“El católico que
se compromete en un partido, se encontrará ante el drama de ser político y
católico”.
Religión en
libertad, 29/09/23
El arzobispo de
Valencia, monseñor Enrique Benavent, ha afirmado que “el debate ético en la
vida pública se ha empobrecido o simplemente se evita. Cuando se piensa que es
simplemente una cuestión religiosa, el diálogo se hace imposible. Hay otro
hecho que dificulta el diálogo: la identificación de ciertas posiciones en
cuestiones de gran calado ético con determinadas opciones políticas”.
Los “réditos
electorales” antes que la ética
“La politización
del debate ético- subrayó el arzobispo de Valencia - y el encasillamiento político de las personas
por defender ciertas posturas que, en principio, no necesariamente están
vinculadas a una opción política, pero que se han convertido en bandera
política, puede llegar a matar el diálogo sincero sobre cuestiones que afectan
profundamente a la comprensión del ser humano. Si además, las opciones de los
partidos sobre las cuestiones éticas no se fundamentan en una visión del ser
humano, sino en los réditos electorales, entonces el debate ético en orden a
una sociedad más justa ha muerto”.
Así lo manifestó
ayer Enrique Benavent en la apertura del
ciclo de conferencias del Club de Encuentro Manuel Broseta en Valencia, en el
que realizó un análisis del momento actual, el diálogo de la Iglesia con las
instituciones, la presencia de los cristianos en la vida pública y en las
instituciones del Estado, el propio papel del Estado o los derechos humanos.
Disciplina de
voto: el “drama de ser político y católico”
El arzobispo de
Valencia, presidente de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe de la
Conferencia Episcopal Española (CEE),
señaló que “la política no es misión propia de la Iglesia, pero los
cristianos no se pueden desentender de ella, solos o asociadamente. Ahora bien,
no se debe atribuir a la Iglesia la responsabilidad en sus actuaciones. El
católico que se compromete en un partido ha de ser consciente que se encontrará
ante el “drama de ser político y católico”.
Mons. Benavent
recordó que “la presencia de cristianos que han entrado en los partidos
políticos movidos por la fe cristiana en su juventud ha sido una constante. Sin
embargo, una vez se entra en la dinámica de la vida partidista, en muchas
ocasiones se impone la renuncia a principios y valores básicos, que quedan en
segundo plano”.
Conflictos de
conciencia
Continuó
destacando que “la disciplina de voto en
cuestiones que no están necesariamente vinculadas a una opción política se ha
impuesto de tal modo, que el compromiso de un católico en la vida de un partido
puede llevarle a conflictos de conciencia, a ‘hago lo que puedo’ por la
obediencia férrea a la disciplina del partido o ‘si no estuviéramos nosotros
sería peor".
“No sé si esto
tiene solución – afirmó Benavent - en el momento actual, pero es la realidad en
la que nos encontramos. Sería más deseable mayor espacio a la libertad personal
de decisión en aquellas cuestiones que afectan a la conciencia de las
personas”.
Acción pública
“fuera de los partidos políticos”
Por ello, el
arzobispo defendió que el compromiso público de los católicos debe encauzarse
fuera y al margen de los partidos políticos. “Se puede ayudar más directamente
a personas fuera de las estructuras políticas que desde las mismas. Sería
deseable que las asociaciones por las que se encauza el compromiso social de
muchos cristianos que no se sienten cómodos ante la disciplina partidista no
dependieran tanto de los poderes públicos”.
Un Estado
imparcial
Al respecto de la
función del Estado, Enrique Benavent denunció que “la autoridad es un
instrumento de coordinación al servicio de la sociedad y su ejercicio no puede
ser absoluto. No se puede convertir en una instancia que invada o pretenda
regular todos los aspectos de la vida de las personas y de las familias. Ha de
ser imparcial y no puede constituirse en promotor de valores o ideologías”.
“El deber de los
cristianos de respetar a todos los seres humanos, no nos obliga a asumir
ciertas antropologías contrarias a la antropología cristiana”.
La doctrina social
de la Iglesia
También afirmó que
“la misión de la Iglesia no consiste en involucrarse directamente en la vida
política convirtiéndose en un partido político, sino ofrecer su doctrina
social, que nunca ha pretendido ser un conjunto de normas. Se trata de fundar
en la razón principios morales que pueden ser válidos para todos y dialogar
sobre ellos”.
Con respecto a los
cristianos en las instituciones advirtió de que “no pueden promover
positivamente leyes que cuestionen el valor de la vida humana, ni apoyar con su
voto propuestas que hayan sido presentadas por otros. Cuando no fuera posible
abrogar las que están en vigor o evitar la aprobación de otras, quedando clara
su absoluta oposición personal, puedan lícitamente ofrecer su apoyo a
propuestas encaminadas a limitar los daños de estas leyes”.
La “objeción de
conciencia institucional”
Mons. Enrique
Benavent analizó que “vivimos en un ambiente caracterizado por un
individualismo que ha conducido a que se reconozcan por parte de los poderes
públicos unos nuevos ‘derechos’ que, en realidad, son la manifestación de
deseos subjetivos. Hoy estamos asistiendo al fenómeno de que comportamientos
que eran tolerados mediante una ‘despenalización’ adquieren la consideración de
‘derechos’ que deben ser protegidos y promovidos. Se promueve, además, la
imposición de estos principios en los planes educativos”.
“Actualmente
tenemos la sensación – afirmó - de que
se ‘toleran’ algunos derechos humanos como si se tratara de una concesión
‘graciosa’, o de que se reducen a su mínima expresión, como cuando la libertad
religiosa es reducida a una libertad de culto”.
En este sentido
solicitó “una justa regulación de la objeción de conciencia, exige que se
garantice que aquellos que recurren a ella no serán objeto de discriminación
social o laboral. La elaboración de un registro de objetores no debería ser un
riesgo en este sentido para quienes objetan. También es legítima, la ‘objeción
de conciencia institucional' a aquellas leyes que contradicen su ideario. El
Estado tiene el deber de reconocer este derecho, si no lo hace, pone en peligro
la libertad religiosa y de conciencia”.
Dialogo de la
Iglesia con la sociedad
Respecto al
diálogo de la Iglesia con la sociedad, abogó por la “delicadeza y respeto. La
razón que debemos dar de nuestra esperanza no ha de consistir en discursos
polémicos y en la manía de tener siempre la razón. Deseamos que la verdad
brille por la fuerza de la misma verdad. Puede parecer un tanto ingenuo, pero
tengamos en cuenta que, si quitamos la mística al Evangelio, podemos acabar
reduciéndolo a mera ideología”.
El arzobispo
afirmó que “el cristianismo es una religión y no un proyecto político intramundano.
La Fe cristiana constitutivamente debe proponer su propia visión y dialogar con
el mundo en el clima cultural que vivimos. Hoy no son los no creyentes los que
deben justificar su increencia, sino que somos los creyentes quienes debemos
dar razón de nuestra esperanza”.