Por Leonardo Castellani
Crítica Revisionista, 25-5-15
Hay mas cosas en “la penumbra de la historia
argentina” de las que enseña la escuela laica.
Y esas cosas que no se enseñan son muy interesantes.
Por ellas nuestra pequeña historia se vuelve grande,
pues se conecta de golpe con la ecumenicidad de la Historia con mayúscula; y se
empuberece para la reflexión filosófica; y aun teológica.
Federico Ibarguren en su reciente libro Así fue Mayo
explica con claridad, vigor y amenidad una de esas cosas incontables o
incontadas, en una coyuntura que hasta ahora no había sido tratada
monográficamente; pues son tres las coyunturas de nuestra breve historia
ocultas con el velo poco espeso de un misterio fabricado, a saber: la Colonia,
la “Revolución” de Mayo, y Rosas; y esta última es la que hasta ahora ha sido
más trabajada por los que empezaron a ver a través del velo.
Con el libro de Ibarguren sabemos por fin a punto fijo
lo que fue el cisnerismo, el morenismo y el saavedrismo; y que la “revolución”
de Mayo no fue una cosa monódica, como nos contaban, sino dual. Estas tres
facciones o movimientos eran enteramente e históricamente lógicos: por un lado
los que querían mantener a toda costa la colonia española, por otro, los que
no; estos a su vez se dividieron (encarnizadamente) entre los que querían
mantener el modo tradicional de vida, cortándose de España si acaso, y otros
que querían aquí un cambio de vida, a saber, el advenimiento de la revolución
mundial inaugurada en Europa en el siglo XVI, o sea, lo que podemos denominar
el “progresismo”. Por esta segunda división, el fenómeno histórico supera lo
meramente político y penetra en lo teológico.
Ya el viejo Aristóteles notó que todas las guerras
tienen dos raíces: una económica (causa material) y otra religiosa (ideológica
decimos hoy) que es su causa formal. El antiguo piensa en la guerra de Troya,
de la cual el rapto de Elena sabe bien que no fue sino la ocasión. Ese puerto
mercantil de Troya hacia desde mucho atrás opresión económica a las nacientes
comunidades helénicas, y su religión asiática opuesta a la griega; por lo cual
Homero en su poema divide a los dioses entre los dos contendientes poniendo a
Venus, Mercurio y Neptuno de parte del emporio comerciante y navegante; y de parte
de los griegos a Atenea (diosa del saber), a Febo (de la poesía) y a Ares (del
valor militar).
No escapa a esta ley la revolución de Mayo; el mito
infantil de la “fiera opresión” de España, y la prócer, pura y profiláctica
rebelión de los criollos contra la “tiranía”, es un cuento chino que ya no
pasaría ni en la China. Los dos factores constantes de todas las guerras están
presentes ya en la Colonia, con la presencia de la política inglesa, ganosa de
ganancias comerciales; y del galicanismo y liberalismo “afrancesado” de los
Borbones y sus ministros volterianos, autor de medidas antirreligiosas en
nombre de la Corona, que culminaron en el despojo, expulsión y supresión de los
Jesuitas. Los dos factores se pusieron bruscamente en claro con la invasión napoleonica
en la Madre Patria; amalgamados causaron la emancipación de las Colonias
Hispanas.
José Maria Rosa (h) en su monografía Defensa y perdida
de nuestra independencia economica ha dilucidado definitivamente el factor
material que juega sin cesar en la historia argentina. Ibarguren en este
escueto y nutrido librito dilucida además el factor ideológico o teológico.
Hubo “realistas” leales al rey Fernando, que fueron dominados en la lucha
armada, y hubo americanistas que se dividieron al instante en (digamos)
jacobinos y girondinos. Me atrevo a decir que ya al pisar los españoles el
Nuevo Mundo bajaron de las carabelas los dos tipos de hombres; simbolizados en
el misionero y el encomendero. Ibarguren ha tenido la coquetería y se ha dado
el lujo de avalar sus asertos con referencias numerosas de los historiadores
argentinos “no revisionistas”.
Los “historiadores” liberales adaptaron las tres
coyunturas de la historia argentina a sus esquemas ideológicos “progresistas”;
es decir, al único esquema sumamente simple de que el género humano progresa de
continuo (saltando gallardamente los obstáculos que son las tiranías, las
dictaduras, los totalitarismos, el oscurantismo y la superstición) en la línea
recta que lleva a la realización suprema de la Libertad y la Democracia; que
son lo que ustedes saben.
