viernes, 24 de enero de 2020

EL INGRESO BÁSICO UNIVERSAL



 Dr. Andrés Torres (*)

  1. Consideraciones preliminares

En primer lugar deseo agradecer al Dr. Mario Meneghini el haberme sugerido abordar este tópico, pero también agradecerle porque sus observaciones referidas al mundo del trabajo en el día actual y el futuro inmediato me fueron de una ayuda invalorable para entender la urgencia y seriedad que tiene esta cuestión, no sólo en nuestro país o región sino en todo el globo.

Debo reconocer que cuando se me encomendó el estudio de esta temática me encontré con algunas situaciones novedosas:
  1. Por un lado, acostumbrado como estoy a intervenir en cuestiones litigiosas referidas al mundo del trabajo, el panorama de un mundo donde el empleo convencional pareciera estar en retirada merced al avasallante avance de las nuevas tecnologías, en esta suerte de tercera revolución industrial, no era un planteo nuevo para mí, pero pude ver, en este estudio,  de modo mucho más vívido, cuán real y acuciante es la pregunta de cómo resolverá la sociedad actual esta paradoja.
  2. En segundo lugar se instaló en mí el conflicto valorativo referido a los subsidios y ayudas sociales, cuyo exceso o utilización demagógica por algunos gobiernos ha generado una crítica en la cual me sentía enrolado. A partir de la reflexión que me suscitó esta temática pude justipreciar de manera más ponderada la equidad ínsita que conllevan muchas veces estas medidas, en un mundo donde la indigencia, la pobreza, la malnutrición, y demás carencias sociales han mostrado un sesgo ciertamente escandaloso en la era en que el hombre ha conquistado de manera arrolladora su entorno natural para ponerlo a su servicio como nunca antes. Pude ver que el mensaje del cristianismo encuentra una realización palpable en muchas de estas medidas de auxilio a los más desprotegidos materialmente, independientemente de su “contribución al mundo productivo”y que criticarlas de una manera irreflexiva me interpela como cristiano porque en el desprecio que se suele hacer a los “vagos” y “planeros” como se les llama a sus beneficiarios (los que al menos en Argentina cobran por tales conceptos sumas muy inferiores al monto de la canasta básica), hay también un déficit en la virtud de la caridad que me sobresalta y me perturba.
  3. Finalmente, me sorprendió lo actual y candente que es esta discusión en los más altos niveles de la economía política mundial y me resultó curioso también que quienes defienden políticas o soluciones como la que voy a comentar no están necesariamente afiliados a corrientes ideológicas socialistas sino que también  las hay liberales y conservadoras que las proponen como modelos.



  1. Definiciones y terminología

En la discusión contemporánea sobre qué solución aportar frente a la pérdida creciente y alarmante de empleos convencionales a manos de las nuevas tecnologías, se ha propuesto implementar un sistema de ingreso básico universal para todos los ciudadanos de una determinada comunidad, sistema que recibe distintos nombres de acuerdo a los distintos países en que se plantea o aplica y a los diferentes idiomas: se habla,  de Ingreso Básico Universal, de Renta Básica (en España), de Ingreso Básico Ciudadano o Citizen’s Basic Income (Reino Unido), Ingreso Básico Garantizado (Basic Income Guarantee, en Estados Unidos y Canadá), Revenu de Base (en Francia), bedingungslose Grundeinkommen (BGE) en alemán  y también se lo llama Universal demogrant (palabra esta última que es un acrónimo de demographic Grant: es decir, subvención demográfica)
Todas estas expresiones son aproximadamente equivalentes desde el punto de vista conceptual, aunque emplearemos en este trabajo la que lo titula, Ingreso Básico Universal, abreviándolo IBU, y aclarando que de todos modos indicamos a continuación el sistema al que nos referiremos con sus notas caracterizantes.

El IBU como lo trataremos aquí es un pago monetario periódico (mensual, quincenal o semanal), destinado a la generalidad de las personas habitantes de una determinada comunidad, independientemente de su condición socioeconómica, y prácticamente sin ninguna otra condición. La edad en algunos casos puede ser un índice para cuantificar el IBU pero conceptualmente corresponde a todos, niños y adultos. No se ha reconocido aún a las personas por nacer.

