En el marco del Sínodo sobre la Familia, un periodista recuerda un detalle de las dudas que planteó la ley de matrimonio igualitario, entre los católicos.
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La única vez que
Bergoglio perdió una votación en la Conferencia Episcopal
Sergio Rubin
Clarín, 14-10-14
Como en otras partes
del mundo, la posición de la Iglesia sobre la homosexualidad provocó encendidos
debates en el país. Aunque con el paso del tiempo las declaraciones más duras
fueron dando paso a otras más respetuosas. Desde un sacerdote especialista en
bioética que decía que el sida “es un castigo divino por las conductas
inmorales” de los gays, pasando por los cuestionamientos que lanzaba por TV el
cardenal Antonio Quarracino en los ‘90, hasta provocando encendidas polémicas,
hasta más recientes declaraciones del Episcopado en favor de un trato
respetuoso hacia los gays, mucha agua corrió bajo los puentes.
El debate sobre la
ley de matrimonio igualitario fue el último disparador de la controversia, que
volvió a evidenciar la puja entre conservadores y progresistas. Cuando el
tratamiento parlamentario era inminente -en 2008-, el casi centenar de obispos,
reunido en Pilar, debió definir una estrategia. En aquel momento, su
presidente, el entonces cardenal Jorge Bergoglio, se pronunció en favor de una
campaña moderada (“Salir a decir cosas fuertes sería contraproducente ante la
sensibilidad que hay hoy en la sociedad”, advirtió). Además, sugirió la
conveniencia de propiciar la unión civil, s iguiendo la doctrina del mal menor,
convencido de que el ex presidente Néstor Kirchner presionaría fuertemente a
los legisladores para lograr la sanción, reafirmar su poder y someter a la
Iglesia a una derrota.
Sin embargo, el
sector conservador, liderado por el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor
Aguer, propuso jugar a fondo. “Está en juego el futuro del matrimonio y la
familia”, advertía. Así es que se fue a votación y la posición moderada de
Bergoglio sufrió un revés. Fue la primera y única vez que el hoy Papa Francisco
perdió una votación en el Episcopado. La presión de los sectores conservadores
en línea con Benedicto XVI fue tan grande -acusaban a Bergoglio de no poner la
fuerza suficiente en la batalla contra la ley- que lo llevó a tener que dar una
señal de dureza. Entonces, escribió una carta a unas monjas de clausura con
duras consideraciones sobre el matrimonio gay que dejó trascender a la prensa e
irritaron a los grupos de gays.
Con
todo, se asegura que en las horas previas a la sanción de la ley una
legisladora de firmes posiciones católicas le llevó a Bergoglio un proyecto de
unión civil. “¿Qué hacemos? ¿Se viene la ley? La unión civil es la última
carta”, le dijo la legisladora al entonces cardenal y arzobispo porteño. “Usted
me está preguntando a mí ... ¿y qué puedo decirle yo en este momento? ¡Qué le
dé para adelante y que Dios la acompañe!”, le respondió. Hoy se ve con más
claridad cuál es realmente la posición histórica de Bergoglio sobre los
homosexuales, dicen en su cercanía. Porque las valoraciones que acaban de hacer
los padres sinodales sobre los homosexuales se produjeron en línea con los
deseos de Francisco.
Dilemas que plantea el matrimonio homosexual
Boletín
Acción, Nº 136 - Córdoba, julio 22 de 2010 (*)
Quedó promulgada la
Ley 26.618, que modifica el régimen de matrimonio civil, permitiendo que “los
contrayentes sean del mismo o de diferente sexo”. Lo ocurrido en la última
semana dejó en evidencia que no se trata de una simple modificación legal; se
ha vulnerado gravemente el concepto tradicional de familia y, además, se
efectuó un ataque furibundo contra la Iglesia Católica.
1. La nueva ley ha
merecido fundadas críticas por sus defectos jurídicos, por ser claramente
inconstitucional, y por estar basada en criterios falsos en los aspectos
biológicos y psicológicos. Baste citar el testimonio brindado por Jorge
Reinaldo Vanossi, presidente de la Academia de Ciencias Políticas y Morales,
que calificó al texto como una “verdadera chapucería” jurídica. También la
Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales emitió un dictamen sobre la
inconstitucionalidad de la nueva ley.
2. Sin embargo, lo
que nos interesa comentar aquí es el desafío que implica para los católicos
esta ley, y la forma en que en que se encaró la oposición a la misma. Para eso,
no podemos desconocer que existieron discrepancias en el seno de la Conferencia
Episcopal Argentina: algunos obispos, encabezados por monseñor Aguer postularon
el rechazo total. Otros, liderados por monseñor Bergoglio, sostuvieron que
convendría apoyar la unión civil, “en base al principio moral del mal menor”
(Clarín, 14-7-10). Esa situación fue descripta por los medios de comunicación,
en especial por el periodista Sergio Rubin, uno de los autores de la biografía
del cardenal Bergoglio, y reiterada en el mismo diario Clarín el día 18.
