la Gesta y el Regreso de cada jornada
POR CHRISTIAN VIÑA
Sacerdote y
periodista
26.10.2022
En nuestra
Argentina saqueada por la casta política –que integran “oficialistas” y
“opositores”- , funcional al globalismo sin Dios, sin naciones, y sin familia,
el estreno de la película “1982. La Gesta” ha sido no una bocanada, sino un
auténtico huracán de aire puro. En primerísimo lugar, claro está, porque nunca
será mucho lo que hagamos por nuestros Héroes, vivos y difuntos, de Malvinas.
Y, también, como digna reparación ante tanta mentira, tanta “historia oficial”
manipulada desde Inglaterra, y sus socios nativos; y tanto panfleto, cine y
televisión chatarra, con que nos siguieron invadiendo en estas cuatro décadas.
Que este
documental, integrado exclusivamente con testimonios de nuestros guerreros del
Atlántico Sur, haya sido soñado, pensado, producido, y realizado, por
verdaderos jóvenes idealistas, dispuestos a nadar contra la corriente anti argentina;
y con un presupuesto casi irrisorio para cintas de este tipo (apenas 40 mil
dólares, juntados como préstamos de familiares, y amigos), demuestra una vez
más hasta dónde llega el coraje, y la capacidad de renuncia de nuestra
Argentina profunda. De esa Argentina que se resiste al paralizante “no se
puede”, o a vivir de subsidios del Estado; y que tiene en jóvenes como los de
“Faro Films”, una verdadera demostración de que todo lo podemos en Cristo que
nos conforta (cf. Flp 4, 13). Sí, en el Señor del Universo; Quien, con
distintos gestos y, en especial, con su llanto sobre Jerusalén (cf. Lc 19, 41),
nos enseñó también el verdadero amor a la Patria.
“Silencio o
Verdad” es el lema de la productora de la película; cual verdadero desafío e,
incluso, orden de batalla. Porque, justo es reconocerlo, en estos 40 años, el
callar la verdad, o tan solo susurrarla, con distintos reparos, solo terminó
sirviendo al invasor; que sigue hoy extendiendo sus dominios sobre nuestra
Patagonia, con supuestas reivindicaciones “ancestrales” de autoproclamados
“indígenas”. Comenté, a propósito, con quienes asistimos a la función, que el
centro comercial del barrio de Abasto, en Buenos Aires, en donde está el cine,
era frecuentado por el “flogger” porteño, hoy prófugo de la justicia, que se
“autopercibe” como “mapuche”. Coincidencias de este arrabal del mundo; al que
nunca le perdonarán los amos del planeta, que haya tenido el coraje de
enfrentarlos –en legítima defensa, y con plena justicia- en nuestras Islas
australes.
Hacía más de diez
años que no iba al cine. Y coincidir con otros sacerdotes, Veteranos de Guerra;
familias numerosas y muchos adolescentes y jóvenes, fue una experiencia
apasionante. Antes, durante, y después, flotó en el aire una fragancia de
argentinidad distinta, como la de aquellos gloriosos días de 1982; y bien
diferente a la de, por ejemplo, los eventos deportivos. Porque vivimos, por
ahora, en el entretiempo hasta el próximo Regreso; que llegará en algún
momento, y que se prepara, como coincidieron en afirmar los protagonistas de la
película, en cada libro que se estudia, y en cada trabajo que se realiza, con
pasión por la Patria.
Recorre la cinta
el antes, el durante, y el después de la Gesta; con la narración, en primera
persona, de quienes combatieron, cuerpo a cuerpo, en nuestro territorio
insular. Y que, con un respeto y un pudor admirables, dieron voz, también, a
quienes no regresaron al continente; y esperan, allí, la Resurrección final, y
previamente, el relevo de sus puestos de centinelas. Los testimonios, dueños de
una sobriedad sin fisuras, ceden a las lágrimas de emoción; que en curtidas
mejillas de soldados, arrancan además el llanto del público. Sí, por supuesto:
también los asistentes lloramos; como en aquel glorioso 2 de Abril, como en tantas
memorables jornadas de esos 74 días, como en aquel 14 de junio, del fin de la
Batalla de Puerto Argentino, y como en otras ocasiones de los años siguientes,
en plena desmalvinización; fogoneada por los mismos intereses que hoy
arrinconan a nuestro país en la pobreza, la indigencia, el hambre y la falta de
ideales comunes.