El IBU es de efectivización directa y automática para el beneficiario: sólo requiere una cuenta bancaria o medio similar y no hay intermediarios para su percepción.

El IBU no requiere una encuesta socioeconómica ni una evaluación ambiental. La perciben quienes tienen empleo formal, quienes tienen empleo informal y quienes no tienen empleo.  No se limita a los ingresos que de cualquier modo perciba el beneficiario, sea este empresario, rentista, dependiente o desocupado.

El IBU tampoco toma en cuenta otras variables sociales como tipo de vivienda, grupo familiar, o estructura de ingresos.

En las experiencias prácticas que se han desarrollado hasta ahora en el mundo suele imponerse, acaso como única condición, un mínimo de residencia en la comunidad de que se trate que en algunos casos debe ser la mayor parte de un año calendario.[1]

Referente a la cuantía del IBU las experiencias difieren entre las que lo hacen igualar al menos el monto indicado por la línea estadística de pobreza, el Ingreso Básico Universal e Integral. y las experiencias que asignan un IBU de menor cuantía. A estas últimas se las ha llamado Ingreso Básico Universal Parcial.

Es evidente que los modelos que aplican un IBU parcial y no integral se asimilan más a un subsidio típico de los convencionales y constituyen más un paliativo social que una solución social más profunda como la que pretenden los teóricos que han desarrollado este concepto.

No abundaremos en otra técnica aplicada en Norteamérica en las décadas de los ’60 y ’70,  que es la “renta negativa”, es decir una retribución de dinero a los hogares contribuyentes cuyo nivel socioeconómico es tan bajo que no califican por sus ingresos para el pago mínimo de impuestos al sistema nacional, por lo que en vez de pagar impuestos esos hogares reciben una renta compensatoria. Las diferencias con el IBU son evidentes, entre otras cosas porque incide el nivel socioeconómico del beneficiario y además no guarda estricta relación con superar  la línea de pobreza.

Sí guarda relación con esta línea estadística el sistema implementado en Brasil denominado “Bolsa Familia” (2003-4), pero tampoco es un IBU, puesto que sus beneficiarios son exclusivamente familias pobres calificadas como tales previa evaluación socioambiental del gobierno, que a su vez exige como requisito de otorgamiento el cumplimiento de un calendario de vacunaciones y el envío de los hijos menores a la escuela.

3) Reseña histórica


La idea de un IBU pagado por el Estado se remonta a comienzos del siglo XVI cuando Santo Tomás Moro (1478-1535) en su obra Utopía (1516) describió una sociedad en la que cada ciudadano de la misma tenía garantizado un ingreso-
Este ingreso, era propuesto ante una realidad atroz en la Inglaterra del siglo XVI donde los culpables de robo eran condenados a muerte, y la situación de enormes cantidades de indigentes llevaba a algunos al robo como salida, desesperados por la necesidad de comida. Dice allí el personaje de Utopia: “ Ninguna pena en la faz de la tierra impedirá que la gente siga robando si esa es su única manera de conseguir alimentos… En vez de infligir esos terribles castigos, sería mucho más eficaz proveer a cada persona con algunos medios de subsistencia, de tal manera que nadie esté bajo la espantosa necesidad de convertirse, primero, en un ladrón y, por culpa de ello, en un cadáver.” [2].
El humanista español Juan Luis Vives (1492-1540), (en su obra “El socorro de subventione pauperum, sive de humanis necessitatibus – Brujas, 1526) proponía que el gobierno de una ciudad debería ser responsable de asegurar un nivel de subsistencia mínimo a todos sus habitantes, “no con el fundamento en la justicia sino en un ejercicio más eficaz de la virtud moral de la caridad” Sin embargo, Vives también afirmaba que para merecer este subsidio el beneficiario debe “merecer la ayuda probando su voluntad de trabajar”
A finales del siglo XVIII el liberal Thomas Spence y el revolucionario americano Thomas Paine manifestaron su apoyo a un mecanismo de asistencia social que garantizara a todos los ciudadanos cierto ingreso básico.
En el siglo XIX disminuyó la discusión en torno al IBU pero ya a comienzos del siglo XX se debatió ampliamente un concepto denominado “bono estatal”, y en 1946 el Reino Unido implementó un subsidio incondicionado para familias a partir del segundo hijo.
En las décadas de 1960 y 1970 los Estados Unidos y Canadá impulsaron la experiencia ya mencionada de la Renta Negativa, un paliativo social relacionado con el IBU
Desde los ’80 en adelante, el debate en Europa se extendió más ampliamente y desde allí a los demás países del mundo. Unos pocos países llegaron a articular algunas medidas que guardan parecido con el IBU, como el programa BOLSA FAMILIA en Brasil.

