sobre el aumento de las adicciones y el
consumo problemático en niños y adolescentes
Infobae,15 de
Noviembre de 2022
Desde la Sociedad
Argentina de Pediatría (SAP) expresaron su preocupación por el aumento del
consumo problemático de sustancias como el alcohol, las bebidas energizantes,
el tabaco y la marihuana. También marcaron un uso excesivo de las tecnologías
de información y comunicaciones (TICs), como celular, videojuegos y pantallas
en general. La información fue desarrollada en un documento denominado La
Sociedad Argentina de Pediatría y el consumo problemático: una responsabilidad
de todos.
En el trabajo, la
SAP aclara que, aunque muchos de estos consumos están arraigados en la sociedad
en todos los grupos etarios y forman parte de la cotidianeidad, sin ninguna
duda pueden afectar negativamente -en forma ocasional o sostenida en el tiempo-
la salud física, psíquica, las relaciones interpersonales y/o con la ley, sobre
todo en los niños, niñas y adolescentes, cuyo organismo se encuentra en pleno
desarrollo.
Esas cuatro
sustancias mencionadas son las que más consumen los y las adolescentes y
jóvenes actualmente en Argentina, según la última encuesta de Sedronar sobre
este tema, pero se pueden agregar como consumos problemáticos y adicciones
conductuales el uso de tecnologías de información y comunicaciones (TICs) y
nuevas tecnologías, las cuales se incrementaron durante y después de la
pandemia.
“En este sentido,
la Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la
Salud (CIE 11) y el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales
(DSM 5) encuadran el uso problemático de las TICs como parte de las adicciones
comportamentales”, sostuvo la médica pediatra especializada en Adolescencia,
Nora Poggione, quien es secretaria del Comité Nacional de Adolescencia de la
SAP. Entre las TICs más utilizadas, los especialistas destacan a las redes
sociales, el correo electrónico, los videojuegos, los servicios ofrecidos en el
celular, las pantallas en general y el comercio electrónico.
De acuerdo con los
datos de la Encuesta Mundial de Salud Escolar del año 2018 (EMSE), la mitad de
los estudiantes de 13-17 años bebieron alcohol en los últimos 30 días, siendo
mayor en el grupo de 16-17 años (67,6%) que en el de 13-15 (47,7%). Entre
quienes consumieron alcohol, uno de cada tres refirió haberse emborrachado
alguna vez y este indicador también fue mayor en el grupo de 16-17 años (56,0%)
que en el de 13-15 (28,5%). La borrachera, según dicho relevamiento, fue mayor
en las mujeres que en varones en el grupo de 13-15 años (30,7% vs 26,1%) y
entre quienes consumieron alcohol, dos de cada tres estudiantes se iniciaron
antes de los 14 años.
Para el
prosecretario del Comité Nacional de Adolescencia de la SAP, doctor Fabio
Bastide, “es interesante destacar la manera en que se contextualiza el consumo
colectivo de una determinada sustancia o TIC, resaltando sus aparentes valores
positivos, así se afirma erróneamente: ‘una copa de vino es buena para el
corazón’ o ‘la marihuana es natural y se utiliza con fines medicinales, por lo
que es menos dañina que el tabaco’. Son todos artilugios con el objetivo de
encubrir y olvidar los efectos negativos”.
“El alcohol es la
primera causa de cirrosis, daño cerebral, alteraciones en el sueño y el
comportamiento, lesiones en la vía pública y relacionadas a la violencia; su
consumo durante el embarazo y la lactancia puede configurar una de las primeras
causas de retraso mental prevenibles -agregó en tanto la secretaria del Grupo Nacional
de Trabajo de Consumos Problemáticos de la SAP, Silvia Cabrerizo-. Asimismo, el
cannabis afecta el desarrollo cognitivo y de los comportamientos”.
En el documento de
la SAP se reconoce que el consumo de alcohol en los jóvenes tiene un carácter
vincular, representa una forma de pasar el tiempo con los amigos y establecer
relaciones sociales en grupo y obtener reconocimiento.
“Para estudiar
este problema en forma integral necesariamente se debe referir la interacción
de variables de orden individual (biológicas, fisiológicas y psicológicas),
familiar (consumo de los padres, disponibilidad de las bebidas, reglas difusas
y violencia), social (formas de convivencia asociadas al consumo, presión del
grupo de pertenencia, disponibilidad de sustancias, legislación deficiente para
regular la venta y publicidad de bebidas alcohólicas) y cultural (simbolismos,
creencias, representaciones, rituales, costumbres o tradiciones que legitiman
el consumo)”, refiere el trabajo de la SAP.
