Nicolás Gallo
Clarín, 31-10-16
Todos los estudios confluyen en un par de números.
Argentina necesita incorporar del orden de los 2500 MW de potencia para ganar
la carrera contra el déficit actual y 1500 MW por año para cubrir las
necesidades del crecimiento.
Sin embargo, al identificarse solo la potencia, no se
conoce la estructura de la demanda de energía; cuánto es de base y cuánto es de
punta. Tampoco se sabe si la distribución geográfica proyectada, más allá de la
interconexión nacional del sistema, estimula estrategias de desarrollo
regional, en particular con las soluciones de propósitos múltiples.
Asimismo, al agregar como equivalentes a las energías
renovables no convencionales que tienen las limitaciones propias de la
intermitencia de sus fuentes principales, el viento y el sol, se comete un
error de suma.
Como en esta y tantas otras materias de la economía de
un país, Argentina está falta de planes comprensivos. Las proyecciones
preparadas por la cartera a cargo del área son representativas de un
desiderátum del sector, pero no muestran su relación con el desiderátum de un
país ávido de la armonía de un crecimiento equilibrado.
En la falta de un plan integral de desarrollo, reside
la gran falencia de las políticas sectoriales. Los especialistas pueden acercar
diferentes soluciones técnicas para incrementar la oferta, pero sin tener una
visión consensuada del futuro, se pierde la efectividad de los esfuerzos.
La reciente convocatoria para energías renovables,
además de la oportunidad y gran respuesta, reclama otras lecturas. Se desconoce
por qué se continúa ignorando a la energía hidroeléctrica (salvo la muy
pequeña) como fuente renovable. Hoy se explota solo el 30% de los 33.000 MW del
potencial de ese origen, a pesar de que existen en los archivos ministeriales
no menos de 11.000 MW en proyectos estudiados que solo requieren revisión
crítica para su actualización. Aún más, con precios similares a los de las
energías no convencionales, se abrirá el panorama para una masiva incorporación
del capital privado en hidroelectricidad.
A su vez, si se observa el crecimiento comparado en
las últimas 3 décadas de la oferta de energía en base a combustibles fósiles y
la oferta de energía de origen hidráulico, se constata cómo nos hemos ido
alejando de nuestros compromisos con el cuidado del medio ambiente. De un
promedio del 55% al 45% de térmica e hidráulica respectivamente entre los años
1983 y 2000, hoy la proporción es del 70% y 30%.
La desinformación y confusión que genera en la
comunidad la deficiente utilización de términos relativos a la energía como:
“Renovables”, “Sustentables”, “Limpias”, “Convencionales”, “Alternativas”,
etc., no colabora para diseñar una correcta matriz energética. Toda producción
de energía implica una transformación física y química; en todas hay un
intercambio, con mayor o menor impacto ambiental. La energía no es limpia ni
sucia; sucias o limpias son las tecnologías para producirla.
Nuestro potencial de energía eólica es quizás uno de
los más importantes del mundo. Empero, al igual que la energía solar, por el
carácter intermitente, su aporte al sistema nacional no podría superar la
reserva total de dicho sistema. Los casos aislados no conectados, como por
ejemplo para producción y reserva de agua potable; procesos industriales que
permiten la intermitencia; o planes como el PERMER que abasteció la demanda en
miles de escuelas y ranchos de la Puna representan números de gran valor
cualitativo pero pequeños en cantidad.
Ninguna tecnología de generación energética puede, por
sí sola, solucionar los problemas energéticos de la Argentina ni de ningún
país. Argentina tiene el privilegio de poder acceder a todas las fuentes:
nuclear, térmica, hidráulica, eólica, solar, biomasa y mareomotriz. Ello nos
obliga a explorar y explotar racionalmente todos los recursos naturales,
renovables y no renovables, sin limitaciones y a la luz de los últimos avances
tecnológicos a nivel mundial para adoptar las mejores alternativas, sin
exclusiones, con la mejor combinación entre fuentes y necesidades.
La energía es sinónimo de desarrollo. Las curvas de
demanda representan las curvas del crecimiento económico. Con una clara visión
de lo que queremos para nuestro país y de su equilibrio regional en el desarrollo
interno físico y humano, será posible despejar las sombras que nos acechan
cargadas de incertidumbres, y prender las luces que nos orienten.
Una lógica coherencia en los egresos públicos
expresados en el presupuesto, que respondan a las necesidades de una realidad
total y huyan de la tentación de las impactantes soluciones parciales será la
mejor respuesta.
Con la colaboración del ingeniero Luis Jimenez.
Nicolás Gallo fue ministro de Obras Públicas