4) Fundamento doctrinario y su encuadre con la doctrina social de la Iglesia.

Casi de inmediato, frente a la postulación de estas ideas del IBU y similares, muchos sedicentes cristianos desenvainarán la taxativa cita de la Segunda Carta a los Tesalonicenses: El que no quiera trabajar, que no coma. [3]

Para rebatir el aserto de que la interpretación recta del pasaje se da de bruces con nuestro IBU, acudo a dos importantes distinciones.

La frase griega utilizada en la epístola (dirigida a justificar la contribución al trabajo que es legítimo hagan los miembros de las distintas primeras comunidades cristianas, para sostenerlas), es "οὐ θέλει ἐργάζεσθαι", que significa "no está dispuesto a trabajar", es decir, que no tenga la voluntad de contribuir.

En el marco actual de apabullante desempleo y subempleo, donde cada vez es y será más difícil, pese a toda la capacitación que pueda tenerse, adquirir un empleo digno, es decir, que le permita a la persona y su familia el desarrollo integral y la edificación de proyectos de vida, está claro que la enorme mayoría de los eventuales beneficiarios del IBU no son personas que “no están dispuestos” a trabajar sino que, lo desean ardientemente, pero no lo consiguen por una situación externa insuperable e inevitable.

En segundo lugar, debe enfatizarse otra cabal distinción entre “empleo” y “trabajo”. Tendemos a identificar a este último con el primero, pero en realidad no todo trabajo implica un “empleo” en el sentido económico actual de la palabra: un contrato con un particular o una empresa en donde se pacta realizar una actividad a cambio de una remuneración en dinero.

¿Acaso no trabajan las amas de casa atendiendo su hogar, o cualquiera de nosotros al pintar la casa o limpiar la vereda? ¿Acaso no es trabajo el despliegue desinteresado de miles de voluntarios que ayudan a los más necesitados en un sinnúmero de actividades solidarias? ¿Acaso no es trabajo cuidar los hijos, educarlos o cuidar a los ancianos de la familia? Todas estas son actividades útiles, cuando no imprescindibles para la sociedad, pero la lógica puramente economicista les resta todo valor en la construcción de la comunidad.

El sentido evangélico –si debemos forzosamenta traspolarlo a esta discusión, entonces- no es que no debe tener un salario justo solamente el que tiene empleo, sino que toda persona desempleada puede merecerlo con su trabajo aunque sea de aquellos trabajos que las estadísticas laborales no computan.

El Evangelio en realidad vá mucho mas allá. Porque en la parábola de los trabajadores del viñedo [4], Jesús nos enseña un género de justicia superior al que marca el derecho romano: toda persona merece un denario (medida del jornal digno) aunque haya trabajado ocho, cuatro o una hora. Lo importante es que  “estén dispuestos a trabajar”. Con eso basta.

Es preciso reiterar que la postulación del IBU no adquiere el cariz de sustituto del trabajo convencional, sino un complemento universal, necesario y diríase, imprescindible, ante el cuadro que plantean las nuevas tecnologías.

