Carlos Ialorenzi - Myriam Mitrece
La Prensa,
03.10.2024
Entramos en
octubre. Una fecha que suena con fuerza porque hay hechos históricos que por su
magnitud tienen que seguir siendo recordados y valorados. Uno de esos sin lugar
a dudas fue el descubrimiento de América por parte de la corona española.
Ese 12 de octubre
de 1492 el Almirante Cristóbal Colón y sus tres carabelas arribaron al Nuevo
Mundo y a partir de allí comenzó la unión de los dos mundos.
Es así que en el
mes de octubre de 1917, el Presidente de la Nación Dr. Hipólito Yrigoyen,
decretó Fiesta Nacional, el 12 de octubre. Desde ese momento pasó a denominarse
al 12 de octubre "Día de la Raza". Esta denominación no tiene que ver
con lo biológico sino con lo espiritual, con una estirpe determinada. Y para
nada es peyorativa de quienes no comparten la misma estirpe racial.
Otros presidentes
como Illia y Perón repitieron los mismos considerandos del decreto de Yrigoyen,
quien proclamaba lo siguiente:
"1º. Que el
descubrimiento de América es el acontecimiento más trascendental que haya
realizado la humanidad a través de los tiempos, pues todas las renovaciones
posteriores derivan de este asombroso suceso, que a la par que amplió los
límites de la tierra, abrió insospechados horizontes al espíritu.
2º. Que se debió
al genio hispano intensificado con la visión suprema de Colón, efemérides tan
portentosa, que no queda suscrita al prodigio del descubrimiento, sino que se
consolida con la conquista, empresa ésta tan ardua que no tiene término posible
de comparación en los anales de todos los pueblos.
3º. Que la España
descubridora y conquistadora volcó sobre el continente enigmático el magnífico
valor de sus guerreros, el ardor de sus exploradores, la fe de sus sacerdotes,
el preceptismo de sus sabios, la labor de sus menestrales, y derramó sus
virtudes sobre la inmensa heredad que integra la nación americana.
«Por tanto, siendo
eminentemente justo consagrar la festividad de la fecha en homenaje a España,
progenitora de las naciones a las cuales ha dado con la levadura de su sangre y
la armonía de su lengua una herencia inmortal, debemos afirmar y sancionar el
jubiloso reconocimiento"...
SIN LEYENDAS
La leyenda negra y
la leyenda rosa son dos construcciones y como tales alejadas de la realidad de
los hechos históricos que se recuerdan ese día.
La Leyenda Rosa se
ha contado durante muchos años de la mano de “los tres barquitos de nuez
empujados por el viento” en los que todos los actores de los hechos que
llegaron al desolado territorio eran movidos solo intereses heroicos y
generosos.
Nos incumbe
especialmente la Leyenda Negra que tanto mal ha hecho no solo a la veracidad de
nuestra historia, sino también a nuestra identidad y autoestima como hijos de
la cultura hispánica.
El padre de la
Leyenda Negra, paradójicamente, fue un fraile dominico español. Bartolomé de
las Casas utilizó cifras adulteradas acerca de la matanza de indios para
desacreditar el actuar de España en América. A él se le debe la idea dicotómica
de los españoles malos y los indios buenos que nos persigue cada 12 de octubre.
A Don Bartolomé lo
asistía una razón teológica, errada, pero teológica al fin. Para él los indios
eran seres a los que no había alcanzado el pecado original y por lo tanto
seguían inclinados al bien en “su paraíso” hasta la llegada de los españoles.
Inglaterra, en
guerra con España entre los años 1585 y 1604, abonaron a esta teoría
compitiendo en una carrera de expansión en América y vieron con muy buenos ojos
exagerar e imaginar perversiones del enemigo. La guerra de propaganda no es un
invento de nuestros tiempos.
La Leyenda Negra
fue difundida primero en ambientes académicos y con el paso del tiempo se
difundió a tal punto que llegó a todos los niveles. En su obsesión
anticatólica, la izquierda cultural tomó el relato y lo hizo su bandera. La
aversión a la obra evangelizadora de España también fue un factor que aglutinó
al progresismo en la propagación de La Leyenda Negra.
HISPANOAMÉRICA
Lejos de las
cuestiones ideológicas, el decreto de Yrigoyen plasmó en pocos artículos todo
lo bueno que generó la unión de dos mundos: el de los españoles y el de los
habitantes de lo que más adelante se llamaría América, dando origen a millones
de criollos.
También apreció la
cultura, la fe católica y la maravillosa lengua de Castilla que se habla desde
México hasta la Tierra del Fuego. Del mismo modo, valoró el amor por la
libertad y la justicia. Prueba de esto es que los Reyes Católicos reconocieron
como súbditos de la Corona española a los aborígenes, brindándoles el mismo
estatus que a un español nacido en la península.
En palabras de
Ignacio Tejerina Carreras, presidente del Instituto de Cultura Hispánica de
Córdoba, “...arte, cultura, lengua, tradiciones, religión fueron la gran
herencia española que Yrigoyen supo valorar, y quiso que nosotros la
valoráramos…”
Después de años
soportando relatos, muchos sostenemos que ha llegado el momento de retomar el
camino de la verdad histórica y revalorizar nuestras raíces. Es así que desde
esta columna proponemos al Congreso de la Nación y al Gobierno Nacional que se
denomine al 12 de octubre “Día de Hispanoamérica”.