María
Lilia Genta
Colombia dijo no a la farsa de una
“paz” fraguada en Cuba. El no de la
mitad que votó. ¿Y cómo llamaríamos a la actitud del sesenta por ciento que ni
siquiera tomó en serio el “acuerdo”? ¿Votar que los guerrilleros, y ahora
también narcotraficantes, fueran premiados con sueldos compensatorios de sus
fechorías y después formaran un partido político mientras (por supuesto, con la
anuencia de Cuba, el Nuevo Orden Mundial… Roma) los militares que defendieron a
Colombia y a su pueblo, durante veinte, treinta años en el monte quedaran
presos por delitos de “lesa humanidad”?
Esto es lo que pasó, y pasa, en
Argentina promovido, sobretodo, por el gobierno de los K y mirado de soslayo por este gobierno que no
se anima o permanece indiferente ante las muertes de los presos políticos por
falta de atención médica y el dolor de sus familias.
Uribe, el artífice de este triunfo del
no, fue un gran Presidente católico y no
sólo porque dirigía el rezo del Rosario desde la Casa de Gobierno, sino porque
aplicó para terminar con la pobreza la Doctrina Social de la Iglesia en forma
personal y le dio un golpe contundente a las FARC.
Claro, en este mundo de hoy, no se
tolera este tipo de gobiernos que son claros y se oponen a las farsas, como por
ejemplo, el de Hungría y el de Polonia que son los únicos, en Europa, que no
aceptan recibir posibles terroristas musulmanes pero sí acogen a los refugiados
cristianos.
Pero ocurre que los gobiernos de Hungría y Polonia son,
precisamente, gobiernos católicos y hacen lo mismo que, en otros tiempos,
hubieran hecho Isabel y Fernando, San Luís de Francia o su primo San Fernando.
El resto de la Europa atea y laicista no lo entiende y sigue acopiando
terroristas al tiempo que pronuncia palabras bobaliconas o, con hipocresía, los
liquida, “por izquierda”, seguramente, cada vez que estallan los atentados
terroristas.
Con Uribe pasa lo mismo en nuestra
Hispanoamérica. No es un tipo de político que se adecue a estos tiempos. Algo
parecido a lo que se da en Argentina con un Gómez Centurión que a ojos vista es
el que mejor podría enfrentar en serio a las mafias y proteger, incluso, al
mismo gobierno. Creo que lo que menos le perdonan es que es un héroe
condecorado de Malvinas. “La hora de los héroes ha pasado”.
Lo mismo ocurre con
los jueces y fiscales empeñados en proclamar la verdad y ejercer la justicia.
¡Ni siquiera en defensa propia y la de sus familias el gobierno se anima a
elegir la excelencia!
Lo de Colombia es un ejemplo. Dios
quiera que cunda.