Frente a la tesis de que votar o
participar en los partidos políticos es contrario a la doctrina católica y algo
intrínsecamente malo, un pecado grave
Héctor Hernández
Evolución de
la Santa Sede respecto de la participación de los católicos en la política
Hacia los años
´70 del siglo XIX, ante el ataque a la Iglesia Pío IX desarrolló la política
del Non
expedit, que prohibía a los católicos intervenir en la política italiana,
pero no por una cuestión doctrinal contra los partidos, sino por la agresión a
la Iglesia con la usurpación de los Estados Pontificios y la persecución a la
religión. - Cabe cuestionarse si esta medida política era de obligatorio acatamiento por todos y cada uno de los
católicos italianos. “León XIII siguió fiel al programa de su antecesor en las
relaciones con el gobierno italiano […] Es verdad que en 1878 autorizó a los
católicos para tomar parte en las elecciones municipales y provinciales; pero
mantuvo la prohibición de intervenir en las Cámaras legislativas” [1].
Estamos en una
época donde el liberalismo es importante, posterior a la Revolución Francesa, y los papas no ven que sea un pecado votar o
formar parte de los partidos, sino que se guían por la doctrina de la
implícita legitimidad de votar y “partidopolizar”, y si se plantea una
abstención es por otros motivos.
***
San
Pío X
“Será aceptable y deseable la
intervención de los católicos para que a los cargos públicos vayan quienes
miren mejor por la religión y la patria”[2].
***
Ejercicio
obligatorio del voto según Pío XI
El Papa Pío XI, en
su carta apostólica Firmissimam
Constantiam, sobre la situación religiosa en Méjico y destinada a su
episcopado, llega a escribir este texto:
“un católico se guardará bien de descuidar…el ejercicio del derecho de
votar”.
Quiere
decir que lo considera un derecho
subjetivo, lo cual nos permite inferir: a) como nunca un derecho subjetivo puede tener un objeto malo, no es intrínsecamente malo votar; b) dado que hay derechos subjetivos de
ejercicio facultativo (salgo a dar una vuelta por la calle, si quiero…) y de
ejercicio obligatorio (el deber de educar a mis hijos), y acá se habla de no
descuidar su ejercicio, nos viene a decir que cuando están en juego cuestiones
la Iglesia y la Patria ese ejercicio es
obligatorio; c) quiere decir que
se puede y se debe discutir con el voto,
y de otros modos (ya veremos lo que dice el mismo texto) las cuestiones que
para nosotros son indiscutibles. Cuanto más indiscutibles para nosotros sean
las verdades católicas y las verdades de la Patria, más estamos obligados a pelear con el medio honesto que fuere y a
discutir, si es prudente hacerlo. Obvio, entonces, que no es malo hacerlo.
Transcribo
los números 39 y 40 del documento para que se tenga idea del contexto, y en
nota doy una síntesis:
“Esta recta formación del perfecto
cristiano y ciudadano, cuyas buenas cualidades y acciones todas quedan
ennoblecidas y sublimadas por el elemento sobrenatural, encierra en sí también,
como no podía menos de ser, el
cumplimiento de los deberes éticos y sociales [subrayo, H.H.]. San Agustín,
encarándose con los enemigos de la Iglesia, les dirigía este desafío, que es un
encomio de sus fieles: ´Dadme tales padres de familia, tales hijos, tales
patronos, tales súbditos, tales maridos, tales esposas, tales hombres de
gobierno, tales ciudadanos, como los que forma la doctrina cristiana; y, si no
podéis darlos, confesad que esta doctrina cristiana, si se cumple, es la
salvación del Estado´ [cita Epístola 138]. Siendo esto así, un católico se guardará bien de descuidar,
por ejemplo, el ejercicio del derecho de votar cuando entran el juego el bien
de la Iglesia o de la patria; ni habrá peligro de que los católicos, para
el ejercicio de las actividades cívicas y políticas, se organicen en grupos
parciales, tal vez en pugna los unos contra los otros o contrarios a las normas
directivas de la autoridad eclesiástica; eso serviría para aumentar la
confusión y desperdiciar energía, con detrimento del desarrollo de la Acción
Católica y de la misma causa que se quiere defender” [3].
***
Enseñanzas de
Pio XII que son un mandato implícito a votar por un partido
Es interesante
reparar en documentos de Pío XII que voy a mencionar y el momento en que se
dieron, dirigiéndose a la Acción Católica, a la que invariablemente él como su
antecesor, Pío XI, separaban y querían preservar de la acción política
propiamente dicha, es decir de comprometerse con los partidos políticos, pero
fíjense qué tarea le daba a dicha institución.
