víctima
“inesperada” de la pandemia
Agustina Sucri
La Prensa,
05.03.2023
La confianza de la
población argentina en las vacunas ha disminuido a partir de 2020, según un
nuevo estudio titulado Indice de Confianza y Acceso a las Vacunas 2022,
realizado por la Fundación Bunge y Born, que se dio a conocer la semana última.
Se trata de una tendencia en sintonía con lo que han registrado otros estudios
mundiales, tales como el realizado por Investigadores de la Universidad de
Portsmouth (Inglaterra), publicado en la revista ‘Vaccine’, en el que
constataron una significativa disminución de la confianza en estos productos,
que se produjo durante la denominada pandemia de covid-19.
El relevamiento de
Bunge y Born refleja que el nivel de confianza en 2022 es de 85.9 puntos y que
si bien aumentó un 0.5% respecto de 2021, cuando el índice fue de 85,5 puntos,
representa un 8.3% menos que en 2019, antes del comienzo de la “pandemia”,
cuando fue de 93,7 puntos.
El estudio
-realizado en diciembre de 2022, sobre 7.299 casos- abarca todas las regiones
del país y a los distintos grupos etarios, con distinción por sexo y según los
diferentes niveles educativos alcanzados.
Se trata de la
cuarta edición de este estudio interanual —el primero fue de 2019— que permite
analizar cómo varía el nivel de confianza de la población respecto a la
importancia, seguridad y eficacia de las vacunas en general, y la eventual
presencia de barreras en el acceso a las vacunas.
Según explicaron
los autores, el índice de confianza está formado por tres componentes: la
efectividad, su importancia para los niños y si son seguras. Este año los
resultados arrojaron que un 88% de las personas piensa que las vacunas son
efectivas e importantes para los niños, lo que representa una leve baja
respecto al año pasado; y un 90,4% cree que son seguras. En este último
componente se detecta un leve aumento respecto a los dos últimos años, aunque
sin alcanzar las cifras de 2019 (95,9%).
En tanto,
indicaron que las tendencias en el nivel de confianza de acuerdo con la edad
son disímiles. Quienes están entre los 21 y los 30 años aumentaron su confianza
en un 3,59% (3 puntos), quienes están entre los 31 y 40 lo hicieron en 5,98%
(4,9 puntos), mientras que el grupo entre 41 y 50 se mantiene estable (87,7
puntos).
”Los grupos
etarios en los que bajó la confianza son los mayores de 65, que pasaron de 91,2
puntos a 83,9, (-8%). Y también lo hicieron quienes tienen entre 15 y 20 años,
en los que se presenta una tendencia a la baja constante desde 2019. Quienes
integran esta franja, a futuro, son quienes podrán tener menores o adultos a
cargo, y tomarán decisiones relacionadas a su vacunación”, puntualizan.
Respecto del rol
de los profesionales de la salud en cuanto a la vacunación, el trabajo de la
Fundación Bunge y Born revela que uno de cada seis cuidadores afirma que alguna
vez un profesional de la salud le recomendó no vacunar a su menor a cargo. A
partir de esta afirmación, se detectó una “asociación” entre aquellos que recibieron
la recomendación de “no vacunar” y niveles más bajos de confianza y acceso.
OTRO ESTUDIO
Los resultados del
relevamiento local están en sintonía con otros realizados a nivel mundial, tal
como el realizado por investigadores de la Universidad de Portsmouth
(Inglaterra), publicado en la revista Vaccine. Los autores, que compararon las
encuestas previas y posteriores a la pandemia, descubrieron que la confianza en
las vacunas es considerablemente menor después del covid en todos los grupos
demográficos.
Los científicos
llevaron a cabo dos encuestas anónimas en los inviernos de 2019 y 2022 para
investigar las actitudes de las personas hacia las vacunas y los factores que
podrían sustentar las dudas y el rechazo.
Al comparar las
respuestas de más de 1.000 adultos, descubrieron que el grupo pospandémico
confiaba considerablemente menos en las vacunas que el grupo prepandémico.
En concreto, el
estudio reveló que casi uno de cada cuatro participantes declaró haber perdido
confianza en las vacunas desde 2020, independientemente de su edad, etnia,
sexo, creencias religiosas y nivel educativo.
El doctor
Alessandro Siani, director asociado de la Facultad de Ciencias Biológicas de la
Universidad de Portsmouth y autor principal del trabajo, afirmó: "Aunque
las dudas sobre las vacunas no son un fenómeno nuevo, las vacunas covid-19 han
sido recibidas con especial hostilidad”.
