viva la filosofía
Dulce María Santiago
Doctora en Filosofía
La Nación, 9 de agosto de 2018
En 2015, el sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman
consideraba que "sacar a la filosofía de las aulas es un error",
porque la filosofía enseña a los alumnos las bases del pensamiento, de modo que
"lo que antes recibía el ser humano a través de su convivencia en
comunidad, ahora lo tiene que conseguir solo". Para el pensador de la
modernidad líquida, la carencia de formación filosófica es un fenómeno que
"nos dirige a la servidumbre".
Pero no solo en Europa, sino también entre nosotros,
en varios ámbitos académicos, la filosofía ha sido enviada al desván al reducir
su carga horaria, convertirla en materia optativa o despacharla al limbo de lo
virtual.
Sin embargo, este desprecio académico por la filosofía
ha provocado una reacción imprevista: ahora la filosofía interesa al público en
general. Casi no forma parte de los planes de estudio, pero se ha transformado
en lo que siempre pretendió ser, volviendo a ocupar el lugar que
originariamente tuvo: el ocio. Por eso la vimos como uno de los temas
preferidos de la reciente Feria del Libro, junto con el fútbol y el feminismo.
De esa manera, la filosofía, arrinconada en los ámbitos universitarios, ha
salido a la calle para mostrarse como una alternativa entre la oferta cultural,
brindando posibles respuestas a los interrogantes que el mundo nos impone. En
este contexto, puede decirse que la filosofía está de moda.
En efecto, la búsqueda del sentido de la existencia
humana y la necesidad de que el ocio no sea considerado una vana pérdida de
tiempo mueve a la gente de distintas edades a encontrar en la filosofía
argumentos y razones que no nos brindan las ciencias ni otras formas de
conocimiento.
Por otro lado, en esta "sociedad del
conocimiento" que ha crecido a pasos agigantados y desbordado la capacidad
humana de procesarlos e integrarlos en una totalidad con sentido, la filosofía
puede aportar mucho, no solo a la elaboración de una "síntesis ordenada"
de los conocimientos de las ciencias, sino también al diálogo interdisciplinar.
Las fronteras entre los diferentes saberes se han vuelto más lábiles y resulta
más compleja su demarcación. Para ordenar y valorar estos enfoques, la
filosofía resulta de gran utilidad.
Entre nuestros pensadores, Francisco Leocata, en su
obra Fenomenología de la praxis, también alude a esta transformación: "La
filosofía -escribió- ha comenzado a dar una primacía a la acción a partir del
idealismo de Fichte, y luego con el pensamiento del joven Marx ese giro ha
recibido una suerte de bautismo de fuego. Más exacto que decir que la filosofía
ha dado entonces una centralidad a la praxis sería afirmar que ella misma se
vio tentada de dar un giro epocal transformándose en praxis: los filósofos
hasta ahora han dado interpretaciones del mundo; ahora es necesario cambiarlo,
decía el famoso aforismo de las tesis sobre Feuerbach, aunque actualmente la
filosofía está muy lejos de creer que le corresponda a ella cambiar el mundo
[...]".
Estos son dos de los campos que la filosofía tiene por
delante: iluminar la acción humana y lograr la integración del conocimiento
científico y técnico que avanza raudamente sin que el hombre alcance a
comprender su significación, con sus posibilidades y sus límites. Esta
pervivencia de la filosofía muestra que todavía el hombre sigue siendo humano y
se resiste a dejar de serlo. Como afirma Leocata, "la filosofía no suple
la vida, pero ayuda a que tenga mayor nivel y plenitud".