Joaquín Morales Solá
Un par de días antes de la deserción ante el Papa, el ex presidente decidió hablarles a los intelectuales kirchneristas de Carta Abierta. En ese compadreo entre incondicionales, maltrató primero al periodismo (que ya es para él como la oración diaria para los que tienen fe) y luego se ocupó, enfurecido y desafiante, del problema nuevo que descubrió con precisión: el Congreso.
Que nos echen de todas las comisiones , bramó, y provocó: Nosotros tendremos al pueblo en la calle. Fue la amenaza más directa y brutal que recibió el Poder Legislativo desde que Menem insinuó su cierre temporal en la década del noventa.
Kirchner no tiene retorno. Las cuatro encuestadoras más serias y prestigiosas del país han terminado mediciones que indican que los dos Kirchner perforaron el piso de los 20 puntos de imagen positiva en el país y ya están en sólo 18 puntos. Se trata sólo del carozo de cualquier caudal político. Y es, también, una tragedia política para los líderes de una administración que todavía debe gobernar dos años másido.
No es lo único que han hecho. Salvo que algo contundente se interponga, los Kirchner intervendrán Papel Prensa, la empresa que abastece de papel a una enorme mayoría de diarios argentinos.
La oposición no kirchnerista dio algunos pasos en el buen sentido. Tomó la iniciativa en el Congreso y se mostró unida. No obstante, el ritmo imperioso y arbitrario de Kirchner está necesitando también de una Comisión de Enlace de los principales dirigentes opositores. ¿Podrán hacerlo cuando todavía prevalecen entre algunos el agravio y la ofensa?
Las instituciones (el Congreso y el periodismo libre, entre ellas) están en riesgo. La oposición calla demasiado sobre los cotidianos martirios de la prensa. Esos líderes opositores deberían aparcar las ambiciones políticas y los rencores personales. Deberían, en última instancia, dejar de lado las inexplicables agresiones entre ellos compitiendo por un destino que nadie ve. Deberían hacerlo antes de que el país se quede hasta sin diarios.
Extractado de La Nación, 29-11-09