sobre la vida política
definidos por la Iglesia?
No es un recetario o una ideología, ni ofrece
soluciones concretas. Pero sí nos dan los criterios para discernir lo que es
justo, lo que es conforme al hombre y lo que no lo es.
José Castro Velarde
Actuall -
18/09/2018
¿Existe una forma católica de pensar acerca de la vida
pública? La respuesta de muchos lectores puede ser un rápido “no”.
Sin embargo existe una doctrina de la Iglesia católica
acerca de la vida social y política, una doctrina que forma parte de la
Teología moral, y por tanto parte de lo que un católico consciente debe conocer
y vivir.
La fe no es algo privado que solo afecta a la
conciencia personal, sino que ilumina toda la vida de la persona, de toda
persona y de toda la persona. Tanto la parte espiritual como la parte material.
Tanto las relaciones consigo misma, como con los demás y con la entera
creación.
San Juan Pablo II, consciente de la necesidad de
difundir esta concepción católica de la vida pública, decidió encargar una
sistematización de la doctrina social de la Iglesia. Y no se la encargó a un
cualquiera. El responsable de iniciar dicho encargo (no llegó a concluirlo pues
el Señor le llamó antes a su presencia) fue el cardenal Van Thuân, un confesor
de la fe de nuestra época contemporánea.
Van Thuân había pasado varios años en campos de
concentración o recluido por el régimen totalitario comunista de su país,
Vietnam. Famosa, y emocionante, es la narración de cómo celebraba la Santa
Misa, clandestinamente, utilizando como altar su propia mano y utilizando una
gota de vino y un pedacito ínfimo de pan.
Volviendo al objeto de nuestro artículo, el Cardenal
sistematizó la Doctrina Social en el Compendio que todos podemos consultar en
las páginas del Vaticano.
Conviene que todos los católicos y también toda
persona de buena voluntad conozcan lo que dice esta Doctrina. La misma no es un
recetario o una ideología, ni ofrece soluciones técnicas y concretas, pues
éstas corresponden al mundo secular. Pero sí nos dan los criterios para
discernir lo que es justo, lo que es conforme al hombre y lo que no lo es.
Los principios que recoge la DSI son los siguientes
(¿sabría enumerarlos antes?):
1.- Dignidad de la persona
Exige tratar a cada persona como un fin en sí mismo.
La persona nunca puede ser un medio. Nunca puede ser manipulada ni nunca puede
ser privada de sus derechos fundamentales.
Todo cristiano está llamado a la caridad política nos
dice Benedicto XVI y nos repiten incesantemente los pontífices de los últimos
decenios
2.- El principio del bien común y el destino universal
de los bienes
Qué importante es esta noción de bien común y que
lejos está del llamado interés general que tantas veces se cita. Una definición
quizás inmejorable es la que nos dio Benedicto XVI en Caritas in veritate,
número 7.
“Hay que tener también en gran consideración el bien
común. Amar a alguien es querer su bien y trabajar eficazmente por él. Junto al
bien individual, hay un bien relacionado con el vivir social de las personas:
el bien común. Es el bien de ese “todos nosotros”, formado por individuos,
familias y grupos intermedios que se unen en comunidad social.
No es un bien que se busca por sí mismo, sino para las
personas que forman parte de la comunidad social, y que sólo en ella pueden
conseguir su bien realmente y de modo más eficaz.
Desear el bien común y esforzarse por él es exigencia
de justicia y caridad. Trabajar por el bien común es cuidar, por un lado, y
utilizar, por otro, ese conjunto de instituciones que estructuran jurídica,
civil, política y culturalmente la vida social, que se configura así como
pólis, como ciudad.
Se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se
trabaja por un bien común que responda también a sus necesidades reales.
Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su
vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis. Ésta es la vía
institucional —también política, podríamos decir— de la caridad, no menos
cualificada e incisiva de lo que pueda ser la caridad que encuentra
directamente al prójimo fuera de las mediaciones institucionales de la pólis.
El compromiso por el bien común, cuando está inspirado
por la caridad, tiene una valencia superior al compromiso meramente secular y
político. Como todo compromiso en favor de la justicia, forma parte de ese
testimonio de la caridad divina que, actuando en el tiempo, prepara lo eterno.
La acción del hombre sobre la tierra, cuando está
inspirada y sustentada por la caridad, contribuye a la edificación de esa
ciudad de Dios universal hacia la cual avanza la historia de la familia humana.
En una sociedad en vías de globalización, el bien común y el esfuerzo por él,
han de abarcar necesariamente a toda la familia humana, es decir, a la
comunidad de los pueblos y naciones, dando así forma de unidad y de paz a la
ciudad del hombre, y haciéndola en cierta medida una anticipación que prefigura
la ciudad de Dios sin barreras”.
Todo cristiano está llamado a la caridad política nos
dice Benedicto XVI y nos repiten incesantemente los pontífices de los últimos
decenios.
3.- El principio de subsidiaridad y la participación
Muy importantes también ante el Estado que cada vez
más, a veces con buenas intenciones, va suprimiendo la iniciativa de las
personas y de las familias por una maquinaria burocrática. La dignidad de cada
hombre exige que éste sea el protagonista de su propia Historia y que no se le
arrebate su protagonismo. Sí que es cierto que el Estado debe actuar cuando el
individuo y las familias y la sociedad no pueden hacerlo, pero siempre de una
forma subsidiaria.
4.- El principio de solidaridad
Nos recuerda que todos, incluso aquellos que están más
alejados de nuestra forma de pensar o que incluso pueden llegar a odiarnos, son
nuestros hermanos, pues todos tenemos un mismo origen, todos hemos sido creados
por Dios, y también todos estamos llamados a un mismo fin.
Invito a conocer estos principios y a hacerlos guía de
nuestro pensamiento social y político.