Alberto Buela
Todos los mass media de
Argentina hablan del batacazo de las últimas elecciones en nuestro país,
afirmando que María Eugenia Vidal (candidata liberal) derrotó a Aníbal
Fernández (candidato kirchnerista), esto es, sedicente peronista. Ejemplo de lo
que es un “pianta votos” en política.
En realidad no ganó la oposición sino que perdió el oficialismo
poniendo candidatos invotables, sea que se equivocó fiero en la elección de al
menos tres “pianta votos”: el susodicho Fernández, el vice presidente Zannini
y el economista Kicillof.
Nosotros tenemos otra visión “del batacazo”, y es que terminó
con el fin de un ciclo: el que inauguraron en 2003 el matrimonio Kirchner (KK).
El batacazo en nuestra versión fue la partida de defunción del kirchnerismo. En
este espacio político ya están peleados todos contra todos, en la piscina
sanguinolienta donde los caimanes se comen unos a otros.
Aunque todavía no está dicha la última palabra, la elección a
presidente será el próximo 22 de noviembre, lo más probable es que Mauricio
Macri (candidato liberal) triunfe sobre Daniel Scioli (candidato kirchnerista).
En realidad los dos candidatos son ideológicamente
convertibles, como el ente y el bien o la verdad o la unidad: ens et bonum, aut verum, aut unum
convertuntur decían los viejos filósofos.
Scioli y Macri son hijos de italianos pero además de
reconocida ascendencia judía ambos. De empresarios vinculados a los negocios
con el Estado. Los dos son millonarios en dólares y vinculados al deporte. Los
dos hablan fluidamente italiano, ambos son divorciados con hijos con unas y con
otras. Los dos son amigos del Papa Bergoglio al cual usan y se dejan usar. Los
dos tienen doble ciudadanía argenta-tana. En una palabra, no existe mucha
diferencia entre las personas de Macri y Scioli.
Si el electorado argentino vota el 22 de noviembre a Macri y
pospone a Scioli no es por lo que
acabamos de decir, sino simplemente para sacarse en forma definitiva al
kirchnerismo que encarnaron los KK y que hoy representa Scioli.
La ideología de los dos la podemos resumir (lo decimos en
francés porque si hay ofensa es más elegante) como: le boboïsme, l'idéologie en fusion du bourgeois-bohème,
libéral-libertaire. Su metodología es la misma: la piscine sanguinolente où les caïmans se mangent entre eux.
Por supuesto que los destinos de la Argentina en todo esto no
cortan ni pinchan. Ninguno de los dos tiene una mirada de estadista sobre
nuestro país. Son hombres menores sobre los cuales pesan más sus intereses
individuales que el bien común colectivo. No existe en ellos “la preferencia
por lo argentino” como debe de existir en todo presidente, que en nuestro
sistema republicano tal como se aplica actualmente tiene más poder que un
monarca absolutista.
Es cierto, que hay que votar a Macri para que se vayan los
kirchneristas, pero el voto al hijo de un sátrapa como Franco Macri, que
expolió al Estado argentino y se fugó a Brasil, no garantiza ninguna seguridad
en orden al bien común general del pueblo. Lo más probable es que Macri se
ponga al servicio del capital financiero internacional con el que tiene
aceitadas relaciones. No vamos nosotros a descubrir la pólvora afirmando que
Macri es instrumento y usufructuario de los poderes indirectos que manejan los
países hispanoamericanos desde siempre.
Macri llegó a decir que: si
pierdo las elecciones me voy a vivir a Italia. Eso es todo un síntoma. Toda
su formación ideológica se limita a un “bobismo
intelectual mezcla de pequeño burgués con un libertario liberal”. Nada
grande se puede esperar. Bueno, pero la Argentina es esto: un gigante con el
octavo espacio geográfico del mundo, poblado de enanos en su dirigencia
política y social.
Por eso, como decía el cura Castellani: qué Argentina al sur ni Argentina al norte, a mi lo que me gusta es
bailar con corte.
Bueno, pero así piensan los raquíticos dirigentes que
tenemos. Algo distinto manifestó el pueblo el último domingo en las urnas,
donde mostró clara conciencia de “lo que no quiere”. El lúcido Luis María
Bandieri trajo a colación aquello que afirmara Moisés Ostrogorsky: “La democracia es la única forma de gobierno en que el
poder de intimidación social puede recaer cada tanto en los gobernados, a
través del sufragio, un instrumento para intimidar a la clase política”.
Esto no sucede con todas las elecciones
sino raramente, cuando las papas queman, y el pueblo allí, hace tronar el
escarmiento, como dijera sabiamente Perón. Y este ha sido el verdadero batacazo
de la última elección.