En ocasión de
la gran contienda electoral entre el Partido político Democracia Cristiana y el
Partido Comunista, el 20-IV-1946 enseñaba así (pongo corchetes que me servirán
luego para reflexionar):
“Ella [la
Acción Católica], bien entendido, no es un partido político y está por encima
de la política de partido [1]. Pero [2] precisamente por eso debe, tanto más en
estas semanas y en estos meses [“anteriores a una elección general de
excepcional importancia en Italia”, acota el compilador Belaúnde], iluminar a
los católicos sobre los intereses religiosos que están al presente en serio peligro
y persuadirles, no solo en público sino también en privado, a hombres y
mujeres, uno por uno, de la importancia y de la gravedad de la obligación que,
como cristianos, les constriñe a la recta observancia de sus deberes políticos”
[3][4].
Reflexionemos: punto 1: ni la Iglesia como
tal ni la Acción Católica deben mezclarse con los partidos políticos y están
por encima de la política de partido. Punto 2: “Pero” indica adversación, es
decir, es cierto que estamos afuera institucionalmente, mas siendo uno solo el
hombre que tiene pertenencias y deberes patrios y religiosos, precisamente como
estamos encima por eso mismo debemos iluminar, desde arriba pero iluminar.
Punto 3: En ese momento y por lo que dice públicamente, lanza una campaña a votar contra el comunismo. A usar el deber político de votar. ¿Qué otro deber podía estar allí aludido?
El texto de
Pío XII que sigue es sintetizado así por Belaúnde: “Los miembros de la Acción
Católica tienen derecho a actuar en política, ´ y aun puede ser totalmente deseable´
que lo hagan” (p. 57, comillas del compilador y subcomillas de Pío XII). Desde
luego que se refiere a la política que había… la política con partidos y
votaciones.
Va el texto,
fechado el 3-V-1951):
“Nos no
tenemos necesidad de enseñaros que la Acción Católica no está llamada a ser una
fuerza en el campo de la política de partido. Los ciudadanos católicos en
cuanto tales pueden unirse en una asociación de actividad política, y están en
pleno derecho de hacerlo, no menos como cristianos que como ciudadanos. La
presencia en sus filas y la participación de los miembros de la Acción Católica
–en el sentido y dentro de los límites señalados- es legítima y aun puede ser
totalmente deseable” (p. 58).
El siguiente
texto, dirigido al I Congreso Mundial del Apostolado de los Laicos, 14-X-1951,
es muy difícil de sintetizar y es tan rico que tampoco queremos hacerlo:
“Necesaria y
continuamente la vida humana, privada y social, se encuentra en contacto con la
ley y el espíritu de Cristo; de ahí resulta, por la fuerza misma de las cosas,
una compenetración recíproca del apostolado religioso y de la acción política.
Política, en el sentido elevado de la palabra, no quiere decir otra cosa que
colaboración al bien de la Ciudad, “polis”. [1] Pero este bien de la ciudad tiene
una extensión muy grande y, por consiguiente, es en el terreno político donde se debaten y se dictan también las
leyes de la más alta importancia, como las que conciernen al matrimonio, a la
familia, al niño, a la escuela, para limitarnos a estos ejemplos. ¿No son ésas
cuestiones que interesan en primer término a la religión?¿Pueden dejar
indiferente, apático, a un apóstol? [2] En la alocución del 3 de mayo de 1951
hemos trazado el límite entre Acción Católica y acción política. La Acción
Católica no debe entrar en lid con la política de partido [3]. Pero, como lo
dijimos también a los miembros de la Conferencia Olivaint, ´tan loable como es mantenerse por encima de las
querellas contingentes que envenenan las luchas de los partidos, … [4] tanto
sería reprobable dejar el campo libre, para que dirijan los asuntos del Estado,
a los indignos o a los incapaces´ (discurso 28-III-1948). ¿Hasta qué punto
puede y debe el apóstol mantenerse a distancia de ese límite? Es difícil
formular sobre este asunto una regla uniforme para todos. Las circunstancias y
la mentalidad no son las mismas en todas partes” (pp. 58-59).
- Mientras en “1” se distingue el campo de la
religión (la Iglesia y la Acción Católica, institucionalmente), de la política;
en “2” se
dice que en esta última se juegan las grandes cuestiones que interesan a la
religión y a la patria; en “3”
se dice que el modo típico de actuación en la política, así no sea el único, es
en los partidos con sus problemas (no lo son los cuerpos intermedios, que son
infrapolíticos salvo que ellos tengan inserción decididamente política). En “4” invita a sopesar las cosas
pero también a no dejar el campo al enemigo en los partidos políticos.
