La Nación, editorial,
15 DE OCTUBRE DE 2016
El papa Francisco, que hoy recibirá en el Vaticano al
presidente de la Nación, ha anunciado que, lamentablemente, no visitará la
Argentina el año próximo y nos recomendó a sus compatriotas "ponerse la
patria al hombro", esto es, trabajar juntos dejando de lado los
enfrentamientos estériles en los que hemos estado sumergidos durante décadas.
El llamado es oportuno. Ocurre que, tras la
desperdiciada década pasada, las mediciones de la realidad nos revelan una
situación por demás escandalosa. El Indec, habilitado ahora para dar cuenta de
la verdad, acaba de informar que el 32,2% de los argentinos son pobres, en
coincidencia con los fundados y serios estudios del Observatorio de la Deuda
Social de la Universidad Católica Argentina. Un tercio de nuestra población
está atrapado dentro de esta triste franja. Una realidad diametralmente
diferente a la que pintaba el falaz relato kirchnerista, capaz de sostener
mendazmente que la pobreza afectaba a menos del 5% de nuestros compatriotas.
Este tan dramático como escandaloso escenario exige el
compromiso de todos para que reducir la pobreza no sea sólo una consigna
demagógica o un número a modificar sino un objetivo común que sirva para
unirnos. Para ello es necesario asumir actitudes no sólo generosas y
solidarias, sino inteligentes, maduras y comprometidas.
En primer lugar, urge combatir la desnutrición
infantil. El último informe del Observatorio de la Deuda Social desnuda otra dolorosa
realidad que no podemos soslayar: uno de cada cinco niños en nuestro país sufre
problemas de desnutrición, con todo lo que ello implica. Un niño desnutrido que
no reciba atención a tiempo quedará marcado para el resto de su vida.
Desgraciadamente, su silenciosa discapacidad será incluso invisible para los
demás.
Albino destaca que urge combatir la desnutrición
infantil entre el embarazo y el primero y segundo año de vida, pues es en ese
período en que los cerebros alcanzan el 80% del peso que tendrán cuando sean
adultos.
Este especialista sigue el camino abierto por su
maestro, Fernando Mönckeberg, creador de la Fundación Conin, a través de la
cual Chile logró consensuar una política de Estado que, en tres décadas,
revirtió la desnutrición de los chicos chilenos. Inspirado en su ejemplo,
Albino ha organizado numerosos centros de prevención de la desnutrición a lo
largo de nuestro territorio que procuran un abordaje integral de un problema
íntimamente vinculado con la pobreza extrema.
Por eso es auspicioso y ponderable el convenio que
acaban de celebrar el gobierno nacional y Conin en el marco del Plan de Primera
Infancia, dirigido a erradicar la desnutrición infantil en todo nuestro
territorio. Pronto contaremos con un valioso y confiable mapa de la
desnutrición argentina que nos permita evaluar la gravedad del tema y sus
distintas facetas, de modo de poder encarar las soluciones necesarias.
Este tipo de acción pública y privada, toda vez que
tiende puentes entre los argentinos, busca superar las diferencias sin
distinción de banderías políticas ni barreras ideológicas ni protagonismos
malentendidos.