El principio fundamental de la DSI que engasta de manera inequívoca con el sentido y concepción del IBU es el llamado “destino universal de los bienes”

El principio del destino universal de los bienes de la tierra está en la base del derecho universal al uso de los bienes. Todo hombre debe tener la posibilidad de gozar del bienestar necesario para su pleno desarrollo: el principio del uso común de los bienes, es el primer principio de todo el ordenamiento ético-social y principio peculiar de la doctrina social cristiana. (…) Es inherente a la persona concreta, a toda persona, y es prioritario respecto a cualquier intervención humana sobre los bienes, a cualquier ordenamiento jurídico de los mismos, a cualquier sistema y método socioeconómico: Todos los demás derechos, sean los que sean, comprendidos en ellos los de propiedad y comercio libre, a ello [destino universal de los bienes] están subordinados: no deben estorbar, antes al contrario, facilitar su realización, y es un deber social grave y urgente hacerlos volver a su finalidad primera [5]

La recta comprensión excluye el comunitarismo. La propiedad privada es un elemento esencial de una política económica auténticamente social y democrática y es garantía de un recto orden social. La doctrina social postula que la propiedad de los bienes sea accesible a todos por igual, de manera que todos se conviertan, al menos en cierta medida, en propietarios, y excluye el recurso a formas de « posesión indivisa para todos »  [6]


La tarea fundamental del Estado en el ámbito económico es definir un marco jurídico apto para regular las relaciones económicas. Además, debe actuar de forma complementaria al mercado en aquellos ámbitos en que el mercado no es capaz de garantizar una distribución equitativa de algunos bienes y servicios esenciales. El Estado debe promover el bien común y su intervención debe atenerse a los criterios de equidad, racionalidad y eficiencia. [7] En vez de contribuir con obras aisladas de caridad a mantener las condiciones existentes, haría falta crear un orden justo, en el que todos reciban su parte de los bienes del mundo y, por lo tanto, no necesiten ya las obras de caridad. [8]
La imposición tributaria, cuando es justa, desempeña una fundamental función equitativa y redistributiva de la riqueza, no sólo en favor de quienes necesitan subsidios apropiados, sino también en el apoyo a la inversión y el crecimiento de la economía real. [9])

Estas son solo algunas de las muestras de que un dispositivo de economía política como el IBU que tienda a morigerar los efectos devastadores de las nuevas tecnologías, está en perfecta armonía con las enseñanzas de la Iglesia y los sensatos  análisis que recoge la DSI.

5) Conceptos del debate mundial acerca del IBU

a) Automatización


El concepto del IBU y la automatización están estrechamente vinculados.  Por ejemplo, el fundador de Facebook Mark Zuckerberg afirma que el aumento de la automatización creara una necesidad más grande del IBU.  Las preocupaciones acerca de la automatización han llevado a muchos en la industria de alta tecnología a proponer el IBU como una consecuencia de sus modelos de negocios. El candidato presidencial nortemericano para el 2020 y fundador de entidades benéficas Andrew Yang ha declarado que la automatización ha provocado la pérdida de 4 millones de empleos en el sector de manufacturas en el medio-oeste del país y ello ha propiciado la elección de Donald Trump  Yang propone,el Dividendo de Libertad, contempla pagarle a cada norteamericano adulto 1000 dólares por mes.
El CEO de Tesla Inc. y SpaceX, Elon Musk se ha pronunciado en apoyo del IBU y Yang, teniendo en cuenta el fenómeno de la automatización y la inteligencia artificial.
Muchos tecnólogos creen que la automatización, entre otras cosas, está creando desempleo tecnológico. El periodista Nathan Schneider puso de relieve por primera vez la adhesión de la “tecno-élite” a estas ideas, con un artículo en la revista Vice que cita a Marc Andreessen, Sam Altman, Peter Diamandis, entre otros.