Los Veteranos que
narran sus historias –que jamás fueron “chicos de la guerra”, sino hombres de
combate- hoy son ancianos, u hombres maduros, que supieron aumentar, con el
paso de los años, el fuego sagrado que los llevó a tomar las armas. No se
busque, entonces, en sus testimonios, expresiones de resentimiento, pases de
facturas, o incluso de venganza, hacia quienes hoy no están presentes para
defenderse. Como auténticos caballeros cristianos –emociona, por caso, cómo
cuentan la forma en que rezaban el Rosario, cada día, en las trincheras; o como
asistían, cuerpo a tierra, a Misas celebradas bajo el fuego enemigo- son
propietarios de un recato digno de todo elogio. Bien lejos están –como lo hemos
padecido en todos estos años- de deleitarse en los errores, las deslealtades, y
circunstanciales cálculos politiqueros. Y, por eso, vuelven a demostrar cuánta
razón encierra aquella genialidad del recordado Ignacio Anzoátegui: “La
‘crítica constructiva’, ¿ha construido algo, alguna vez?” Sus palabras son,
así, una síntesis de por Quién y cómo se debe vivir, y morir. Y que nunca será
mucho lo que podamos darle a la Patria, cuando ella está en peligro.
Tiene la
producción, claro está, relatos concretos de combates; con la consecuente
descripción de sus protagonistas. No se busque, de cualquier modo, en ella, una
cronología completa, y detallada, de las acciones militares. No es, en
absoluto, el fin de la cinta, analizar pormenorizadamente los hechos; e
interpretarlos en clave de estrategia y tácticas. El hilo conductor es el por
qué, y el para qué de la Causa; y, por eso, las referencias específicas sirven
para pintar el heroísmo de los hombres de nuestras Fuerzas Armadas; y la
trascendencia de Malvinas como modelo perenne de nuestro ser argentino.
La intensidad del
filme es tal que el “Fin” arranca aplausos de pie, y sostenidos “Vivas” a la
Patria; flamean, también, en la sala banderas argentinas, desplegadas por los
más jóvenes. La lección es clarísima: hay que hacerse cargo de la posta; y,
como auténticos guerreros, en estos tiempos de paz, tomar plena conciencia de
que el Regreso a las Islas se plasma en cada mañana de sacrificio, sudor,
estudio y trabajo. A distancias siderales de la corrupción, el clientelismo, la
chatura, y la holgazanería.
La partida de la
sala, entre nuevas lágrimas y vivas, encuentra a los adolescentes que
concurrieron abrazados, en contundente gratitud, con los Héroes presentes. Y se
toman cataratas de fotos, con ellos; junto a sonrisas desbordantes de sincero
compromiso con el futuro. No son estrellas de rock; ni tampoco héroes de
ficción; hoy, incluso, “deconstruidos” por la ideología de género. Son Héroes
de la Patria; de “carne y hueso”, a los que esos prometedores adolescentes se
aferran como verdaderas tablas salvadoras; ante tanto naufragio deliberadamente
impuesto.
Esperamos, ahora,
una nueva película sobre el heroísmo de los sacerdotes que fueron capellanes en
Malvinas; y que bien podría inspirarse en el libro “El Altar y la Guerra”, de
Sebastián Sánchez, aparecido recientemente. Dios quiera, pues, que muy pronto
podamos disfrutarla.
¡Gracias,
muchísimas gracias, queridos chicos de “Faro Films”, por su “incorrección
política” de mostrarse como creyentes, y argentinos, ¡sin complejos! Y por
superar, con viril decisión, tantas “cancelaciones” de salas cinematográficas,
y portazos sobre sus rostros. ¡Y eternas gracias, queridísimos Héroes de
Malvinas, por confrontarnos, una vez más, ¡con lo mejor de la argentinidad! Por
supuesto, seguiremos desembarcando en nuestras Islas, cada mañana. Con la
seguridad de que nada está perdido; y todo está por ganarse…