que
asaltaron a sangre y fuego el cuartel de La Tablada
Por
Juan Bautista "Tata" Yofre
Infobae,
26 de enero de 2020
Cuando
Friedrich Schlegel sostuvo que “la historia es un profeta que mira hacia
atrás”, el filósofo alemán intentaba decir que hay situaciones puntuales que si
no se las estudia bien pueden volver a repetirse. El 23 de enero de 1989 un
grupo de terroristas, encabezados por el jefe erpiano Enrique Gorriarán Merlo,
intentó ocupar al Regimiento de Infantería Mecanizada 3 (RIMec 3) en la
localidad bonaerense de La Tablada, sin embargo durante muchas horas, a través
de los medios oficiales, se sostenía que el ataque estaba comandado por
oficiales “carapintadas”.
Américo
Rial, en ese momento secretario de redacción de La Razón, un medio muy
vinculado con el gobierno radical de Raúl Alfonsín, comentó varios años más
tarde que el hecho fue un fiel reflejo de “cómo se manejan los entresijos más
oscuros del poder político”.
Tras
casi dos días de duros combates, la verdad comenzó a salir a la luz,
inicialmente con notable virulencia en cuanto a la formulación del ataque y,
más serenamente después, iluminando un panorama de complicidades tendientes a
perjudicar a uno de los contendientes de la campaña presidencial que debía
finalizar el 14 de mayo de 1989. Para que quede claro, las complicidades fueron
conscientes e inconscientes. Externas e internas.
En
sus Memorias, Gorriarán Merlo sostiene que la decisión de atacar al RIMec 3 se
tomó el 19 de enero, es decir 4 días antes. Puede ser, pero la preparación
venía de mucho antes y de muy lejos. Entre tantas fuentes, Víctor Boitano, un
ex coronel del Ejército nicaragüense, le relató a la periodista televisiva
María Elvira Salazar que parte del grupo subversivo se entrenó en Nicaragua,
con el conocimiento de la Inteligencia de ese país y con el financiamiento del
narcotráfico. Si los “nicas” lo hicieron, los cubanos por lo menos lo sabían.
Sospechosamente el reportaje del canal de Miami desapareció años más tarde.
Otros
agregarán que colaboró en la planificación el cubano (nacionalizado
nicaragüense) Andrés Barahona López, alias Renán Monteros, jefe de la Quinta
División de la Inteligencia sandinista. Por si no se lo recuerda, Monteros era
el hombre que debía vincular a la guerrilla de Ernesto Guevara con los grupos
subversivos bolivianos de La Paz. Cuando el “Che” llegó a Bolivia -y Fidel
Castro le soltó la mano- Monteros desapareció y Guevara se quedó sin contactos.
Monteros apareció en París como Agregado Militar y posteriormente llegó a
Managua.
Resulta
difícil imaginar que los estamentos superiores del gobierno radical ignorara un
informe de mediados de 1987, elaborado por la SIDE comandada por el dirigente
Facundo Suárez (conocido periodísticamente el 26 de enero de 1989) en el que se
sostenía que “el Movimiento Todos por la Patria (MTP) en la actualidad está
conformado mayoritariamente por elementos que integraron las filas de la
organización subversiva Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y en menor
medida por otros que se desempeñaron o colaboraron con la organización
Montoneros. Gran parte de esos elementos fueron liberados en 1984 mediante el
sistema de ‘doble cómputo’ cuando se hallaban recluidos en distintas unidades
penales”.
Tras
informar que la Mesa Nacional del MTP estaba presidida por Carlos Alberto
Burgos e integrada entre otros por Jorge Baños y Francisco Provenzano, la SIDE
hace un largo inventario de nombres de sus autoridades, seguidores,
colaboradores, aliados y medios periodísticos afines. Muchos de esos nombres
aún tienen algún tipo de actuación política en el país. El trabajo finaliza
advirtiendo que “no sería descartable que, si sus intereses así lo impusieran,
el MTP considere un eventual retorno a la lucha armada, habiendo asumido ya
errores y experiencias anteriores.”
El
mismo día en que Ámbito Financiero publicó el informe, por la tarde Cablevisión
dio otro informe de la SIDE en el que se insistía sobre la composición y la
práctica extremista del MTP y el riesgo inminente de acciones armadas.
