¿liberal o conservadora?
POR MIGUEL ANGEL
IRIBARNE
La Prensa,
02.06.2024
Buena parte de los
países hispanoamericanos transcurrieron su vida política interna entre fines
del siglo XIX y comienzos del XX como una opción permanente entre dos partidos:
uno de naturaleza –y frecuentemente de nombre- “conservadora” y otro “liberal”.
Así ocurrió, por ejemplo, en Chile, en Colombia, en Estados de Centroamérica, y
–bajo otros rótulos- en Uruguay y Paraguay.
No fue así en la
Argentina. Consolidado el Estado Nacional en 1880 con la federalización de
Buenos Aires, se constituyó la gran fuerza de gobierno, el Partido Autonomista
Nacional que, por sí mismo o a través de sus desprendimientos, condujo al país
hasta 1916.
Son curiosas las
formas disímiles con que nuestra historiografía ha calificado a tan
significativa etapa: desde “la República liberal y mercantil” según el
nacionalista Ernesto Palacio hasta “el orden conservador” de acuerdo al
filorradical Natalio Botana.
Desemejanza que, en
realidad, recubre el hecho de que el PAN (partido endógeno, es decir,
organizado desde el poder) amalgamó sensibilidades e ideologías o
protoideologías diversas con la amplitud suficiente como para no desmentir
ninguna de ambas caracterizaciones.
LA GRAN SINTESIS
Esa amalgama se
realiza cabalmente en la figura que más acabadamente lo encarna, y que nos
permite hablar, simplemente, del ciclo de Roca.
Porque es en el
conquistador del desierto en quien se concreta, en el plano histórico-político,
la gran síntesis intelectual de Alberdi, la cual aunaba la afirmación resuelta
de las libertades civiles y la igualdad jurídica con la actitud de vigilancia
permanente contra la anarquía que, el Zorro dixit, “siempre acecha a la vuelta
de la esquina”.
Del mismo modo que
el federalismo fue reivindicado por ambos como correspondiente a la
constitución histórica de la Nación con la misma intensidad que el mando
unipersonal procedente de nuestra tradición política trisecular.
Por ende, las
libertades fueron progresivamente ejercidas por los argentinos, viejos y
nuevos, porque existía un poder nacional respetado y no a pesar de ello.
EL RETOÑO DE
EUROPA
En esta
perspectiva, el elemento liberal, de bases empíricas y no ideológicas, llegó a
constituirse en una modalidad difícilmente disociable de nuestro rostro
histórico y del reconocimiento de nuestras raíces en la civilización europea. Y
en ese punto se fusionó con la actitud conservadora, que no es otra cosa que el
instinto de supervivencia de la Nación en su identidad propia.
Precisamente en
esa convergencia de visiones y en su simbiosis la Argentina tiene sus mejores
títulos para considerarse como el retoño más genuino de Europa en
Latinoamérica.
En efecto: en el
conservatismo se cifra la “neguentropía” de una nación, su resistencia a la
caducidad, o, como diría el ilustre sociólogo y economista italiano Vilfredo
Pareto, “el residuo de persistencia de los agregados”.
Este presupuesto
cultural debe permear especialmente a aquellos cuerpos del Estado, como la
Justicia, las Fuerzas Armadas y las de Seguridad, de los cuales depende su
faceta, por así decir, hobbesiana.
Roca lo tuvo
siempre muy claro y la mayor irresponsabilidad de una Clase Política consiste
en subestimarlo.
Es porque existe
el orden que florecen las libertades. De otro modo, un seudoliberalismo termina
metamorfoseándose en la cultura woke de cuyo carácter deletéreo somos hoy
testigos en los países más ricos.
La simbiosis a que
aludimos resulta un rasgo distintivo de la cultura política europea u
occidental (como quiera llamársela).
De hecho no se
verifica en otras grandes civilizaciones como la china, la islámica o la india,
porque en ellas no hay lugar para la persona como “arquitecto de su propio
destino”, concepto que acaba de reiterar el Presidente extrayéndolo de Amado
Nervo .
Por eso ser
conservador en cada una de esas áreas implica, en mayor o menor grado, albergar
tendencias autocráticas o llanamente totalitarias.
Ahora bien: traer
estas reflexiones a nuestra actualidad nacional implica recomendar todo lo que
favorezca la reconfiguración de la oferta político-electoral.
Hace falta
distinguir limpiamente los sistemas. No nos engañemos: Lousteau, Manes y sus
acompañantes ya han elegido su campo. Lo que hace falta ahora es tomar la iniciativa
estratégica para reunir, con amplitud, las fuerzas conservadoras, liberales y
populares.
Si ello ocurrirá a
través de un “partido único de la revolución”, como hizo Perón en 1946, es
aventurado decirlo. Quizás la liquidez de nuestro cuerpo político induzca a
estructuras más flexibles y alianzas a geometría variable. En cualquier caso,
debe actuarse con la convicción de, desde 2021, vivimos en el país el kairós,
el tiempo oportuno, para la Derecha. Y que no debe ser malversado.
* Profesor emérito
de la Universidad Católica Argentina. Fue decano de la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales de la Universidad Católica de La Plata.