En un informe presentado en el Congreso por la Casa Blanca, se estima que un trabajador que gana 20 dólares la hora en 2010 podría con el tiempo perder su empleo por el reemplazo de una máquina con el 83 % de probabilidades. Incluso trabajadores que ganan 40 dólares la hora enfrentan una posibilidad del 31 %.
Con una tasa creciente de desempleo las comunidades pobres podrían resultar más empobrecidas aún en todo el mundo. Los partidarios del IBUargumentan que éste puede resolver muchos problemas mundiales como el stress laboral,  y podría crear más posibilidades un empleo más eficiente y efectivo. En un estudio realizadoa en Dauphin, Manitoba, sólo el 13 % del empleo descendió cuando la perspectiva era mucho peor. En un estudio en algunos poblados indios, el IBUhizo crecer el nivel educativo regional de los jóvenes en un 25 %.
Además del desempleo tecnogénico algunos expertos en tecnología han alertado que la automatización podría desestabilizar el mercado de trabajo o incrementar la desigualdad social. Un ejemplo es Chris Hugues, cofundador de Facebook y del Proyecto de Seguridad Económica. La automatización ha venido sucediendo durante siglos y mientras avanzó no reducía de manera permanente la tasa de empleo sino que  generaba inestabilidad laboral. Desplaza trabajadores que pasan su vida aprendiendo nuevas habilidades que luego se tornan obsoletas y ello los obliga a tomar empleos no calificados.  Paul  Vallée, un tecno-emprendedor canadiense y CEO de Phythian, afirma que la automatización muy posiblemente incremente la pobreza y reduzca la movilidad social al generar  una todavía creciente  tasa mayor de desempleo.  En 2016 el ingreso basico garantizado en Winnipeg mereció el análisis de Vallée  que postuló que la esclavitud  es un ejemplo histórico de un período en el que el capital (esclavos africanos) podía realizar el mismo trabajo que el de los empleados pagos (pobres blancos). Esta situación no causó una masiva tasa de desempleo sino que aumentó la desigualdad económica y redujo la movilidad social.

b) Malos hábitos sociales

Hay quienes postulan que algunas personas gastarían el IBUen alcohol y otras drogas . Sin embargo, los estudios sobre el impacto social de transferir efectivo así a la población demuestran lo contrario. Una investigación del Banco Mundial del 2014 que reunía 30 estudios científicos concluyó que “Las preocupaciones acerca del peligro que puede representar las transferencias en efectivo en relación con el consumo de alcohol y tabaco son infundadas”

c) El IBUcomo parte de un sistema económico post-capitalista

Harry Shut ha afirmado que  el IB, entre otras medidas, hará que todos o la mayoría de los emprendimientos sean cooperativos antes que privatísticos. Estas medidas crearían un sistema post-capitalista
Erik  Olin Wright caracteriza el IBUcomo un proyecto para reformar el capitalismo empoderando al trabajo en relación con el capital brindando al trabajo mayor poder negociador , con empleados en mercados de trabajo que puedan gradualmente “des-cosificar” el trabajo desacoplando el empleo respecto del ingreso. Esto permitiría un expansión en el alcance de la economía social dándole a los ciudadanos más medios de acometer actividades (como el arte) que no impliquen retribuciones financieras importantes.
James Meade (Nobel de economía 1977) abogó por un esquema de dividendos sociales financiados por activos productivos públicos Russell propugnaba el IBU junto con la propiedad pública como medios de acortar la jornada laboral promedio y alcanzar el pleno empleo
Los economistas y sociólogos han aconsejado que se implemente alguna forma de IBU  como una vía para la resdistribución de los beneficios económicos de las empresas públicas para favorecer a toda la población, refiriéndose también a una especie de dividendo social donde el IBU  represente el reintegro a cada ciudadano del capital titularizado por toda la sociedad. Estos sistemas serían financiados directamente por las ganancias de las empresas públicas y son considerados como piezas centrales de varios modelos de socialismo de mercado.
Guy Standing ha propuesto un dividendo social que surja de un Fondo de Riqueza Soberana coherente con la democracia, conformado primariamente de una tasa sobre los réditos, derivados de la propiedad material, financieroa e intelectual.

