sin verdad y sin
justicia
Por Alberto
Solanet *
* Presidente de la
Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia.
La Prensa,
21.03.2023
"Día de la
Memoria, Verdad y la Justicia". Ha trascendido que la Vicepresidente y sus
lacayos intentaron acoplar a la conmemoración el reclamo por la fábula de la
proscripción frente a las próximas elecciones. La señora de Carlotto y las
organizaciones de izquierda, dueñas de la festividad, no admiten semejante
intromisión que podría contaminar la consabida liturgia del acto conmemorativo
y desnaturalizar el objetivo, que no es otro que revindicar el terrorismo
guerrillero y ultrajar a las Fuerzas Armadas.
Con ello se sigue incentivando el odio y la
división entre los argentinos, nada más a contrapelo de lo que conviene y
necesita nuestra sociedad. Estos ideólogos que no representan a la argentina
verdadera y que seguramente hoy son una minoría cada vez más desprestigiada,
montados en el poder y con ingentes recursos de adentro y de afuera, no paran
de hacer daño, su objetivo es que el falso relato que han podido construir
continúe sine die.
Si de memoria y de
verdad se trata, resulta inconcebible omitir que aquel acontecimiento fue
consecuencia de una profunda y caótica crisis caracterizada por la degradación,
el vacío de poder, la corrupción y una guerra ya desatada por un terrorismo
apabullante. Así fue visto en aquel entonces por la mayor parte de los
argentinos. Pocos hechos en la historia argentina fueron tan previsibles,
esperados e impulsados por la gran mayoría de la dirigencia política como aquél
golpe militar.
El líder de la
UCR, Ricardo Balbín, fue contundente: ``no tenemos soluciones que ofrecer, lo
que haya que hacer que se haga ya". Los diarios de sesiones de la época
son más que elocuentes.
La incapacidad
política, la falta de coraje, tanto del gobierno como de la dirigencia de
entonces, que no supo estar a la altura de las circunstancias, determinó como
último remedio que las fuerzas armadas asumieran el poder.
Esta afirmación no
es retórica, entre otros antecedentes citamos la irresponsable y ominosa ley
amnistía de mayo de 1973, que votada por aclamación en el Congreso, liberó a
más de 2000 cabecillas del terrorismo, la mayoría condenados legalmente, en el
marco de procesos ajustados a las garantías y derechos prescriptos por la
Constitución Nacional, mediante jueces intachables. Los amnistiados volvieron a
tomar las armas y se desató en el país un verdadero baño de sangre.
GUERRA CRUEL
Si de memoria se
trata podemos recordar que la guerra de los setenta fue una guerra cruel,
extremadamente cruel. Miles de guerrilleros, adiestrados muchos de ellos en
Cuba, Libia, Guatemala, El Líbano y otras naciones, la iniciaron y
desarrollaron con asesinatos incalificables (el juez Quiroga, Rucci, Sacheri,
Genta, Soldati, Mor Roig etc.), secuestros seguidos de muerte (Aramburu, Ibarzábal,
Larrabure, Salustro, etc.), asaltos a cuarteles, bancos, extorsiones, bombas,
como la que destruyó el comedor del Departamento de Superintendencia Federal,
con 27 muertos y más de cien heridos, siniestro que en su magnitud ocupa el
segundo lugar luego de la AMIA, y otros hechos vandálicos hasta sumar 20.642
entre los años 1969 y 1979.
Su objetivo era
alcanzar el poder para convertir a nuestra República en un estado totalitario
marxista. Muchos de los líderes de las organizaciones terroristas que llevan
sobre sus espaldas esta colosal monstruosidad, viven en libertad bajo el amparo
de amnistías e indultos, ocupan cargos públicos, son homenajeados e
indemnizados y hasta se jactan públicamente de sus delitos.
Si de buena
memoria se trata, cabe referir que en la sentencia que en 1985 condenó a los
Comandantes, se afirmó que: "...el fenómeno terrorista en la República
Argentina. se correspondió con el concepto de guerra revolucionaria", que
"esa guerra fue iniciada por grupos armados guerrilleros con el objetivo
de alcanzar el poder e instaurar la `Patria Socialista'", y que "El
objetivo último...fue la toma del poder político por parte de las
organizaciones terroristas", concluyendo que "la subversión
terrorista puso una condición sin la cual los hechos que hoy son objeto de
juzgamiento, posiblemente no se hubieran producido".
AGRESION
SUBVERSIVA
Las Fuerzas
Armadas, de Seguridad y Policiales debieron enfrentar la agresión subversiva en
defensa del Estado, en cumplimiento de decretos firmados por la viuda de Perón
e Italo Luder y refrendados por todos sus ministros.
El propio Perón en
ocasión del ataque al regimiento de Azul en 1974, dijo que "... a los
terroristas hay que eliminarlos uno a uno para bien de la República". Las
Fuerzas ejecutaron la orden de aniquilar el accionar terrorista, no sin haber
cometido, en el marco del feroz combate, extralimitaciones inadmisibles e
ilegales.
Si de verdad y
justicia se trata, podemos verificar que a partir del gobierno de Néstor
Kirchner, a instancias de un oscuro personaje, Horacio Verbitsky, con la
necesaria complicidad del Congreso y la Corte Suprema, cuyos miembros fueron
designados a condición de someterse a sus perversos objetivos, se produjo la
más brutal ruptura del orden jurídico, iniciándose una persecución implacable,
vengativa y discriminatoria contra integrantes de la fuerzas armadas y de
seguridad y también civiles y religiosos, acusados de delitos de "lesa humanidad".
Jueces, por miedo
o fuertemente ideologizados, finalmente corruptos, se pusieron al servicio de
la denominada "política de derechos humanos" y mediante procesos
viciados, violatorios de todas las garantías constitucionales, mantienen aún en
las cárceles a cientos de presos, casi todos sin condena, cuyo promedio de edad
supera los 75 años, soportando ilegales y prolongadísimas prisiones
preventivas. Ya han muerto 760 en cautiverio.
Hay decenas de
ancianos con gravísimas dolencias, que esperan la muerte, una muerte lenta, a
la que han sido condenados, en medio de la indiferencia de una sociedad que ha
optado por olvidarlos después de haber clamado por su intervención cuando el
terrorismo asolaba la República.
Celebrar el 24 de
marzo sin tener en cuenta estas consideraciones no es ni memoria ni verdad ni
justicia, simplemente hipocresía. Esto debe terminar, como ha ocurrido en la
historia de los países civilizados luego de haber sufrido tan cruentos
enfrentamientos. La dirigencia política, los referentes de la cultura, los
dirigentes sociales, el periodismo, los medios de comunicación, conscientes de
la gravedad del momento que vive la argentina, deben disponerse con la
indispensable grandeza para instrumentar un marco de unión nacional, para
restaurar la concordia y la plena vigencia de los principios y contenidos del
orden jurídico, premisas necesarias para consolidar la paz interior.