El
lunes 23 de enero de 1989, Carlos Saúl Menem, candidato presidencial del
peronismo, estaba en Mar del Plata y yo formaba parte de su equipo de campaña.
Era uno de los más conocidos, simplemente, porque hasta poco antes trabajaba
como jefe de política del matutino Ámbito Financiero. De allí que entre las
siete y media y ocho de la mañana recibí un llamado del secretario de redacción
de Crónica, Mario “Manzanita” Fernández, a quien había conocido por mi amiga
Alicia Barrios.
-¿Qué
piensan ustedes de lo que está sucediendo en La Tablada? -me preguntaron.
-No
sé nada. ¿Qué pasa?
-Hay
un ataque a un cuartel militar y el gobierno dice que es la gente del coronel
(Mohamed) Seineldin. El vocero presidencial José Ignacio López lo dice
repetidamente.
-¿Tenés
gente del diario allí?
-Sí,
tengo dos móviles.
-¿Y
qué te dicen?
-Dicen
que los atacantes son muchachos de pelo largo y hay también mujeres.
-No
es Seineldín. Es el ERP.
-¿Cómo
lo sabés?
-Muy
simple, fui cadete de Seineldín en el Colegio Militar (1965) y Seineldín no
ataca con mujeres y muchachos de pelo largo.
Tras
cortar el teléfono bajé al comedor del Hotel Hermitage, donde el candidato
estaba rodeado por una multitud que se disputaba quiénes serían los que
jugarían un doble de tenis en Torres de Manantiales. Le dije a Menem en voz alta
que “el ERP está atacando un cuartel en La Tablada” y varios de los que lo
rodeaban lo menos que hicieron fue sonreír.
Era
cuestión de seguir atentamente las actividades del MTP los días previos y
analizar -por lo menos ligeramente- la feroz campaña que realizaban contra
Menem.
Américo
Rial habrá de contar posteriormente que unos días antes del ataque una alta
autoridad de La Razón le ordenó: “Ubique al doctor Jorge Baños y mande un
cronista y un fotógrafo. Va a hacer unas denuncias. Es un pedido del Gobierno.”
Horas
más tarde Jorge Baños realizó una denuncia sobre una conspiración para derrocar
a Alfonsín encabezada por el complot de “los tres turcos”: Menem, Seineldín y
el dirigente metalúrgico Lorenzo Miguel.
Las
declaraciones a todos los medios se extendieron entre el 12 y 16 de enero. Como
dirían días más tarde los abogados del candidato peronista, las denuncias
alcanzaron “un alto voltaje de verdadero escándalo o, siendo precisos, una
grave y claramente situación comprometedora de la tranquilidad pública. Una
elemental sensatez indica que colocar todos los medios de información pública
en manos de quien se sabe que está directamente ligado a la subversión armada
equivale a otorgarle coche oficial, con chofer y guardia.”
Tras
las denuncias aparecieron otras voces en la misma dirección. Frente a la ola de
infundios Horacio Verbistky, avalando lo que se decía, escribió en Página 12,
diario que había recibido amplio financiamiento de Gorriarán Merlo con dinero
que el guerrillero mandaba del exterior “La sociedad parece cada días más
dispuesta a tomar su destino en sus manos y ejercer la democracia sin aceptar
más tutelas, ni de los ‘carapintadas’ ni del gobierno”. Para el columnista eran
ellos y los restantes no existían.
Simultáneamente,
Carlos Menem le dijo al periodista Ernesto Lucero de Radio Splendid.: “Si
nosotros leemos las informaciones de prensa de estos últimos días, el ritmo
espectacular que se le da a la noticia del complot que habríamos encabezado el
compañero Lorenzo Miguel y el suscripto, llegamos a la conclusión de que esta
maniobra está perfectamente urdida para tratar de destruir al justicialismo y
posibilitar que siga ganando el radicalismo”.
Luego
observó que en los conatos militares anteriores el gobierno llamo a movilizarse
a la ciudadanía y que en esta oportunidad, ante el presunto ataque el Poder
Ejecutivo, no se hizo nada… "Estoy pidiendo al señor Presidente de la
Nación la investigación a fondo de estos acontecimientos y los nombres de los
autores intelectuales”. De manera también sorprendente algunos medios
intentaron involucrar en el complot al Vicepresidente de la Nación, el cordobés
Víctor Martínez.