***
Pío XII crea
el “Movimiento de animadores” para votar por la Democracia Cristiana contra el
comunismo, a pesar de sus prevenciones legítimas contra ella
Señala Bruno
Vespa que el 20 de enero de 1948 estaba
Pío XII en su despacho con el gran genetista Luigi Gedda conversando
preocupadísimo sobre el futuro de su patria, Italia, y sobre quién podría
movilizar al electorado católico para derrotar al Frente popular manejado por
los comunistas.
“¿Quién
podrá hacer esto?”, se preguntaba. “El Papa tenía la inquietud por la eventual
victoria comunista. Decir que no confiase en De Gasperi es excesivo; es cierto
que no le gustaban las disputas (“beghe”)
de partido que desde antes debilitaban a la Democracia Cristiana, pero
sobretodo no estaba convencido que los políticos pudiesen arreglárselas solos
(“farcela da soli”). Fue así como el 20 de enero acogió con entusiasmo la
respuesta de Gedda a su angustiante pregunta [sobre quién hará todo esto]: un
´movimiento de animadores´ sacudiría desde las raíces el sentimiento
católico”
Pero al bajar
las grandes escaleras, Gedda pensó en dar a su movimiento político (que acababa
de crear con el Papa) un nombre más cautivante o “con más gancho” [“intrigante” dice el texto italiano]: “comités cívicos”.
Como cuenta el propio Gedda en sus memorias –sigue Vespa- “Pío XII se ocupó en
primera persona de este aspecto de la campaña electoral, conducidas por 300.000
voluntarios bajo la guía de Gedda”. Como un activista político en funciones,
empezó a dar órdenes .
¿Para qué?
¿Para rezar, para estudiar, para hacer una procesión, para insertarse en el
Colegio de Farmacéuticos o en un sindicato?
– No. Para la
lucha electoral en defensa de su
patria, Italia.
“Ordenó al
substituto Montini [que era maritainiano] a través del ´teléfono blanco´ [se
supone que era un teléfono privado para comunicarse con el Secretario de
Estado, el segundo suyo en el Vaticano]
poner a disposición de los Comités cívicos el dinero que hiciera falta,
recibía a Gedda en audiencia con notable frecuencia, e impartió a toda la
jerarquía eclesiástica las instrucciones necesarias”.
¿Quién dijo
que era pecado mortal no votar en ese caso?
- El Gran
Giuseppe Siri.
Nos sigue
relatando Vespa que en cumplimiento de esas órdenes el Arzobispo de Boloña,
Cardenal Lercaro, organizó los “volantes católicos”. Y que el Gran Giuseppe
Siri, Arzobispo de Génova, que luego escribiría Gestsemaní y a quien nadie puede ni pudo acusar de cómplice con la
Revolución ni de maritainiano, ni de modernista ni de demócrata cristiano, “emitió una proclama en ocho puntos
cuya substancia era ésta: constituye
pecado moral no votar, o votar por los comunistas” [5].
El Cardenal
Siri pone a los católicos ante dos pecados
Fue así como
salieron a votar las monjas de clausura. ¿A votar por quién? ¿Por el orden
social corporativo?
– No, por el
partido político Democracia Cristiana. Sigue Vespa diciendo que Andreotti y De
Gasperi – cuyas lamentables trayectorias
posteriores declinando frente al divorcio y el aborto son conocidas, y cuya enfermedad maritainiana les venía de
antes- reconocieron el decisivo
aporte a la campaña partidopolista del Papa.
Incluso el apartamiento de los jefes demócratas cristianos del Derecho
Público Católico ya había sido ostensible y había merecido los reproches de Pío
XII[6]. No
obstante, el mal mayor era el comunismo.
Otro autor
escribe: “Pacelli reclamo a todo el clero, incluídas las monjas de clausura,
que participasen de las votaciones. Se vieron a estas hermanas salir por
primera vez de los conventos y arrimarse un poco desorientadas a las mesas
electorales; a los seminaristas fue consentido de vestir ropas civiles y fue
negada cualquier misión de prelados al exterior para no perder ni siquiera un
voto. Pacelli había seguido minuto a minuto el desarrollo de la competencia
electoral”[7].
***
Sardá y
Salvany
Propone
crear un partido político confesional para impugnar el liberalismo. Veamos.
