del hombre moderno de irse a casa con un good feeling y dejo al otro con mala conciencia”. Son mecanismos no para mejorar las cosas sino para sentirse mejor uno y hacer sentir mal al otro.

 

Lo negativo de la cancelación es la negación del otro. Así lo explicó: “Occidente está fundado en el reconocimiento del otro, para debatir, para saber quién soy. Esa que es la herramienta por la cual se ha desarrollado toda la dialéctica de la civilización. Ahora, necesito que el otro no esté porque me obliga a cosas que no quiero hacer, me obliga a responder, el otro es un peligro para mi ignorancia”.

 

Ante la pregunta de si los escritores hoy tienen temor a la crítica, Inés Martín Rodrigo dijo: “Sí noto que hay un temor a ser señalado con el dedo virtual y ese temor se está extendiendo. Temor por ejemplo a convertirte en trending topic, que en general no es por algo bueno”.

 

En cuanto a las cancelaciones retroactivas, Raúl Tola dijo que otro problema “es la incapacidad de comprender al autor en su contexto” y puso como ejemplo “las críticas del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador y su exigencia al Rey de que pida perdón por la conquista, que fue un proceso político y bélico en un contexto específico”. “Así funcionaban las cosas en esa época y antes de que llegaran los españoles, también los incas habían conquistado territorios con esos métodos”.

 

Ha cambiado la autocensura y el modo en que es percibida. “Antes un editor que se negaba a publicar determinado libro, se hablaba de cobardía de los editores o de las discográficas; hoy no se habla de cobardía, ‘mira qué sensible’, tanto porque no publica algo o cuando un autor mete un personaje para contentar a un colectivo”, dijo Ramiro Villapadierna.

 

“Es la inversión del sentido ético de las cosas -acotó Raúl Tola-; hasta hace algunos años el arte era contestatario, incorrecto, había que oponerse a los valores establecidos. Y la política era el deber ser. En los últimos años, en algún momento el arte se volcó a lo políticamente correcto y la política a lo incorrecto. Bolsonaro, Trump, Meloni, son ejemplos, nos gusten o no”.

 

Lopérfido también apuntó a la “gran responsabilidad” de los medios de comunicación “que se han convertido en justificadores de todo grupo minoritario que reivindica lo identitario”, a la vez que no defienden el valor “civilizatorio” de una obra de arte más allá de su autor.