Herman Daly considerado como uno de los fundadores del ecologismo aconsejaba una economía de crecimiento cero dentro de los límites ecológicos del planeta.  Para alcanzar esa economía sustentable y verde incluyendo el bienestar social básico y la seguridad para todos, escribió bastante sobre la necesidad de reformas estructurales del sistema capitalista.

d) El IBU y la crítica de los economistas

En 2016 al panel de expertos de la IGM (Iniciativa sobre Mercados Globales) nucleados en la universidad de Chicago se le preguntó si “otorgar a cada ciudadano estadounidense mayor de 21 años un IBU de 13.000 dólares al año, financiado por todos los programas de subsidios sociales que se eliminarían, incluyendo seguridad social, Medicare, Medicaid, subsidios para la vivienda y subsidios familiares, entre otros, constituiría una mejor política que mantener el statu quo. El 58 % del panel disintió con la idea, y sólo un 2% manifestó estar de acuerdo. Entre las razones de quienes discrepaban estaban el coste económico de la medida y el hecho que la estructura propuesta debía ser perfeccionada. Davon
Daron Acemoglu, profesor en el célebre MIT expresaba sus dudas diciendo: el statu quo es indefendible. Es imprescindible una seguridad social más efeiciente y generosa. Pero el IBU es caro  y  al mismo tiempo no suficientemente generoso. Eric Maskin ha declarado que un ingreso básico tiene sentido pero no al costo de eliminar toda la seguridad social y Medicare. Simeon Djankov, profesor en la London School of Economics, dice que los costos de un sistema realmente generoso serían prohibitivos.

Las críticas también arrecian desde la izquierda. Douglas Rushkoff,  profesor de Teroría de los Medios y Economia Digital en la Universidad de la ciudad de Nueva York  sugiere que este IBU “es otra manera de ignorar la necesidad que tienen las personas de considerar alternativas reales a vivir sus vidas como meros consumidores pasivos” Este académico ve al IBU como una sofisticada manera que pueden encontrar las grandes corporaciones de hacerse más ricas a expensas del dinero público. [39]

e) Incidencia sobre el empleo

Un argumento común esgrimido contra el IBU es que si las personas tienen dinero sin condiciones y gratuitamente se volverán perezosas y trabajarán menos.
Los críticos afirman que menos trabajo significa menos impuestos y por lo tanto menos dinero para el Estado y para solventar obras públicas. El grado de desincentivación al empleo a raíz del IBU podría depender de cuán generoso sea el IBU.
Algunos estudios han observado los niveles de empleo en las experiencias que se han hecho con el IBU hasta ahora, como asimismo con la renta negativa u otras iniciativas smilares. En los casos de renta negativa ensayados en los Estados Unidos en los ’70, bajó un 5 % la cantidad de horas trabajadas entre los beneficiarios. La reducción fue mayor en el caso de los proveedores de segundos ingresos de cada hogar y menor en el caso de los proveedores principales de ingresos. Bajaban más las horas trabajadas a medida que el beneficio era mayor. Los participantes de estos experimentos sabían que el experimento estaba limitado en el tiempo.
En la experiencia de Mincome que se realizó en Dauphin, Manitoba, también en los ’70, hubo también una leve baja en las horas trabajadas. Sin embargo los únicos dos grupos que disminuyeron significativamente las horas trabajadas fueron las madres primerizas y los adolescentes que aportaban a sus familias. Las primeras invirtieron su tiempo extra en el cuidado de sus hijos y los trabajadores adolescentes lo aplicaron a sus estudios.
En el experimento  Mincome, "la reducción del esfuerzo laboral fue modesta: 1 % entre los varones adultos, 3 % entre las viudas y 5 % entre las mujeres solteras”