Habla el cura
español, y nosotros opinamos solamente con los subrayados[8]:
“¿Es más conveniente defender en
abstracto las doctrinas católicas contra el Liberalismo, o defenderlas formando un partido que las personifique? Esta cuestión se ha propuesto mil veces,
aunque nunca seguramente con la franqueza con que nos atrevemos nosotros a
proponerla aquí.[…]. Una buena parte de nuestros hermanos […] dicen que sí
conviene [hay que entender, “defenderlas en abstracto”]. Nosotros sostenemos
decididamente que no. Es decir, creemos que es mejor, y que es lo único
práctico y viable y eficaz, atacar al Liberalismo y defender y oponerle las ideas antiliberales, no en
abstracto, sino en concreto, esto es, no solamente por medio de la palabra
hablada o escrita, sino por medio de un
partido de acción, perfectamente antiliberal […] Lo más práctico aquí es, no la defensa
simplemente abstracta y teórica de las doctrinas, sino ayudar y favorecer a los
que en el terreno práctico procuran plantearlas, y combatir, desautorizar y
aniquilar, si se pudiese, a los que en el mismo terreno práctico se oponen a su
realización […] Cansados estamos de idealismos místicos y poéticos, que a nada
conducen más que a una vaga admiración de la verdad, si a tanto llegan […] El
problema actual, en que anda revuelto el mundo, es brutalmente [subrayado en el
texto] práctico en toda la propiedad del adverbio subrayado […y tras encarecer
una y otra vez la acción efectiva, remata:] urge, pues, oponer a la pluma la
pluma; a la lengua, la lengua; pero principalmente al trabajo, el trabajo; a la
acción, la acción; al partido, el partido;
a la política, la política; a la espada (en ocasiones dadas) la espada (pp.
176/177). […] Lo que se llama, pues, un partido
católico, sea cualquiera el otro
apellido que se le dé, es hoy una necesidad […] ¿Qué inconveniente hay en que
un partido católico se lance hoy día
a la cruzada que permitan las circunstancias, la de los periódicos, la de los
círculos, la de los votos, la de la
pública manifestación, mientras aguarda la hora histórica en que disponga Dios
enviar a favor de su pueblo cautivo la espada de un nuevo Constantino o de un
segundo Carlomagno? (p. 178).
***
José Antonio
Primo de Rivera
El fundar el
Movimiento de la Falange, y antes de elecciones en las que sería candidato,
expresó:
“¡Votad lo que os parezca menos malo!”[9]
Como es
sabido, José Antonio Primo de Rivera se presentó como candidato a diputado por
Madrid el 4 de octubre de 1931 y perdió; el 29 de octubre de 1933 pronuncia el
discurso de fundación de Falange Española, hace campaña electoral y el 19 de
noviembre de 1933 sale elegido diputado a Cortes por Cádiz. Inicia su actuación
en el Segundo Parlamento de la República el 19 de diciembre de 1933.
Julio
Meinvielle
“Cabe también al católico intervenir en la
gestión de negocios públicos y en tomas de posiciones, aún de política partidaria, respecto de la procuración del bien
común”[10].
Obvio.
¡Por la
Argentina!
Héctor H. Hernández
[1] LLORCA, GARCÍA VILLOSLADA-MONTALBÁN,
Historia de la Iglesia Católica, IV,
Edad Moderna, BAC, Madrid, 1963, p. 490.
[2] San Pío X, citado por
CAPONNETTO, Antonio, La perversión
democrática, Santiago Apóstol, Buenos Aires, 2008, p.261.
[3] Firmissiman
Constantiam. Cfr. Doctrina Pontificia.
Documentos políticos, BAC., p. 724 y ss.., citas en pp. 742 y 743. La
encíclica comienza aludiendo a los que combaten la religión de la gran mayoría
de los mejicanos (1). Alude luego a las apostasías o debilidades de los
que “se hacen cooperadores de la
descristianización de un pueblo que debe a la religión sus mayores glorias”
(2). Alude luego a la formación del clero (5 y ss.), a la formación de los
seglares (9 y ss), a la labor del clero y de la Acción Católica (19 y ss.), y
desemboca (33 y ss.), en “las reivindicaciones sociales y políticas”: “cuando
llegara el caso de que esos poderes constituidos se levantasen contra la
justicia y la verdad hasta destruir aun
los fundamentos mismos de la autoridad, no se ve cómo se podría entonces
condenar el que los ciudadanos se unieran para defender la nación y defenderse
a sí mismos con medios lícitos y apropiados contra los que se valen del poder
público para arrastrarla a la ruina (nro. 35, pp. 740-741). Y entonces
establece unos “principios generales” de acción, señalando que no deben hacerse
cosas “intrínsecamente malas” (segundo principio, nro. 36, p. 741), apelando a
medios proporcionados al fin, “que no proporcionen a la comunidad daños
mayores” (tercer principio, nro. 3, p. 741: como se ve, va recordando los
requisitos de la resistencia contra la opresión), llegando a aludir en seguida a “la defensa
violenta”, si bien ella “no es en manera alguna de la incumbencia del clero ni
de la Acción Católica como tales instituciones […]” (nro. 36, principio 4, p.
