y su masificación
"Sin cocaína
no eres nadie; con la cocaína puede ser como quieras'', fue el consejo de un
capo italiano de la mafia a un iniciado, en el libro `La cocaína domina el
mundo', de Roberto Saviano.
POR JUAN ALBERTO
YARÍA
La Prensa,
09.10.2022
Con asombro
repetía una consigna grupal en una de las sesiones de mantenimiento de
conductas para la prevención de recaídas que coordino. Mi pregunta era: ¿cómo
nos iniciamos? Hay que recordar de dónde venimos para saber adónde vamos,
decía. Al ser la adicción una enfermedad crónica, prevenible y con posibilidad
de recaídas, que atrapa a la memoria adictiva, es necesario hacer ejercicios de
memoria, precisamente, para que surjan normas de conducta que sirvan a los
fines de recordar las consecuencias: encarcelamientos, sobredosis,
internaciones en terapia intensiva, etc.
El anecdotario
clínico de las iniciaciones es casi novelesco ya que desafía todo acto de
imaginación. Jorge me cuenta que recibía su dosis de cocaína todos los días cuando,
al volver del trabajo, tomaba a la misma hora un colectivo y el mismo chofer
era el `proveedor dealer'. Me sorprendió, ya que nunca había escuchado que un
colectivero fuese un `dealer' de drogas. Pero al fin de cuentas mi sorpresa era
una inocencia total, ya que la Argentina es el primer consumidor de cocaína de
América Latina y el segundo en toda América. Los Estados Unidos es el primer
consumidor.
Jorge me confiesa
un secreto que había guardado durante mucho tiempo: el consumo empezaba a la
noche hasta el otro día y después el colectivero le daba las dosis para el día
siguiente. Me abraza y desde ahí se organiza una alianza afectiva con Jorge
(base del vinculo terapéutico). Me dice que me aprecia mucho. Así empiezan los
cambios. El amor humano desplaza a la química. Es una tarea dura porque la
inflación del ego que proporciona la cocaína es enorme y siempre tentadora.
Ahí recordé a
Roberto Saviano, escritor italiano, que relató y describió a la mafia italiana,
que es la que maneja las drogas, y desde ahí es un condenado a muerte que vaga
por distintos países. En los Estados Unidos por ahora encontró la paz, pero
sabe que es un condenado a muerte; huyó de su querida Italia (Calabria y
Sicilia). La verdad ahí se paga con la vida.
Escribió en su libro
`Cómo la cocaína gobierna al mundo, 000 (triple cero, como la harina de máxima
calidad)': "La coca la consume quien ahora está sentado a tu lado en el
tren para despertarse a la mañana, el conductor que está al volante del
autobús, consume quizás tu padre o hermano, tu jefe o su secretaria que esnifa
solo el sábado para divertirse; también el camionero que trae el café o
recolecta la basura, también el medico o la enfermera. Quien la consume está
ahí contigo, es también el policía que está a punto de pararte, el cirujano que
está despertándose ahora para operar o el abogado que tienes para divorciarte,
o el cantautor, el político en sus acciones o la prostituta a la que vas antes
de volver a casa para desahogarte''.
Con su estilo
literario, Roberto Saviano menciona con crudeza la `epi-pandemia' que nos
invade y que ondula soterrada en nuestra sociedad, desde "la pipa de crack
hasta los que dicen que consumen de la buena''. Mientras tanto hay cada vez más
compulsivos que no pueden no hacerlo. Están obligados a hacerlo, ya que son
esclavos, tienen un sistema cerebral y psíquico dominado. La dopamina
(neurotransmisor cerebral) como excitante estimulado por la cocaína supera todo
otro placer y solo la podemos dejar por las consecuencias. Nadie deja porque no
le gusta sino por lo que viene después: daños cerebrales, hepáticos, infartos,
pérdidas, violencias, tragedias familiares, etc. Ese es otro de los lemas de
los grupos de rehabilitación: por qué la dejamos. Por las consecuencias. Las
pérdidas implican el uso de la libertad para la salud, ya que la esclavitud de
las sustancias los llevó a distintas enfermedades. Una de las enfermedades por
el consumo inveterado de sustancias es la psicopatía y la sociopatía, que son
hermanas mellizas en el arte perverso del engaño y la muerte. Se juntan ahí dos
lemas que repetía el viejo capo italiano de la a un iniciado en el libro de
Saviano: "Sin cocaína no eres nadie, con la cocaína puedes ser como
quieras, pero si no estas en la organización nada del mundo existe; se puede
huir de la ley, pero no de la organización''. Esto lo viven dolorosamente los
padres de pacientes que se incluyeron en organizaciones de venta de drogas,
tráfico de mujeres, juego, prestamos, etc. Son perseguidos y amenazados de
distinta manera por deudas de sus hijos.
