Frase desafortunada del Arzobispo de Dublín y primado de Irlanda, con referencia al matrimonio homosexual aprobado en Irlanda -ver la entrada anterior. Durante la campaña, la Iglesia sostuvo que ese tipo de unión atenta contra los valores de la familia tradicional. Pero la frase citada sugiere que ahora la Iglesia deberá modificar su doctrina para adaptarse a la realidad social.