Por Gonzalo Neidal
Alfil, 31 enero, 2017
Por ofender a los dioses, Sísifo fue enceguecido y
condenado a cargar una inmensa roca hasta la cúspide de una montaña para que,
al cabo de su descomunal esfuerzo, la roca se despeñara hacia el valle y
debiera volver a cargarla, eternamente.
Nosotros ya estamos merecidamente ciegos, al menos
para visualizar nuestros verdaderos problemas. Y estamos condenados a discutir,
una y otra vez, y al parecer para siempre, aquellos duros años de guerra y
muerte. Ya pasó con el feriado del 24 de marzo. Finalmente Macri retrocedió, se
volvió a rectificar y restituyó la inmovilidad al feriado que conmemora la
fecha del golpe militar de 1976, tal como se lo pedían desde la oposición
aunque es cierto que también lo hacían algunos aliados.
Ahora, hay novedades otra vez. El titular de Aduanas,
Juan José Gómez Centurión fue invitado a un programa de televisión el domingo
por la noche y fue requerido acerca de su pensamiento sobre la dictadura
militar, los desaparecidos y otros temas vinculados. ¿Qué dijo Gómez Centurión?
Que para él la dictadura no llevó a cabo “un plan sistemático de exterminio”.
Que él no suscribe la calificación de “genocidio”. Y que la verdad histórica no
reconoce 30.000 desaparecidos sino que la cifra ronda los 8.000.
Y sucedió lo que era previsible. Todos saltaron a
cuestionarlo. Los más duros, los enemigos del gobierno, los que incluso aspiran
a derrocarlo cuando las circunstancias lo permitan, piden la destitución
inmediata de Gómez Centurión.
Otros, los políticos que adoran la corrección, esas
jóvenes vírgenes de la República que, como diría Alfonsina, se cuidan hasta de
que “un rayo de luna rozado las haya”, también salieron a criticar y
cuestionar. No vaya a ser cosa que alguien les sospeche o endilgue simpatía con
los dictadores.
Y lo peor, lo que se ha ya transformado en una
costumbre: desde el propio gobierno, funcionarios prominentes también salen a
tomar distancia de Gómez Centurión. En cambio, ningún miembro del gobierno, ninguno,
salió a pedir micrófono para decir que este gobierno es tolerante, que Gómez
Centurión está a cargo de la Aduana, que en su tarea es un funcionario
eficiente y que puede opinar lo que quiera sobre temas de política general o
historia. Ese funcionario hipotético, que bien podría ser el propio presidente,
podría añadir que así como se permite que en Radio Nacional tengan voz
personajes como Eduardo Anguita y otros, que se muestran partidarios de las
organizaciones terroristas que asolaron al país durante los setenta, Gómez
Centurión, que no hace periodismo sino que cumple funciones en la Aduana, puede
tener una opinión distinta, no sólo a la de Anguita sino también a la del
gobierno que integra.
Este columnista coincide en líneas generales con la
visión que tiene Gómez Centurión sobre el significado de la guerra de esos
años. Pero no se trata de eso. En este caso no se trata de defender y explicar
cuánto de razón y de verdad hay en los dichos de Gómez Centurión. De lo que se
trata es de la libertad que tiene un funcionario que es eficiente en su labor,
para pensar lo que quiera sobre temas políticos o históricos, en tanto eso no
afecte su tarea ni cuestione la política del gobierno en esa área.
¿O es que el gobierno debe someterse a la dictadura
ideológica de los que tienen otro punto de vista respecto de los años setenta?
Este gobierno, influido por el asesor Durán Barba, tiende a subestimar todo
debate ideológico con el argumento de que “no son temas que les interesen a la
gente”. Así lo expresan algunos funcionarios con mirada condescendiente, propia
de sabelotodo. El debate de ideas no es algo que suela interesar en la cúspide
de este gobierno. En el think tank macrista parecen pensar que los votantes
sólo tienen en cuenta los kilómetros de caminos construidos, las cuadras de
cloacas puestas en servicio, los hospitales inaugurados y la tasa de inflación.
Pues bien: se equivocan. Una cosa es abrazarse a fantasmas ideológicos
vetustos, como un mero pretexto para no discutir “las cosas” y otra muy distinta
es construir y, a la vez, remachar con explicaciones y debates aquello que se
hace.
El gobierno no debería subestimar la importancia del
debate político y aún ideológico. Él no corre el peligro de sustituir la acción
y la construcción del país por el debate. No corre el riesgo de chapotear en la
charca de los temas intrascendentes ni de sobrecargar la gestión con ideología
improcedente. Pero pecaría de ingenuo si piensa que las ideas son un mero
divertimento de intelectuales decadentes.
El gobierno adora mostrarse tolerante. Pero que
sepamos, la tolerancia no consiste en abdicar de las propias ideas para dejar
que reinen las del adversario político. Ya sucedió con declaraciones similares
hechas por Darío Lopérfido, que le costaron el cargo.
Salió ya el propio Gómez Centurión a pedir disculpas
si alguien se sintió ofendido por sus dichos. Correcto. Y salió Cristina a
imputar a Macri por las opiniones de Gómez Centurión. Quizá piense que todavía
está prohibido opinar sobre temas políticos, históricos o ideológicos de
importancia. Esperemos que esta vez Macri no arrugue, que confirme a Gómez
Centurión y (quizá esto ya sería pedir mucho), emita una opinión sobre el tema
o bien advierta que en su gobierno existe libertad para que los funcionarios
expresen sus ideas con plena libertad.