"Pero esto no
sólo ocurre entre los ‘teóricos de la conspiración’, sino también entre quienes
no se consideran 'antivacunas' y han apoyado otras campañas de vacunación en el
pasado", añade el investigador, férreo defensor de las “vacunas covid”.
En ambas
encuestas, los participantes que tenían creencias religiosas se mostraron
significativamente más reticentes a las vacunas que los ateos y agnósticos, y
los individuos de origen negro y asiático se mostraron más reticentes que los
pertenecientes a etnias blancas. Sin embargo, el sexo no mostró ninguna
relación con la confianza en las vacunas.
Aunque estas
tendencias generales se mantuvieron en gran medida similares entre las dos
encuestas, se observaron algunos cambios dignos de mención en la encuesta
posterior a la pandemia. Por ejemplo, el análisis reveló que, mientras que en
2019 los participantes de mediana edad se mostraron considerablemente más
aprensivos a vacunarse que los grupos más jóvenes, este no fue el caso en la
encuesta de 2022.
"El estudio
es coherente con otras observaciones que sugieren que la confianza en la vacuna
puede ser otra víctima de la pandemia de covid-19", finaliza Siani, quien
no ahonda en las motivaciones que han llevado a esta marcada pérdida de la
confianza en los productos utilizados para inmunizar a niños y adultos.
ANALISIS NECESARIO
La pérdida de la
confianza en las vacunas en general no es un fenómeno nuevo. De hecho, la
Organización Mundial de la Salud -que tiene entre sus principales financiadores
a Alemania, la Fundación Bill & Melinda Gates, Wellcome Trust y la
Fundación Rockefeller-, ya en 2017 publicó una curiosa guía para la región de
Europa sobre “Cómo responder en público a quienes niegan las vacunas”,
basándose en “la investigación psicológica sobre persuasión, en los estudios
sobre salud pública y comunicación y en las directrices de la OMS sobre
comunicación de riesgos”. En concreto, el documento de la OMS pretende
capacitar a los funcionarios de salud sobre cómo enfrentar un grupo al que por
aquel entonces ya veían como una “amenaza” y al que identifican como
“negacionista de las vacunas”.
En ninguno de los
estudios antes mencionados sobre la pérdida de confianza en las inmunizaciones
se analiza la influencia que tuvo durante la pandemia el hecho de que las
“vacunas covid” fueran autorizadas para salir al mercado sin haber cumplido las
fases habituales y esperables de investigación, tampoco se hace mención a las
irregularidades que fueron saliendo a la luz sobre el modo en que se llevaron
adelante los estudios por parte de los grandes laboratorios productores de las
nuevas vacunas, ni la censura que sufrieron científicos y especialistas de
prestigio cuando intentaron advertir sobre los posibles efectos adversos
vinculados con estos productos o sobre las alternativas de tratamiento y
prevención de la enfermedad con medicamentos baratos y ya conocidos desde hace
años. Tal fue el caso de la ivermectina, que en el país fue tempranamente
estudiada para el tratamiento y prevención del covid por los doctores Roberto
Hirsch y Héctor Carvallo.
Consultado por La
Prensa sobre la cuestión de la pérdida de confianza de la que son víctimas hoy
las vacunas en general, Hirsch -jefe del
departamento de Enfermedades Infecciosas del Hospital Muñiz y ex director de la
carrera de especialistas de infectología de la Universidad de Buenos Aires,
evaluó: “En dos o tres años aparecieron nuevas vacunas, cambiaron los esquemas de
vacunación, muchos laboratorios están experimentando vacunas ARNm para otras
patologías -más allá del covid- y, al mismo tiempo, la aparición de efectos
colaterales con las vacunas ARNm para el covid han quedado evidenciados a nivel
internacional en forma estadística. Si uno ve la cantidad de accidentes
cardiovasculares, el incremento de los tumores que coinciden
epidemiológicamente con las curvas de inmunización y que -a su vez- países no
inmunizados como los países africanos, que menos se inmunizaron, menos
producción de este tipo de situaciones tienen, cuando deberían tener más -por
la calidad de vida que tienen- han hecho que las personas todas se empiecen a
cuestionar”.
