y
los amigos argentinos de Irán
Miguel
Wiñazki
Clarín,
11/01/2020
El
14 de agosto de 1993, en Irán se tomó la decisión de atentar contra la AMIA.
Los altos mandos persas obedecieron las órdenes entonces del presidente del
clero, Alí Akbar Rafsanjani. Poco antes, en 1992, habían volado la Embajada de
Israel en Buenos Aires. La contigüidad temporal y el “éxito” del primer ataque
no constituyen un dato menor.
El
embajador iraní en Argentina, Hadi Soleimanpour, viajó tras aquella orden de
Rafsanjani a la Triple Frontera entre Brasil, la Argentina y Paraguay. Allí
sostuvo reuniones con jerarcas del universo del sicariato a gran escala. En
Ciudad del Este opera el clan Barakat señalado por el Departamento de Estado,
pero también por fuentes de Inteligencia brasileñas, como un brazo financiero y
operativo de Hezbollah con probados tentáculos que lavan dinero desde la ciudad
Argentina de Puerto Iguazú y también a través de Uruguay. Detrás de las
maniobras de lavado hay narcotráfico, lazos y obediencia a los cuarteles
generales de Hezbollah en el Líbano. Desde aquella escala en la Triple
Frontera, Soleimanpour voló a Teherán y avanzó en el diseño de la estrategia
con el canciller Alí Akbar Velayati.
En
2003, Soleimanpour fue arrestado en Durham, una población inglesa de 600 mil
habitantes después de que el juez Juan José Galeano emitiera una orden de
captura internacional contra trece diplomáticos iraníes, según él, implicados
en el atentado a la AMIA. El canciller argentino en ese momento era Rafael
Bielsa. Una ráfaga de cinco balazos horadó en esos días la Embajada británica
en Teherán.
En
1994, en las vísperas del atentado a la AMIA, todo el aparato de inteligencia y
de exportación de terror del régimen avanzaba a plena marcha. Estaba al tanto
de todo, y en operaciones, el brigadier general de la fuerza Quds, Quassem
Soleimani, hace días liquidado desde un dron no tripulado por orden del
presidente de Estados Unidos Donald Trump. Las misiones básicas de la fuerza
Quds son el reclutamiento de suicidas y el diseño de operaciones e injerencias
extraterritoriales.
El
encargado facilitador del atentado era el Mullah Moshen Rabbani, agregado
cultural de Irán en la Argentina. Rabbani fue el coordinador de todos los
contactos que actuaron en el atentado a la AMIA. Activó sus vínculos regulares
con militantes pro iraníes. Con algunos de ellos siguió hablando hasta ahora.
Elogió a Cristina Kirchner: “Quiso resolver todo y no la dejaron”.
La
vicepresidente argentina invitó a la presentación editorial de “Sinceramente”
en la Feria del Libro, a Mohsen Ali, el Sheik que afirmó que lo de la AMIA
había sido un autoatentado de los judíos. Hay varios argentinos que conversaron
regularmente con Rabbani como si hubiera sido un guía infalible para apurar la
confección del pacto entre Argentina e Irán que buscaba liberar las alertas
rojas que impedían circular fuera de Persia a los acusados por el atentado.
Luis D’Elía y Fernando Esteche junto al ya fallecido padre Farinello viajaron a
Irán. Contaban con el aval de Mario Cafiero, hermano de Juan Pablo y tío del
jefe de gabinete, Santiago Cafiero. Llevaron una carta de apoyo a la teocracia
firmada, entre otros, por Pino Solanas y Hebe de Bonafini.
Ahora,
Moshen Rabbani, para desconcierto de los militantes del suicidio del fiscal
Nisman, acaba de decir desde Teherán -en un programa radial amigo de Irán- que
a Nisman lo mataron.
Los
militantes del suicidio sin más están ligeramente perdidos. Es verdad que
Rabbani no se ha caracterizado por decir la verdad. Su nueva declaración no
confirma ni refuta nada. Pero lo interesante es que por alguna razón, justo ahora,
después del asesinato de Soleimani, vuelve a insertarse en la polémica. Rabbani
dijo también que Nisman pudo ser inducido al suicidio porque “no tenía
pruebas”. Si fue así, es legalmente un homicidio.
Sus
amigos tal vez no evalúan que no le temblaría la mano al venerado mullah para
propulsar otro horror allí donde le parezca a él y a los suyos.
Escribió
Hafez, el maravilloso poeta persa y místico sufí del siglo XIV: “No te aflijas.
Tu mal será trastocado en bien”. “No te aflijas” predica con esperanza. Hafez
es un maestro de la fe. Pero el mal no se trastoca en bien si se perpetra
deliberadamente el mal.
Irán
cosecha hoy enemigos en el Medio Oriente islámico sunnita. Arabia Saudita,
Irak, Yemen, diversas facciones sirias y amplios sectores libaneses que refutan
la expansión de Hezbollah en su territorio.
Alberto
Nisman fue el principal acusador de Rabbani. La voz de Rabbani fue invocada
otra vez y habló con el cinismo y calma, propio de su lejanía de todo tribunal
imparcial.
La
última escena del fiscal es la más elocuente: violentamente muerto y yaciente
en el charco de su propia sangre.