y la idea justa de nación
por Sandro Magister
Por INFOVATICANA | 16
diciembre, 2019
Por su interés publicamos
aquí el último artículo del blog de Sandro Magister, Settimo cielo:
La contradicción está a la
vista de todos y en términos políticos es definible como un fracaso. El papa
Francisco pega sin descanso contra los soberanismos y nacionalismos, pero a
pesar de ello sus fieles votan en masa por los partidos soberanistas y nacionalistas,
tanto en Italia como en Europa
En Italia, por ejemplo, el
partido hoy más votado por los católicos practicantes es la Liga, con su jefe
Matteo Salvini (en la foto), devoto de la Virgen y junto con ello paladín del
bloqueo de los inmigrantes.
En el círculo restringido de
los confidentes de Jorge Mario Bergoglio está el que debe haberle hecho notar
este contraste entre lo que él predica y el comportamiento de los fieles.
Prueba de ello es el artículo publicado el 11 de diciembre en el “Corriere della
Sera”, con la firma de Andrea Riccardi, profesor de Historia de la Iglesia y
fundador de la Comunidad de San Egidio:
> Il nazional-cattolicesimo,
un pericolo per la Chiesa
Riccardi cita sólo de pasada
a Francisco. Se cuida bien de recordar su expresión más clamorosa, en una
entrevista del 6 de agosto pasado: “El soberanismo es una actitud de
aislamiento. Estoy preocupado porque se sienten discursos que se asemejan a los
de Hitler en 1934…”.
El profesor lamenta ante
todo “la carencia de reflexión en la Iglesia sobre este fenómeno”, es decir,
sobre el por qué “una parte de los católicos no acoge el mensaje social del
papa Francisco, mientras busca reaseguros y se muestra sensible a un
catolicismo que da identidad”.
Pero Riccardi es el primero
que renuncia a analizar la cuestión. Se limita a constatar que “los movimientos
soberanistas están atentos a los valores y a los símbolos cristianos” y que en
consecuencia “se eleva hacia la Iglesia una demanda de nacional-catolicismo”.
Una exigencia a su juicio “lacerante”, porque se opone “al universalismo
católico, herencia de los Papas y del Concilio, a cuya sombra han crecido la
Europa unida y tantas visiones y acciones hacia el mundo”.
Pero hay otro especialista
que ha publicado este año un ensayo que analiza a fondo precisamente la idea de
nación en Italia y en la sociedad occidental, contestando a las críticas
sumarias que se ejercen contra ella.
Este especialista es Roberto
Pertici, de 67 años, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de
Bérgamo y especialista sobre las relaciones entre Estado e Iglesia. Un
historiador de quien los lectores de Settimo Cielo ya han podido apreciar tanto
un iluminador análisis sobre el final del “catolicismo romano” puesto en
movimiento por el actual pontificado, como un comentario a “The Benedict
Option”, sobre el futuro del cristianismo en una época post-cristiana.
Pertici ha sido también una
firma prominente de “L’Osservatore Romano” en los años en los que el diario
vaticano era dirigido por Giovanni Maria Vian. Su último libro, editado por
Viella, tiene por título: “La cultura storica dell’Italia unita”.
Recientemente, Pertici le ha
dado una entrevista al diario “L’Eco di Bergamo”, en la que argumenta que el
crecimiento de los egoísmos en la sociedad de hoy no es producido por el
triunfo de la idea de nación, sino más más que nada por la pérdida de su
verdadero significado.
El texto íntegro de la
entrevista está reproducido en esta otra página de Settimo Cielo:
> Il tramonto dell’idea
di nazione è l’alba degli egoismi sovranisti. Ora i diritti sovrastano i doveri
Para comenzar, Pertici
remite a un clásico de un gran historiador del siglo XX, a “L’idea di nazione”,
de Federico Chabod, y refuta a la corriente historiográfica pos-moderna que,
por el contrario, redujo la idea de nación a una “impostura” y a “un invento de
la tradición”.
Sostiene que la nación tiene
fundamento en una civilización, en una cultura, lo cual “no significa que los
otros sean incivilizados. Las culturas son muchas, deben ser abiertas, deben
intercambiar entre ellas, pero tienen algunas características específicas. Hoy
somos todos universalistas de palabra, pero la nación se basa en una cultura de
la diferencia, lo que no significa prevaricación”.
Pertici admite que de los
Estados nacionales provienen los “nacionalismos”. Pero resalta que en la nación
ante todo “se ha desarrollado la democracia” y “se han afirmado los movimientos
de los trabajadores, las tutelas sociales, el bienestar, el Estado
asistencial”. Mientras que “es necesario demostrar también que los Estados
supranacionales tienen la misma capacidad”.
La idea de nación puede
tener entonces, y los ha tenido, desarrollos negativos. Pero se ven
principalmente sus efectos positivos: “En la nación, el individuo se integra a
una realidad que supera su horizonte puramente personal, siente como algo real
el llamado ‘bien común’. Desde hace dos siglos está también en el centro de la
doctrina social de la Iglesia, pero corre el riesgo de ser abstracto si no se
encarna en un pueblo, en algo próximo que se conoce, con lo que tenemos
familiaridad: solamente las personas abstractas se unen, por principio, a los
que están distantes, el ser humano normalmente se une ‘in primis’ a los que se
asemejan a él y que frecuenta”.
El supuesto de la afirmación
en Europa, en los últimos años, de particularismos y egoísmos, es precisamente
“el haber negado esta pertenencia a algo en lo que todos estábamos
involucrados”.
Pero sobre todo, prosigue
Pertici, a partir de los años 60´ hubo “un cambio general de paradigma”.
Mientras anteriormente los deberes prevalecían sobre los derechos, gracias a
los cuales “el individuo se siente parte de algo más grande que guía su acción
y lo define”, hoy, por el contrario, “se ha pasado a la prevalencia de los
derechos, el hombre piensa solamente en desarrollar su propia personalidad,
piensa solamente en su propia auto realización”.
Este cambio de paradigma, a
juicio de Pertici, “tiene a sus espaldas mutaciones antropológicas enormes, de
las que no somos todavía totalmente conscientes”.
Al final de la entrevista,
Pertici pone en evidencia el nexo entre el movimiento subversivo del’68 y el
neoliberalismo de los años ’80. “Parecerían dos cosas totalmente diferentes:
el’68 es un fenómeno de extrema izquierda, el liberalismo [es un fenómeno] de
derecha. Pero si como historiadores miramos la esencia de las cosas nos damos
cuenta de que detrás de uno y el otro está el mismo modo de enfoque ultra
individualista: ‘prohibido prohibir’ en el campo económico y social al igual
que en el campo ético y personal”.
Y concluye con una
observación que hace pensar también en lo que sucede en el vértice de la
Iglesia:
“Hoy, el entrelazamiento
entre humanitarismo e individualismo ético extremo es la mezcla de las élites
internacionales”.