Por José Luis
Milia
Informador
Público, 27-10-23
Convengamos que
desde hace mucho tiempo Argentina carece de dirigentes probos. Lo mejor que
hemos tenido, desde 1983, ha sido la banda de ignorantes que rodeaban a Alfonsín.
Al menos, eran honestos. Otros, parecidos a ellos -no en lo que respecta a
ignorancia, pero sí estúpidos de toda estupidez- fueron la comparsa del
cuatrienio de Macri; si hoy estamos así es debido sí, a la ignorancia y
estupidez de algunos, pero, fundamentalmente, porque la dirigencia peronista,
nada estúpida, pero sí ignorante, deshonesta e inmoral hasta el tuétano, ha
arrasado con la Argentina.
Pasaron las
elecciones generales, y nada sucedió como deseábamos. Lo mejor que podía
exhibir esa impresentable chusma que se llama -¿o se llamaba?- Juntos por el
Cambio, era Patricia Bullrich, pero era demasiado buena para que ese rebaño de
egos tumefactos -seres minúsculos auto convencidos de que podían cagar por
sobre el cogote- la apoyaran, por lo que, en su pequeñez, promovieron, por
acción u omisión, la derrota del 22-O. Patricia Bullrich tuvo que comerse -por
leal y coherente- un sinnúmero de bellaquerías y ruindades de parte de gente
como Morales, Larreta, Pullaro, Lousteau y otros.
Patricia perdió,
pero nos ha dejado algo que es muy difícil, casi imposible, de encontrar entre
los políticos argentino: grandeza. Más allá de las agresiones recibidas de
aquel que creyó que podía construir su camino a la presidencia atacándola,
Patricia ha privilegiado a la república y sus instituciones antes que su
persona.
Lo que podía ser
una duda, hoy, gracias al gesto de grandeza y patriotismo que nos ha dado
Patricia, se ha diluido. Javier Milei no es lo mejor que nos puede pasar, más
aún, con una multitud atrás hasta podría calificarlo de peligroso, pero frente
a lo que representa Massa, un hombre que en un ranking de corrupción está a la
altura de Cristina Fernández y que, portador de una ambición desmedida y de una
falta de escrúpulos inigualable, no dudará un segundo en utilizar cualquier
método, por espurio que sea, para lograr sus objetivos, ya no cabe duda alguna,
recordemos -es historia reciente- que Elisa Carrió llamó a votar en 2003 por
Néstor Kirchner “por ser el mal menor” y tuvimos que soportar veinte años de robos,
chantajes y vandalismo.
Hoy, antes del
ballotage -y con el gesto de Patricia en la mochila que nos muestra que hay aún
gente que privilegia la Patria por encima de sus sueños y pasiones- no
escuchemos a los verdaderos perdedores del 22-O; ignoremos a Morales, Carrió,
Vidal, Larreta, Pullaro y tantos otros que trabajaron en contra de la
candidatura de Bullrich; animémonos a todo, porque sólo con coraje se puede
sacar a Argentina del marasmo en que el peronismo kirchnerista la ha sepultado.