Por Miguel Ángel
Iribarne
Foro Patriótico
Manuel Belgrano, 26-6-22
La Ciencia Política utiliza
diversos criterios para clasificar a los partidos. Uno de ellos es el relativo a su origen y
formación. De acuerdo a él, los divide
en partidos de formación endógena(o interna) y exógena (o externa). Ahora bien, interna o externa respecto de
qué? La respuesta es simple: respecto del sistema de poder instalado. En tal perspectiva los partidos surgidos
desde el poder pertenecen a la primera categoría y los emergidos “desde el
llano” a la segunda.
En nuestra historia hay casos
bastante claros. El Partido Autonomista
Nacional, aparato político de la República conservadora fue un típico “partido
endógeno”, como que surgió del presidente Nicolás Avellaneda, con el apoyo
porteño de Adolfo Alsina. La Unión
Cívica Radical, en cambio, surge “desde el llano”, de la fragmentación de las
fuerzas antirroquistas que concurrieran
a la Revolución del Parque. Igualmente
exógeno es el origen del Partido Socialista.
Y aquí –como bajo otros
aspectos- el Peronismo resulta difícilmente clasificable. En realidad la conformación de las fuerzas
que sustentarán la candidatura del Cnl.
Perón el 24 de febrero de 1946 reconoce un origen dual: desde arriba se
trataba nada más y nada menos que de articular la pervivencia de “los hombres
del 43” ya en un contexto constitucional, y desde abajo se expresaba en la ola
de sindicalización que desemboca en la formación del Partido Laborista y rompe
la dominación social-comunista sobre el gremialismo. La idea de una revolución “desde arriba”
había animado a quienes forjaron el GOU y a quienes trabajaron en el Consejo
Nacional de Postguerra. Paralelamente,
la aparición del Laborismo -como apunta Fernando Klappenbach en un reciente
libro- constituye la irrupción del “primer y único partido de base obrera de la
historia argentina”. Esta confluencia desde una notable dualidad genética dará
origen a la imagen casi surrealista que el Peronismo ofrece a los historiadores
y politólogos extranjeros que se asoman al fenómeno.
No es este el momento
de analizar las peripecias registradas entre la primera de las fuerzas
generadoras y su creatura, que –por lo demás-
resultó razonablemente consistente hasta aproximadamente 1954. Confiemos en que haya otra ocasión para
ello. Sí nos importa hoy aludir al
vínculo entre la organización de los estratos sociales subalternos y la
estructura política que reivindicó a lo largo del tiempo el rótulo de
“peronista”. Y en este punto corresponde
decir que la sindicalizacióm acelerada producida en 1944/45 en algunas
actividades industriales y de servicios, así como el paso de organizaciones ya
existentes hacia las tiendas del Peronismo fueron correlativas con la expansión
del peso de aquéllas actividades en el conjunto de la economía argentina de la
época, expansión ciertamente iniciada en la década precedente. De allí que resulte ligero imputar la “peronización”
del sindicalismo y su mayor gravitación en el sistema político a meras artes de
manipulación: el crecimiento de la movilización social ascendente en la segunda
mitad de los ’40 constituye un fundamento in re de tales mutaciónes.
Desde entonces, y hasta que la
transformación del orden económico internacional fue erosionando -sin
respuestas suficientemente consistentes- el modelo interno, el Peronismo
expresó exitosamente a los trabajadores de los diversos sectores generadores de
riqueza, es decir, a las amplias capas productivas del país. Es ésta la situación presente? La puja de poder cada vez más desmadrada que
observamos en la actualidad discurre en ese ámbito? Ciertamente no. El enfrentamiento discursivo y las demostraciones
de fuerza callejeras que ocupan espacios dominantes en los medios masivos
tienen otros actores. Por un lado
organizaciones políticas que más se parecen a oficinas de colocaciones en el
Sector Público. Por otro agrupamientos
en que se amparan millones de compatriotas reducidos –por unas u otras razones-
a niveles de baja o nula productividad.
El forcejeo se produce sobre la renta generada, básicamente por el
Sector Privado, y reduce el conflicto político a una pelea por impuestos y
subsidios.
Si proyectamos las
dinámicas presentes podríamos inferir que la economía podrá crecer todo lo que
la presión fiscal le permita y nada más; que el sector improductivo o bajamente
productivo seguirá expandiéndose tanto y cuanto aumenten los recursos fiscales
para subsidiarlo y que la lucha política se centrará, fundamentalmente, en la
apropiación de tales recursos para direccionarlos.
A menos que… A menos
que se produzca el cambio que conduzca a la dirección del país a una
Derecha popular y enérgica que revierta
decididamente la decadencia. Quienes lo esperan son ya mayoría. Todavía no aparece, sin embargo, la
minoría organizada que sea no sólo capaz de ganar, sino de gobernar.