De manera que: la Colonia fue una “fiera opresión” de
España a estas tierras, ruin, violenta y cruenta; para cuya descripción
fantasiosa los historiógrafos protestantes les suministraron los materiales de
su “leyenda negra”. La independencia fue el heroico avance a la Libertad
conforme a los módulos e ideales de la Revolución Francesa. Rosas fue otro
tirano horroroso, peor que Cisneros y Hernandarias, que resultó, en cuanto a
tiranía, mas español que todos los españoles juntos. Es natural pues que por
esta coyuntura la mas próxima y dolorosa comenzará la reconsideración
histórica. Por otra parte, la Colonia ha sido vindicada por Vicente D. Sierra,
entre otros. Mayo debe ser objeto del mismo estudio completo; y entonces la
historia argentina se convertirá en un tema digno de ser enseñado en las
escuelas; y los pobres chicos no sufrirán una especie de embotamiento mental,
que los expone al morbo del “macaneo”, desde los siete años.
La gente se admira de la cantidad extraordinaria de
poetas (malos) y de historiadores (malos y buenos) que pululan en estos reinos;
y la escasez de teólogos, moralistas, filósofos, humanistas, publicistas,
críticos, etc. La abundancia de poetastros explicaremos otro día; pero la de
historiadores es obvia: es que entre nosotros la historia es teología; queremos
decir, que por medio de ella se debaten aquí los problemas supriores (incluso
antes de resolver los inferiores, que son los estrictamente históricos),
comenzando por los políticos y acabando por los teológicos, conforme a la
idiosincrasia hispana, que es teológica.
La teología se hace aquí en forma
implícita; los artículos de la Revista de Teología acerca de la
Transubstanciación, el Paráclito y el Sursum Corda, no son teología propiamente,
sino remasco; la teología mas real se haya implícito en otras partes, incluso
en algunos novelistas; lo cual es propio de una cultura por una parte muy
adelantada (problemas teologicos), que por otra parte ha sufrido una
interrupción y regresión al embrión total, a la manera de la famosa Ascidia Clavellina
de Hans Driesch Ph. D.
Así que hay dos Mayos, hay dos tendencias implícitas
inconciliables ya el 25 de Mayo de 1810, helas. “Aquí el fiero opresor de la
Patria / su cerviz orgullosa dobló…” no existía entonces sino en aspiración la
Patria. Se ha dicho con bastante razón que la Independencia no fue sino “una
guerra civil entre españoles”; pero detrás de esa guerra local existía un
fermento internacional. “El fiero opresor de la Patria”… mas bien que los
modestos funcionarios locales de Carlos III y Fernando VII (si bien bastantes
abusadores en ese entonces) eran en realidad españoles y criollos afrancesados
y anglicados del “iluminismo” (que Menendez y Pelayo llama con ferocidad “viles
ministros de la impiedad francesa”), mucho mas distantes del genuino ser
nacional que los otros; lo cual explica la actitud defensiva instintiva del
clero católico de ese tiempo… y del actual.
San Martín alcanzó la victoria para la naciente patria
en la “guerra civil”; y Rosas fue el victorioso de la guerra extranjera que la
siguió, de la cual habla una copla salteña contemporánea: “Nuestra vida y
nuestros bienes / No los contamos seguros / Por que en trabajos y apuros / A
cada instante nos tienen / Las comisiones que vienen / Todas con crueldad nos
tratan / Vaca, caballos y plata / Todo nos quieren quitar / No nos dejan
trabajar / Y vienen gritando: ¡Patria!”… (1811).
De hecho. Rosas fue vencedor en una pequeña guerra
internacional, y fue vencido en otra: intervenciones externas injertas en la
guerra ideológica que desde mayo hasta nuestros días no ha cesado.
Por eso el libro de Ibarguren, que muestra con gran
nitidez las causales de la “Revolución” de Mayo, y con ellas las líneas de
fuerza de toda la historia argentina, es de gran actualidad; causales que los
actuales momentos han hecho aflorar con gran fuerza y claridad, como vemos,
deploramos y… celebramos. La Argentina no esta aislada en el mundo, no lo estuvo
nunca ni puede estarlo; y el proceso secular de la Revolución Anti-tradición
que comenzó en Europa con el estallido de la Reforma Protestante, así se
manifestó entre nosotros, en forma de “Progresismo” versus españolismo (y
criollismo); y así continuo hasta hoy trabajando nuestra historia paralelamente
a la de Europa.
Nos culpan de que “introducimos división entre los
argentinos” por el hecho de que PERCIBIMOS que hay división entre los
argentinos (cosa que quien HOY no perciba es mas legañoso que el viejo Cintes)
a la manera de un enfermo que culpase al microscopio de que “introduce” en sus
esputos el bacilo de Koch. Nosotros introducimos lo único que es capaz de
vencer la secular división de los argentinos; que no es sino el odio a la
mentira y a la mistificación, modestamente hablando, el amor a la verdad.
YO NO SOY de Caseros, aunque viva en esa calle; pero
confieso que SOY de Mayo. Ahora bien, ¿de qué Mayo?
Prologo a “Así fue Mayo” de Federico Ibarguren.