Pero el problema
lejos está de ser exclusivo del alcohol y las TICs: también se ve un incremento
del consumo de marihuana y de bebidas energizantes y de tabaquismo en gente
joven. Según el mismo trabajo EMSE, en promedio uno de cada diez estudiantes
consumieron marihuana alguna vez en su vida y casi cuatro de cada diez
adolescentes de 13 a 17 años probó alguna droga ilegal antes de los 14 años.
Uno de cada cinco (20,4%) estudiantes de 13 a 17 años consumió algún producto
de tabaco durante los últimos 30 días, siendo más frecuente en mujeres que en
varones. Este consumo es el doble entre los estudiantes de 16 a 17 años
respecto de los de 13 a 15 (28,3% vs. 14,6%).
Si bien no se
cuenta con estadísticas más actualizadas, los especialistas de la SAP reconocen
que en la actualidad los niveles de consumo problemáticos han aumentado luego
de la pandemia, y es algo que se ve día a día en los consultorios pediátricos.
Por tal motivo, la recomendación enfática respecto de todos estos tipos de
consumos problemáticos es la de comenzar con la prevención antes, desde la
infancia, incluyendo la reflexión de los padres sobre los modelos de consumos
familiares e involucrando a distintos actores, fundamentalmente la escuela,
pero también clubes, centros comunitarios y ONG, entre otros.
“Otro de los consumos
problemáticos está dado en la marihuana, que es una de las drogas más
consumidas a nivel mundial. Su aumento se relaciona con la desinformación
respecto de los efectos que puede producir a corto y largo plazo. En niños,
niñas y adolescentes pueden aparecer síntomas psicóticos, alteraciones
cardiovasculares y alteraciones del neurodesarrollo, alteraciones de la
memoria, de la concentración e incluso, cuando se usa en forma crónica, puede
producir ‘anhedonia’, que es la incapacidad de poder disfrutar de las
actividades o situaciones que en el pasado sí resultaban placenteras”,
describió la médica María Eugenia Braschi, miembro del Grupo Nacional de
Trabajo de Consumos Problemáticos de la SAP.
Y completó: “El
consumo del adulto de marihuana no es lo mismo que su uso medicinal, como
medicamento se indican cannabinoides determinados a una dosis determinada para
una enfermedad determinada, con un producto de calidad farmacéutica y con
acompañamiento y control médico”.
Respecto del
tabaco, Poggione afirmó que “actualmente, una de las formas de incorporación de
nicotina y derivados del tabaco se da a través del uso de dispositivos de
vaporización denominados cigarrillos electrónicos y ‘vapeadores’. Esto suma a
los efectos tóxicos del tabaco la de los demás componentes de los aceites,
saborizantes y otras sustancias que vaporizan. La industria tabacalera dirige
sus publicidades al público adolescente a través de redes por las que circulan
y promocionan estos productos como posible ‘tratamiento’ para la cesación
tabáquica. Como consecuencia de ello, los adolescentes ingresan al consumo de
nicotina”.
El trabajo de la
SAP recuerda que “la OMS desde 2014 afirma que el vapor que liberan estos
dispositivos no es inocuo porque contiene nicotina y otros químicos tóxicos y
cancerígenos. En diciembre de 2016, a través de una Evaluación de Tecnología
Sanitaria, la ANMAT decidió reiterar la prohibición para importar, distribuir y
comercializar cigarrillos electrónicos y sus accesorios, lo que incluye su
publicidad, promoción y patrocinio”.
“Las bebidas
energizantes, cuyo consumo se ve incrementado por la copiosa publicidad en los
distintos medios, contienen alta cantidad de azúcares y cafeína -entre otras
sustancias- y no ofrecen ningún beneficio para la salud de los y las
adolescentes. Sus múltiples componentes pueden facilitar la aparición de
efectos adversos y tóxicos si se combinan con medicamentos de uso habitual y
otras sustancias -señaló Bastide-. A su vez, su uso concomitante con el alcohol
puede enmascarar los efectos depresores de este y facilitar la aparición de
complicaciones cardíacas. En nuestro país, está prohibida su venta a menores de
18 años, pero esto no se cumple en la práctica. Y es frecuente su uso en la adolescencia
temprana como ‘ritual de iniciación’ de esa etapa de la vida”.
“Como equipo de
salud debemos trabajar en la prevención y acompañamiento a través de las
políticas de reducción de daños, como así también en los procesos de
tratamiento y rehabilitación. Tarea cada vez más difícil teniendo en cuenta la
cantidad de publicidades que hay en torno a una droga legal como el alcohol,
leyes que no se cumplen como la prohibición de venta de alcohol a menores de
edad o la naturalización de su consumo en las previas para que haya un ‘consumo
cuidado’; sin olvidarnos que vivimos en una sociedad de consumo donde consumir
está bien visto”, concluye el documento de la SAP.