Ricard Mestres
La crisis es
demoledora y sus efectos, incluso cuando se detenga la caída, continuaran
dañando a personas y familias durante años. La Iglesia , los católicos
estamos dando una respuesta excelente en términos de solidaridad, de ayuda a
las persones necesitadas. Todo sería peor sin Cáritas, sin tantas asociaciones
católicas, sin el esfuerzo de miles de parroquias, de congregaciones
religiosas. Pero al mismo tiempo las propuestas, los diagnósticos inspirados en
la doctrina social de la
Iglesia están ausentes del escenario público. A pesar que la DSI es el planteamiento global
y alternativo más completo que existe al actual estado de cosas, carece de
presencia por falta de aplicaciones, de encarnación en propuestas de políticas
públicas. La crisis es daño, pero también reto, y por tanto oportunidad, y una
vez más vamos a dejar pasarla. No, no debemos, no podemos.
Tenemos una
fructífera experiencia de catolicismos social generada sobre todo en la primera
mitad del siglo pasado, que ha construido la Europa del bienestar que ahora se degrada. Una
respuesta que fue técnicamente eficaz y socialmente humana, muy humana. Lo que
fue capaz de hacer Alemania consigo misma después del Gran Desastre del nazismo
y la guerra, lo acreditan. Construyeron por ejemplo la economía social de
mercado, y con contradicciones y renuncias todavía viven, y bien, de aquel
cambio. Muchas otras iniciativas parciales o globales se llevaron a cabo. Por
eso con fidelidad a esta capacidad católica, debemos relanzar ahora el
cristianismo social de la mano de diagnósticos adecuados, buenas respuestas,
proyectos e iniciativas capaces de informar unas nuevas políticas públicas,
sociales y económicas.
Este es uno de los
motivos principales del porqué del Congreso Crisis Económica y Crisis Social:
¿una cuestión moral?. Empezar a tejer para tomar fuerza el año próximo una red
de conocimiento mutuo, colaboración, complicidad para impulsar en el seno de la
sociedad una fuerte corriente inspirada en el cristianismo social, capaz de
impregnar cultura, instituciones, gobiernos y posición, no tanto en razón de su
cristianismo como por la bondad de sus diagnósticos y propuestas.
El Congreso es el
prólogo necesario, la ocasión para conocernos y a partir de ahí relanzar el
cristianismo social: en las sesiones, en la comida, en los descansos y en las
conversaciones de pasillo, en la lista de asistentes que serán, sino todos, en
buena medida con quien podremos, juntos, iniciar esta respuesta que tanto
necesita la Iglesia
y la sociedad.
ForumLibertas,
16-11-12