Para Hirsch las
vacunas tradicionales, en general, son efectivas. Aunque matizó: “Las nuevas
vacunas, que tienen poca evolución en la experiencia, han demostrado que hay
que tener un cierto tino y ver qué es lo que pasa con esas nuevas vacunas en el
tiempo para poder empezar a recomendarlas y que la población no es para darle
las cosas porque sí y ver qué es lo que le va a pasar”.
El covid dejó en
claro el afán por un negocio multimillonario, como es el de las vacunas,
mientras los ciudadanos se transforman en conejillos de indias. “Se les dio
autorización de emergencia a las vacunas sin haber sido suficientemente
probadas. Sin embargo, otros productos que son menos tóxicos y que estaban
aprobados y que se dieron para otras
enfermedades (la FDA aprobó la ivermectina para el tratamiento del cáncer) no
obtuvieron autorización para ser usados en covid. Hay intereses personales y
económicos en ciertos niveles para que funcione la vacuna. La gente, que no es
tonta, empieza a dudar de qué es lo que pasa en torno a esto. Hay estrategias
non sanctas. No todas son financieras, algunas tienen que ver con las
poblaciones”, ilustró.
Sobre la evolución
que han tenido las vacunas contra distintas enfermedades desde su
surgimiento,Hirsch opinó que las “vacunas de antes eran más efectivas, pues
conferían inmunidad para toda la vida”.
Como ejemplo citó
el caso de la vacuna antisarampionosa para la cepa Edmonston, “que era tan
fuerte como el sarampión natural, entonces se aplicaba con media dosis de
gamaglobulina. Es decir, se le daba a los vacunados una protección para no
tener una enfermedad tan fuerte con la vacuna”.
“Ninguno de los
sujetos vacunados con cepa Edmonston durante toda su vida hizo sarampión.
Después de eso, aparecieron vacunas cada
vez más atenuadas que aumentaban la inmunidad humoral -la inmunidad de la
sangre- pero no medían la inmunidad celular, la inmunidad interna, que es lo
mismo que pasó con covid. Los sujetos que tenían Edmonston tenían muy mala
inmunidad humoral. Entonces empezaron a fabricar vacunas que elevaran la
inmunidad humoral. Pero a medida que elevaron más la inmunidad humoral, ésta
era más alta porque el virus o los fragmentos de virus daban vueltas por el
organismo hasta que se liberaba y después esa inmunidad se perdía. Al
principio, las vacunas que se usaban decían que eran para toda la vida. Después
eran para 20 años y ahora tienen que revacunar al chico a los 5, a los 12 y al
egreso del secundario para una misma patología”, evualó el especialista en
infectología, para luego agregar: “Vender cinco vacunas es mejor que vender
dos”.
Al referirse al
rol de la comunidad médica, que gran parte insistió para que sus pacientes se
vacunaran con vacunas no debidamente probadas contra el covid, Hirsch sostuvo:
“El juramento hipocrático lo cumplimos pocos. Fíjese los vaivenes de la
Sociedad Argentina de Pediatría: al principio salió a desaconsejar el uso de
vacunas covid en chicos. Al poco tiempo hubo un apriete y el presidente de esa
sociedad salió a desdecirse y dijo que la vacuna era buena para los chicos…
Pero vacunar para el covid a los chicos no tiene ningún sentido”.
”¿Cómo va a tener
confianza la gente luego de episodios de este tipo? Fui profesor titular de
Infecciosas durante 15 años, hace 40 años que soy profesor. Enseñé mucho y fui
el director de la carrera de especialista de infectología hasta mis 75 años.
Pero no todo el resto de los médicos tienen la misma experiencia… Cuando uno
empieza a leer papers que son los que
manejan ahora la cosa, donde todo es “brillante”, los médicos jóvenes empiezan
a indicar, la misma gente ejercía presión porque no la vacunaban, pero recién ahora están cayendo las fichas. Y
así se dan situaciones como el proceso que le están haciendo al presidente de
Suiza”, prosiguió.
Por otra parte es
sabido que gran parte de las sociedades científicas tienen vínculos con los
principales laboratorios. De hecho la Sociedad Argentina de Pediatría ha
organizado charlas para sus miembros con la participación del representante de
Moderna para hablar de las bondades de su vacuna covid. Al respecto, Hirsch
opinó que no es ético que las sociedades científicas sean financiadas por
laboratorios y para finalizar aseguró: “De la Sociedad Argentina de Pediatría
me fui hace años. De la Sociedad Argentina de Infectología nunca fui socio
porque también tiene compromisos”.