Homilía del obispo
monseñor Miguel Esteban Hesayne, obispo emérito de Viedma
para el domingo 5 de
octubre de 2014
Cuando llega el
tiempo electoral los partidos políticos, sus dirigentes entran en un frenesí de
actividad publicitaria. La propaganda para conquistar votos, es el objetivo
principal. El “tiempo electoral” es una carrera a quién logra el mayor
porcentaje de votos…La mejor política la define la mayor cantidad de votos. La Política queda así
reducida a una Loteria…y el destino de nuestra Patria queda en manos de la
suerte. Los habitatntes del país juegan a ciudadanos esperando el resultado de
las elecciones de turno. Su compromiso ciudadano ha terminado el Día de
elecciones… Y la suerte de la
Nación queda en manos de ganadores y no servidores Comienza
la lucha entre ganadores y perdedores.
Las elecciones son una competición y no
una participación ciudadana buscando el bien de todos. Cada época de elección
democrática ahonda la división entre partido ganador y partidos perdedores…Al
ganador no le interesa tanto el bienestar de todo, sino fortalecerse en el
Gobierno. Y el poder político pierde su sentido humano de ser un servicio para
el desarrollo comunitario de la Sociedad. Por el contrario, hasta llega a
transformarse en poder dominador y esclavizante como ha sucedido con las
dictaduras y tiranías que han surgido en el siglo pasado.
La Iglesia debe intervenir en política. Pero me apresuro a
aclarar como siempre se ha hecho en la enseñanza al respecto. Los Pastores no
estamos para que nos pregunten a quién hay que votar. Los Obispos, sacerdotes,
catequistas tenemos como misión anunciar a Jesucristo y su Evangelio también en
la Política.
Jesucristo es el Hijo de Dios hecho hombre para salvarnos,
para liberarnos de todo mal, para humanizarnos. Para enseñarnos y capacitarnos
a vivir como hermanos y no como enemigos ni siquiera como adversarios. Vino a
enseñarnos cómo dirigirnos a Dios real y verdadero, vino a enseñarnos a
relacionarnos en igualdad, en fraternidad, en dignidad de personas humanas. Por
eso, que la Biblia
nos enseña a vivir como seres humanos. No solo nos enseña a rezar sino también
a saber votar para liberarnos del mal. También, de malas políticas. Nos enseña
el camino de lograr una auténtica democracia, nos enseña qué candidatos nos dan
seguridad de que serán servidores y no aprovechadores. Enseña y fortalece a
quiénes son elegidos a ejercer el Poder como servicio y no como dominio o
provecho propio o con preferencias partidarias. Por el contrario señala normas
éticas para que el gobernante busque el bien común con la sola preferencia a
favor de los carenciados.
La Iglesia interviene en Política a doble nivel. A nivel de
Pastores creando en la ciudadanía un corazón solidario y fraterno enseñando a
pensar la política más allá de partidismos cerrados sobre si mismos; creando en
cada ciudadano la capacidad de discernir normas y leyes, estrategias y vías de
acción que respeten la dignidad de la persona y que todos los habitantes sin
marginación alguna sean satisfechos en sus justas e equitativas aspiraciones
humanas, en la gama de todos los Derechos Humanos.
La Iglesia interviene en Política a nivel Laicado, a de modo de
levadura evangélica a través de los ciudadanos bautizados formados en los valores
evangélicos emitiendo su voto elector o siendo candidatos elegidos para la
dirigencia partidaria- En todos los casos los ciudadanos bautizados actúan con
responsabilidad personal en libre opción partidaria y a la luz de su Fe
Cristiana.
La formación del
laicado, bautizado en la dimensión política del evangelio de Jesús, es una de
la deudas internas de la iglesia católica en la argentina. Para saldarla,
todavía, no hay una catequesis política mediante la Doctrina Social de
la Iglesia
que vaya de la mano en las catequesis que se ofrecen al pueblo de Dios. El
laicado maduro en su fe ha de exigirla para vivir su misión ciudadana en ser
levadura evangélica en la política. (Mateo 5)