Homilía de monseñor Miguel Esteban Hesayne, obispo
emérito de Viedma, para el domingo 10 de mayo de 2015
Aica, 13-5-15
En la última Homilía les comentaba que “meterse” en
política es uno de los “mundos” a misionar con premura… Por lo tanto la
política es uno de los campos propios de la misión de la Iglesia. Los Pastores
orientando y el laicado bautizado ejecutando desde la emisión del voto en
coherencia con el Evangelio de Jesús, hasta dado el caso con el compromiso político
en dirigencia partidaria impregnada de mentalidad cristiana.
Esta enseñanza que viene de lejos, todavía causa
escozor en gente piadosa y malestar en gente con ideologías adversas o al
margen de la FE Cristiana.
Felizmente ha ganado sólida aceptación y seriedad
doctrinal en la Teología Católica.
Pastoralmente, los Obispos latinoamericanos vienen
enseñando con valentía y claridad que la Fe Cristiana “ha de manifestarse en
toda la vida aún en su dimensión económica, social y política” (1). La teoría
se ha clarificado y se sustenta en cada plenario episcopal católico con mayor
firmeza. Se viene proclamando que hay que abrir “surcos” en todas las
estructuras de la sociedad humana para posibilitar sembrar la semilla del
Evangelio.
Lo que no se ve claro es el cómo sembrar el Evangelio
en las estructuras que la Sociedad humana se va dando en permanente evolución
histórica.
En la Iglesia Católica, de modo particular después del
Concilio Vaticano II, no faltan iniciativas de pastoral para evangelizar la
política. Pero no llegan a transformar la mentalidad del pueblo en particular
de pobres y marginados Las iniciativas en este sentido, de hecho, quedan
reducidas a centros de formación de élites.
No fue así en los orígenes cristianos. Por eso, S.
Pablo anima constantemente a las comunidades cristianas a esmerarse en cambiar
de mentalidad para encarar la vida cotidiana en todos sus aspectos con los
pensamientos y sentimientos de Jesucristo, el Señor. Y lo lograron… En una
sociedad religiosa sectaria y dividida entre amigos y enemigos; en una sociedad
ordenada jurídicamente por el poder dominador absoluto de unos pocos servida
por una mayoría esclavizada y marginada; con gente opulenta y gente sumida en
la miseria.
En esta sociedad violenta e injusta fue surgiendo una “nueva raza
de mujeres y hombres”, al decir de un historiador pagano. Una sociedad con
nuevas relaciones, un nuevo modo de convivencia humana. Surgió así, una
convivencia fraterna, solidaria, equitativa, justa, unida en mutua ayuda desde
la diversidad de origen étnico y cultural. Un milagro de cambio histórico. A
esos “grupos humanos” que iban surgiendo en esa determinada época, los
comenzaron a llamar “cristianos” porque comentaban que habían optado[/n]
encarar sus vidas con las enseñanzas de un judío que había muerto, condenado
por sus compatriotas pero vivía Y la [c]fuerza de su presencia entre ellos los
animaba y fortalecía en cambiar la convivencia de tal suerte que todos veían en
los demás: hermanos-hermanas de ese tal Jesús que murió pero resucitó.
Así de simple y sencillo es el origen de lo que, hoy,
llamamos Iglesia, Pueblo de Dios…La Iglesia de los orígenes-en síntesis- fue un
grupo de hombres y mujeres que optaron por vivir en coherencia con lo que hoy
llamamos el Evangelio de Jesús.
Esta Iglesia con rostro de familia compuesta por
hermanas y hermanos en convivencia equitativa, solidaria en un alegre compartir
en armoniosa comunidad respetuosa de diferencias de edad y costumbres de
cultura, oficios y trabajos. Esta “Iglesia” que honra a Dios y al hombre, esta
Iglesia que muestra a un Dios con amor de Padre y convoca para vivir la Paz y
la Felicidad que ansía el corazón humano, ¿cuánto tiempo fue buena noticia para
la sociedad humana? En forma notable y universal durante los tres siglos de la
era cristiana. Y a tal punto que la Iglesia de los orígenes ha llegado a ser la
Iglesia paradigmática para todos los tiempos, el modelo querido por Jesús para
su Iglesia. Entonces, tenemos que ponernos –hoy– a hacer lo que hizo la Iglesia
de los orígenes.
(En próximas homilías intentaremos desarrollar el
“hoy” de la Iglesia soñada por Jesús)
Mons. Miguel Esteban Hesayne, obispo emérito de Viedma
(mehm@fibertel.com.ar)
Nota
(1) Documento Final de Puebla N° 215