y los extravíos del liberalismo populista
Guy Sorman
Clarín, 24/10/2023
Tengo una razón
más para llorar por Argentina. Hace veinticinco años escribí un libro titulado
"No a la decadencia de la Argentina". Fui demasiado optimista. Las
cosas han ido barranca abajo sin interrupción desde entonces.
Lo peor estaba por
llegar con Javier Milei. Como no soy médico, no puedo afirmar con seguridad que
Milei sea una persona totalmente inestable. Pero se parece mucho a una, incluso
más que sus modelos, Bolsonaro y Trump. Está mucho más fuera de este mundo que
ellos. Le falta dignidad para representar a la Argentina en el exterior.
Sobre todo me
sorprende mucho la referencia de Milei al liberalismo. Supongo que es un truco
para parecer educado e inteligente, con la ayuda de su mentor, el filósofo
político Alberto Benegas Lynch: Milei por sí mismo no parece inteligente ni
educado. Su pretendido liberalismo es sólo un eslogan incoherente, no un
análisis de la situación ni una serie de soluciones concretas.
¿Y dónde encuentra
Milei en la agenda liberal una razón legítima para oponerse al aborto? Milei
cita sobre todo a un economista marginal que fue profesor en – vaya lugar - la
Universidad de Las Vegas: Murray Rothbard. Aquí y allá se encuentran en los
discursos de Milei citas tomadas de Rothbard, que se autodenominaba
anarcocapitalista, cualquiera sea el significado de esto. Rothbard era un
agitador que sólo hablaba con metáforas, no de la realidad. Milei cree que las
metáforas de Rothbard son la realidad; es como confundir a los personajes de un
cómic con el mundo real.
La principal
propuesta de Milei, la dolarización, suena bien pero no significa nada. Si el
peso argentino fuera reemplazado por el dólar estadounidense, ¿de dónde sacaría
el gobierno el dinero para pagar las jubilaciones, la seguridad social, las
infraestructuras, los hospitales?
El Gobierno no
tiene dólares estadounidenses y el Banco Central tampoco: Argentina sólo tiene
deudas. Para profundizar en esta absurda propuesta de dolarización, huelga
decir que no tendría ningún impacto en la inflación. La clase media que todavía
tiene algunos pesos en el banco tendría que pagar más si todo fuera en dólares.
Los que no tienen nada en el banco morirían. Sólo la clase media alta y los empresarios
que han guardado algo de dinero en Miami o Montevideo sobrevivirían.
Sin embargo, Milei
tiene razón en su diagnóstico: el problema es el Estado. Pero a partir de ahí
no llega a ninguna parte. No propone ninguna solución práctica. Es el típico populista:
inventa un enemigo, se basa en la teoría del complot, propone la ilusión de
soluciones rápidas, finge que la realidad es falsa y que lo falso es realidad,
evade cualquier debate serio, responde sólo con insultos...
Ahora la pregunta
verdaderamente preocupante es ¿por qué el 30% de los votantes argentinos apoya
a Milei? Es fácil de entender. Ciudadanos jóvenes y desesperados, furiosos con
razón, están hartos de los programas y las promesas de la clase política
profesional, de derecha o izquierda, que nunca cumplen.
Estos ciudadanos
descontentos que apoyan a Milei tienen razón al creer que el problema es el
Estado. Pero no el Estado como tal; el problema es el Estado argentino. No hay
sociedad liberal sin Estado legítimo. Benegas Lynch debería haberle dicho esto
a Milei. El electorado de Milei, lamentablemente, no confía en las fuentes
legítimas de información: las redes sociales y las fake news son el nuevo
mundo... Como los perros de Milei.
Argentina se
enfrenta a un dilema. Milei como presidente sería un desastre, salvo si no
actúa de acuerdo con su discurso. Esa fue la estrategia de Donald Trump: ser
elegido con propaganda mentirosa y, una vez en la Casa Blanca, no hacer nada.
Ese sería el mejor
escenario en caso de una victoria de Milei. En caso de que Sergio Massa fuera
electo, espero que eventualmente entienda el mensaje que transmite el
electorado de Milei: Argentina no puede seguir así. Hay que transformar
profundamente el Estado, reduciendo progresivamente el gasto público, acabando
con la corrupción, equilibrando el presupuesto.
Si me pidieran una
propuesta para frenar la decadencia y evitar la violencia civil, sugiero
reformar la Constitución argentina. Una nueva constitución debería limitar las
facultades del presidente, las facultades de las provincias para gastar dinero.
Debería imponer
límites constitucionales, un techo, al gasto público y hacer obligatorio el
equilibrio presupuestario. La nueva constitución debe ser debatida con la
colaboración del club de fans desencantados de Milei: el verdadero liberalismo
exige que se debata con los adversarios, no que se les grite.