Les parecerá raro,
pero esto existe en la Argentina, no solo en Calabria o en los andurriales de
las favelas o de Brooklyn. Es en Rosario, en las villas del conurbano de
Capital y del Gran Buenos Aires y en Barrio Parque. Es el funcionamiento de una
`barra brava' que no solo aguanta los `trapos' del club, sino que también
distribuye las drogas y los delitos o la presión hacia ciertos enemigos.
Todos estos hechos
tan evidentes pero negados de nuestra sociedad surgen en el marco de una "megabarbarie
planificada'' en los términos de Edgard Morin basada en tres hitos:
individualismo, masificación de las drogas y errancia de los amores. Han caído
siguiendo los preceptos de Gramsci, teórico del nuevo marxismo, los basamentos
de la vieja civilización judeocristiana y el poder es el eje de la vida. La
cocaína es el símbolo del poder (ilusorio y delirante en las micro dosis que se
esnifan) pero poder político al fin cuando se estructura como una armadura de
poderes varios en los distintos territorios.
Así, las
instituciones del viejo orden republicano quedan horadadas por los dos grandes
mandamientos: plata o plomo. El Poder Judicial, el Legislativo y el Ejecutivo
ceden ante lo nuevo y comienzan a ser sus vasallos.
EL HOMBRE
DOMESTICADO
El eximio
psiquiatra español Enrique Rojas describe al hombre de hoy de esta sociedad
líquida y fundamentalmente química con el acrónimo de `Simon'. `S' de
solitario, soltero, sin compromisos, buscador de placeres, amante del poliamor
(sin rastros de futuros encuentros, o sea lo que Morin llamaba la
"errancia de los amores''). `I' de individualista, de poco afecto a los
compromisos duraderos e impulsivo en sus conductas. `M' de materialista, de
consumista por excelencia, voraz en sus demandas, adicto a las compras, al
alcohol, a la comida o a la anorexia, su médico de cabecera más importante es
el cirujano estético; vive para el espejo con los anabólicos que le devuelven
la imagen de un Tarzán moderno, pero fundamentalmente vacío. `O' de obsesivo
compulsivo; la compulsión lo traga literalmente y ahí la droga es la tentación
suprema porque la inflación del ego es su meta. `N' de narcisista, ya que es él
con él mirándose al espejo, no habiendo un otro. No llegó a la dimensión del
reconocimiento de un tercero. Es la inflación del ego por excelencia.
Sobre este
personaje llamado `Simon' se estructuran los más variados trastornos de
personalidad: el narcisista tan común hoy en las variadas profesiones que
inundan los canales de televisión en donde el otro no es escuchado y el grito
suplanta cualquier disidencia; el antisocial psicópata y/o sociópata que
organiza el delito con sutileza y frialdad solo o con organizaciones y que hace
de la mentira y la trampa una forma de existir. La personalidad límite, con
marcados rasgos de inestabilidad emocional y con descargas bruscas de
impulsividad, busca en las drogas y en las organizaciones reguladores
emocionales y voces de mando que lo calmen; los histeroides (personalidades
histéricas) claman por un lugar en el mundo con su exhibicionismo y su única
medida es el espejo de sí mismo insuflado por la cocaína y por el mando brutal
de las organizaciones que pueden usarlas como `carne' en venta en el tráfico de
mujeres. Estos son algunos de los trastornos de personalidad que surgen de este
acrónimo de Rojas que está ligado al mundo delirante que promueve la cocaína y
las organizaciones de dominio que se van perpetuando.
Juan Alberto Yaría
* Director general
de Gradiva - Rehabilitación en adicciones