3. Tal vez la
necesidad de consensuar entre las distintas posiciones condujo a que la
Declaración “Sobre el bien inalterable del Matrimonio y la Familia” (20-4-10),
careciera de la suficiente precisión, lo que generó dudas, y análisis
periodísticos equívocos. Tuvo que aclarar monseñor Marino -encargado del
seguimiento de los proyectos legislativos- que: “los argumentos de fondo sobre
el reconocimiento como matrimonio a las uniones de personas del mismo sexo, se
extienden también a los proyectos de ley que intentan una legalización de tales
uniones a través de leyes de unión civil o similares” (AICA, 2-7-10). También
monseñor Lona aludió a “la responsabilidad de aclarar este tema ante la opinión
pública” (Nuevo Encuentro, 5-6-10).
4. Las dudas fueron
posibles por que la Declaración, luego de rechazar el matrimonio homosexual en
el punto 3, aludió de una manera elíptica y demasiado técnica a la unión civil
en el punto 5:
“sería una
discriminación injusta contra el matrimonio y la familia otorgar al hecho
privado de la unión entre personas del mismo sexo un estatuto de derecho
público”.
5. Luego de aprobada
la ley, contribuyó a mantener la confusión una frase de monseñor Marino: “Ante
leyes injustas, compete a los laicos procurar disminuir sus efectos negativos
si no es posible su total rechazo” (Los Andes, 18-7-10). Consideramos
necesario, entonces, analizar cuál es la doctrina aplicable sobre el tema en
cuestión.
Doctrina del mal
menor
6. Afirma Santo Tomás
que “cuando es forzoso escoge entre dos cosas, que en cada una de ellas hay
peligro, aquélla se debe elegir de que menos mal se sigue”[1]. Por cierto que
nunca es lícito, ni aún por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el
bien, es decir, hacer objeto de un acto positivo de voluntad lo que es
intrínsecamente desordenado, pero sí es lícito tolerar un mal moral menor a fin
de evitar un mal mayor o de promover un bien más grande[2].
Antecedentes
doctrinarios sobre uniones entre homosexuales
7. El Pontificio
Consejo para la Familia, emitió el 26-7-2000 el documento Familia,
matrimonio y uniones de hecho, en cuyo párrafo 23 aborda la cuestión que
nos interesa:
“La verdad sobre el
amor conyugal permite comprender también las graves consecuencias sociales de
la institucionalización de la relación homosexual…Todavía es mucho más grave la
pretensión de equiparar tales uniones a la calidad de matrimonio legal, como lo
promueven algunas iniciativas recientes. Por si fuera poco, los intentos de
posibilitar legalmente la adopción de niños en el contexto de las relaciones
homosexuales añade a todo lo anterior un elemento de gran peligrosidad”.
8. La Congregación
para la Doctrina de la Fe, promulgó el 3-6-2003, las Consideraciones sobre
los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas
homosexuales, documento aprobado expresamente por Juan Pablo II. Se indican
los criterios a tener en cuenta por los políticos católicos (p. 10):
a) “En el caso de que
en una Asamblea legislativa se proponga por primera vez un proyecto de ley a
favor de la legalización de las uniones homosexuales, el parlamentario católico
tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar
contra el proyecto de ley”.
b) Cuando ya se
encuentre vigente una ley favorable a las uniones homosexuales, y “no fuese
posible abrogar completamente una ley de este tipo, el parlamentario católico,
recordando las indicaciones dadas en la Encíclica Evangelium Vitae,
puede lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños
de esa ley y disminuir así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y
de la moralidad pública…”.
9. Conviene tener en
cuenta que el prefecto de la Congregación era el entonces cardenal Ratzinger,
quien ejercía el mismo cargo el año anterior cuando dicho organismo pontificio
dio a conocer la Nota Doctrinal sobre la vida política[3], aprobada por
el Santo Padre. Pues bien, en este documento -al afirmarse la obligación de
oponerse a toda ley que atente contra la vida humana-, se puede advertir una
sutil pero precisa diferencia en la aplicación del mal menor:
“Esto no impide, como
enseña Juan Pablo II en la Encíclica Evangelium Vitae a propósito del
caso en que no fuera posible evitar o abrogar completamente una ley abortista
en vigor o que está por ser sometida a votación, que un parlamentario, cuya
absoluta oposición personal al aborto sea clara y notoria a todos, pueda
lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños de
esa ley y disminuir así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de
la moralidad pública” (p. 4).
10. Es decir, que la
aplicación válida del mal menor en cuanto a las uniones homosexuales, se limita
al apoyo eventual a un proyecto que permita limitar los daños de una ley ya en
vigencia, pero no a un proyecto que va ser votado por primera vez como ocurrió
en el Congreso argentino en el año en curso. De modo que, a nuestro juicio, los
legisladores católicos no debieron apoyar ni el proyecto oficial de matrimonio,
ni los proyectos alternativos de unión civil.
11. Habiendo
ratificado el Catecismo la doctrina tradicional de que “los actos homosexuales
son intrínsecamente desordenados”, y que “no pueden recibir aprobación en
ningún caso” (2357), resultaría incoherente avalar la legalización de dichas
relaciones.
(*)
Director: Mario Meneghini
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[1] Santo Tomás de
Aquino. Del gobierno de los príncipes; editorial Cultura, 1945, Vol. 1º,
p. 35.
[2] Pablo VI. Carta
Encíclica Humanae Vitae, 25-7-68.
[3] Congregación para
la Doctrina de la Fe. Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al
compromiso y la conducta de los católicos en la vida política; 24-11-2002.