Un estudio reciente del Fondo Permanente de Dividendo de Alaska – el más grande programa de IBU implementado en los Estados Unidos desde 1976- parece mostrar que la premisa de que el empleo desciende con el IBU es falsa. Los investigadores Damon Jones de la  Universidad de Chicago y Ioana Marinescu de la Universidad de Pensilvania sostienen que si bien se observa un leve descenso en horas trabajadas en beneficiarios por razones similares a las observadas en el experimento de Manitoba, hubo también un 17 % de aumento en trabajos a tiempo parcial. Los autores teorizan de que el nivel de empleo se mantuvo estable porque el ingreso extra lleva a sus beneficiarios a permitirle más consumos, con lo cual aumenta la demanda de empleos de servicios. Este hallazgo es consistente con los datos económicos actuales. Ningún efecto es observado cuando se trata de empleos en el sector manufacturero, que produce para exportar. Esencialmente, dicen estos autores, los efectos macroeconómicos de un mayor consumo apuntalan el empleo en general. Para tomar un ejemplo ilustrativo, aunque hipotético, alguien que usa su IBU puede recortar sus horas de trabajo empleado en el almacén de barrio. Como con el IBU habrá más consumo. Ese almacén necesitará contratar más personas para que atiendan el local. En tanto, la distribución del IBU no afecta la demanda internacional de petroleo y los trabajos vinculados a ella. Jones y Marinescu hallaron más bien que la gran escala a la que está pensado el programa permite que funcione y que  las personas no abandonen totalmente sus respectivos trabajos.

No es aventurado suponer que el ciudadano medio beneficiario del IBU, no se comportará como un vago ocioso una vez que sepa que lo percibirá siempre. Nuestra sociedad y nuestra cultura con seguridad lo impulsarán a emplear esos recursos en desarrollar un proyecto personal de expansión, ya que la vagancia y la ociosidad siguen siendo un fuerte disvalor en la consideración del grueso de la población.

Epílogo - Cuestiones económicas

Obviamente el gran interrgante práctico referido al IBU estriba en cuál será o debiera ser el origen del dinero a distribuir. Se podrían postular modelos de subsidio estatal o bien modelos de ahorro privado por las mismas empresas productoras de bienes y servicios, o modalidades mixtas. Ya hay proyectos concretos que delinean propuestas específicas pero el tema está recién despertando interés en quienes tienen la capacidad de diagramar alternativas realistas.
No desconocemos tampoco el intringulis que implican los posibles efectos negativos, temporales o definitivos en la economía de un pais, en la inflación, por ejemplo, de manera que sirvan las líneas que anteceden solamente como una presentación del tema y un estímulo para estudiarlo con mayor detalle, sobre todo con miras a una implementación real que logre combatir el inminente flagelo del desempleo masivo que viene de la mano del auge de las nuevas tecnologías en esta era de la automatización.

Este artículo desarrolla la exposición del autor en el Centro de Estudios Cívicos, el 18-11-19.

Notas:


(2)          Nam haec punitio furum et supra iustum etsi et non ex usu publico. Est enim ad vindicanda furta nimis atrox, nec tamen ad refrenanda sufficiens. Quippe neque furtum simplex tam ingens facinus est, ut capite debeat plecti, neque ulla poena est tanta, ut ab latrociniis cohibeat eos, qui nullam aliam artem quaerendi victus habent. Itaque hac in re non vos modo, sed bona pars huius orbis imitari videntur malos praeceptores, qui discipulos verberant libentius quam docent. Decernuntur enim furanti gravia atque horrenda supplicia cum potius multo fuerit providendum ut aliquis esset proventus vitae, ne cuiquam tam dira sit furandi primum, dehinc pereundi necessitas
(3)          (2 Tes. 3,10)
(4)          (Mt. 20)
(5)           C.D.S.I. 172, tomando citas de Juan Pablo II, Carta enc. Laborem exercens, 19: AAS 73 (1981) 525.;Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 42: AAS 80 (1988) 573.;Pío XII, Radiomensaje por el 50º aniversario de la « Rerum novarum »: AAS 33 (1941) 199.;Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 22: AAS 59 (1967) 268.
(6)          Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 6: AAS 83 (1991) 800-801.;León XIII, Carta enc. Rerum novarum: Acta Leonis XIII, 11 (1892) 102.
(7)          CA, 48
(8)          Deus Caritas Est, 26
(9)          Oeconomicae et pecuniariae quaestiones, 31

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