Los
abogados del candidato justicialista -Pedro Narvaiz, Oscar Igounet y Honorio
Leguizamón Pondal- pusieron la atención sobre “el silencio respecto de las
verdaderas actividades del abogado Jorge Baños y del MTP que el Gobierno
conocía.” Ese silencio de la Casa Rosada era notable.
Al
margen de los que afirmaban los miembros del equipo de abogados del candidato
presidencial, un informe que recibe Menem en esos días (con fecha 6 de febrero
de 1989) advierte que “el grueso de los oficiales está convencido que el ataque
a La Tablada ha sido responsabilidad del gobierno”. Y además aconseja “resaltar
la necesidad de combatir a la subversión dentro de la ley, pero con todos los
medios del Estado y sin retacearlos, como está diciendo ahora el gobierno en la
discusión que se plantea en el seno del Consejo de Seguridad Nacional
(COSENA).”
Dentro
de los escasos testimonios escritos de esas horas del asalto al RIMec 3 hay uno
que merece conocerse, aunque sea parcialmente, porque revela el estado de
desconocimiento del Ejército y revela que la fuerza no tenía previsto un
panorama similar. Es del coronel de Caballería Jorge Echezarreta. Y cuenta que
el 23 de enero al llegar al IGE (Inspección General del Ejército), donde estaba
destinado, es informado por el Mayor Torello que “un grupo de desconocidos
había tomado los cuarteles de La Tablada. Intentamos comunicarnos sin éxito con
el RIMec 3. Ante esta situación llamamos a un teléfono de alternativa del
ESCEXPBL 1 (Escuadrón de Exploración Blindado 1) y afortunadamente nos atendió
el Cabo Primero Palomeque, quien nos aclaró la situación alertando que eran
guerrilleros, que participaban mujeres y que había un soldado muerto. […] Al
llegar el general Alfredo Arrillaga le informamos lo ocurrido” y luego éste se
fue a ver al jefe del Estado Mayor General del Ejército, General Francisco
Gassino.
Al
regresar Arrillaga de su encuentro con su superior “ordenó a Torello que lo
acompañara en helicóptero a la zona de combate y a mí que organizara un pelotón
con los elementos disponible y que acudiera al lugar de vehículos.”
El
pelotón de la IGE se traslado en dos vehículos mientras “por la radio del
vehículo escuchábamos que informaban sobre una rebelión carapintada”.
Cuando
llegaron a la zona de la Policía Montada, en ese improvisado puesto de comando
se hizo una brevísima apreciación de situación, en la que participaron integrantes
del Comando de Brigada X y algunos jefes de los elementos dependientes
(Teniente Coronel Zamudio y Teniente Coronel Nani, luego gravemente heridos en
combate).
Al
entrar en la zona de combate la encontraron “saturada de fuego” y en un momento
“localizamos a un guerrillero que desde el techo de la estación de servicio de
la unidad arrojaba boletines, folletos, panfletos incitando al levantamiento
carapintada, con menciones de acuerdos evidentemente falsos entre Menem,
Lorenzo Miguel y Seineldín". El asaltante “salvó la vida milagrosamente
por la sensatez de algunos uniformados que lo rescataron […] Mientras el
público presente desde la avenida Crovara pedía a gritos que “los mataran a
todos”.”
Una
vez que el fuego de las armas cesó se comprobó que el Ejército había perdido 9
integrantes, con el Teniente Coronel Horacio Fernández Cutiellos a la cabeza, y
el Teniente Coronel Emilio Nani gravemente herido. La Policía Bonaerense
ofrendo 2 integrantes y el subcomisario Re quedo mutilado. La guerrilla perdió
a 33 miembros.
Los
asaltantes que quedaron vivos fueron juzgados y tras unos pocos años fueron
liberados con argucias legales. Y el jefe terrorista, “El Pelado” Gorriarán
Merlo, tras ser capturado en México en 1995 y ser condenado a prisión perpetua,
a los 4 años fue indultado. Mientras tanto los que defendieron la unidad del
Ejército recibieron y cumplen severas sentencias.
Si
todo lo que intentó la izquierda radicalizada fue desgastar y perjudicar al
candidato presidencial opositor, el resultado fue un llamativo fracaso que
agravó aún más las posibilidades de vencer del gobernador cordobés Eduardo
César Angelóz. Todo se dirigía hacia un previsible final: el presidente Raúl
Alfonsín abandonó el poder seis mese antes.