741). Pero el texto sigue inmediatamente
diciendo (en forma implícita) que ambos sectores (el clero y la Acción
Católica) deben formar a los ciudadanos hasta para la acción violenta antes
aludida. Después de “instituciones” va
una coma y continúa así: “aunque también, por otra parte, a uno y otra
pertenece el preparar a los católicos para hacer recto uso de sus derechos y
defenderlos con todos los medios legítimos”. Y tras la alusión a que “la
actividad cívica de los católicos mejicanos debe regirse por una “visión
sobrenatural de la vida” (nros. 37 y 38), sigue el texto de los párrafos 39 y
40. Lleva fecha 28 de marzo de 1937. El documento es una incitación hasta a una
justa reacción violenta. Y en el marco que aquí resumimos, al “ejercicio de los
derechos cívicos y políticos en toda su amplitud, [repito lo ya puesto, para
machacar] incluyendo también los problemas de orden puramente material y
técnico o de defensa violenta […]”.
[4] Belaúnde, Cesar H., La política en el pensamiento de Pio XII, (Selección
y ordenamiento comentado de textos pontificios por C.H.B), 2da. Ed. Revisada y
completada, Emecé editores, Buenos Aires, 1962, p. 57.
[5]
VESPA, Bruno, Storia d´Italia da
Mussolini a Berlusconi, Oscar Storia, [no tengo fecha], pp. 73-74.
Agradezco las sugerencias de Emilio Cura; la capacidad de razonamiento de todo
el CEUR; y la sabia habilidad para manejarse en Internet y erudición de Pablo
Jaraj.
[6]
BARREIRO CARÁMBULA, Ignacio, “Los problemas de la democracia cristiana”, en Verbo, nro. 511-512, enero-febrero 2013,
pp. 41-64. Sinteticemos el artículo de Verbo con un recordado amigo: “Dario
Composta hace notar que la Democracia
Cristiana considera que la Revolución francesa fue de voluntad de Dios” (p.
48). De ahí en más el trabajo de
Barreiro es un documentado y veraz relato de las traiciones cometidas por dicho
Partido o movimiento. Ya en 1946-47 abdicaron de redactar una Constitución
católica, “contra las precisas instrucciones de Pío XII” (p. 50). Terminaron aceptando el divorcio y el aborto.
Habían empezado aceptando la soberanía popular. Podían representar a las
grandes mayorías católicas, y eran mayoría, pero tenían el complejo del
modernista: “Hubo también una equivocada percepción de la realidad. En muchos
países los católicos se veían a sí mismos como minoría, aun si en 1945 en
Italia eran la mayoría. Por lo tanto pensaban que necesitaban tender puentes
con el mundo moderno para contrarrestar lo que percibían como un aislamiento”
(p. 62). – Es la misma percepción argentina de que el movimiento más popular en nuestra Patria
y que más personas convoca es la Iglesia Católica. La única religión
jurídicamente protegida y la única perseguida.
[7] SPINOSA, Antonio, Pio XII. Un papa nelle tenebre, Oscar
Storia, Mondadori, (s/d), p. 401.
[8] SARDÁ Y SALVANY, Félix, El liberalismo es pecado, Cruz y Fierro,
Colección Clásicos contrarrevolucionarios, Buenos Aires, 1977.
[9] El
texto sigue “Pero no saldrá de ahí nuestra España, ni está ahí nuestro marco”
[refiere a las elecciones y a los partidos].
PRIMO DE RIVERA, José Antonio, Obras
completas, Publicaciones Españolas, Madrid, 1949, recopilación y ordenación por Agustín Río
Cisneros y Enrique Conde Gargollo, p. 22.
[10]
MEINVIELLE, Julio, Concepción católica de
la política, en Julio Meinvielle,
Biblioteca del pensamiento nacionalista católico (Dictio, Buenos Aires,
1974), p. 157, recontrasubrayado H.H. .