La Nación, editorial,
30 DE ENERO DE 2017
Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) es una agrupación
formada por descendientes de etnias mapuches que pretenden recuperar tierras de
sus mayores en la Argentina y Chile y formar una nación propia que se extienda
en ambos lados de los Andes. La resistencia ancestral que propugna no es
retórica ni discursiva, sino violenta. RAM se siente autorizada a ejercer la
fuerza para lograr sus objetivos y promete que, dentro de su territorio,
"sólo habrá justicia ancestral". O sea, no regirán allí las leyes
argentinas ni chilenas, sino las normas consuetudinarias que esos pueblos
aplicaban conforme sus tradiciones centenarias.
Facundo Jones Huala encabeza ese movimiento, que ha
tomado notoriedad por sus ataques a estancieros y productores mediante
incendios, robos de ganado, tomas de tierras, daños a propiedades y lesiones a
personas en Chubut. Incluso, interfirió servicios públicos mediante un
prolongado corte al tradicional Expreso Patagónico ("la Trochita").
Poco han hecho los jueces y fiscales por miedo a las represalias.
Es irrelevante entrar en el análisis del primer
ocupante para determinar si pueden justificarse reclamos territoriales que
desmembren la Nación, pues la Constitución no los admite. Aunque reiterativo,
cabe recordar que las distintas comunidades que hablan mapudungun no son
originarias de nuestro país, sino de la Araucania (Chile), y sólo entraron
lentamente en nuestro territorio. Primero, para arrear ganado cimarrón en
provecho de comerciantes trasandinos; luego, al vaivén de las guerras de la
independencia en Chile y, finalmente, con la supremacía de Calfucurá desde su
instalación en las Salinas Grandes (1834) hasta la batalla de San Carlos de
Bolívar (1872).
La pretensión de invocar razones superiores para
ignorar el orden democrático e instaurar un sistema que se considera más justo,
más igualitario o más legítimo es conocida. De la pequeña justicia por mano
propia al completo trastrocamiento institucional, todas esas variantes han
dañado mucho a los países de la región.
Las recientes declaraciones de Jones Huala instando a
combatir el régimen "capitalista, de represión y tortura" hasta
"vencer o morir" configuran delito de sedición, que se suma a los
múltiples crímenes que convirtieron esa región en zona liberada.
Existe además una dimensión ética insoslayable. La
idea de que "sólo habrá justicia ancestral" en las tierras que
pretenden ocupar los seguidores de Jones Huala implica una regresión
incompatible con los valores de la Constitución nacional.
(...)
Una cosa es respetar el legado de los mayores,
manteniendo tradiciones que enriquecen la diversidad cultural, y otra muy
distinta es alzarse en armas para secesionar parte del territorio y aplicar
allí normas ajenas al orden jurídico argentino, que niegan valores universales.
Los reclamos de Jones Huala y sus seguidores han
excedido, además, las reivindicaciones históricas de su pueblo para servir de
vehículo al cual se suben todas las ideologías, odios y resentimientos que
desgarran a las naciones latinoamericanas. El fuego sagrado que parece inspirar
al joven rionegrino debería dedicarse a inflamar de otra manera corazones,
propiciando el bienestar de su pueblo.
Como el resto de los argentinos, nuestros hermanos
mapuches, descendientes de boroas, pehuenches y huliches, así como quienes se
reconocen tobas, matacos, mocovíes, guaraníes, tehuelches y quechuas, aspiran
al bienestar de sus familias y a educar a sus hijos para que logren su
realización personal en un mundo competitivo, conectado y tecnológico, sin
olvidar nunca su pasado.
Ése es el verdadero logro que se espera de quienes
aman sus pueblos de origen y no el fracaso impulsado por quienes los usan para
satisfacer patologías individuales hasta el punto de cometer delitos gravísimos
que la Nación no debe tolerar.