miércoles, 10 de julio de 2024

TRIESTE EXCOMULGA

 


 la Doctrina Social de la Iglesia

 

Stefano Fontana

 

Observatorio Van Thuan, 8-7-2024

 

Seguimos atentamente tanto la fase de preparación de la Semana Social de Trieste como los días de su desarrollo. Ha abandonado definitivamente la Doctrina Social de la Iglesia. O mejor dicho: la Iglesia (italiana) ha abandonado definitivamente su propia Doctrina Social. Sin siquiera explicar por qué, como tantas veces ocurre hoy en día. Simplemente con no hablar más de ello, dejarlo en el olvido, no volver a hacer referencia a él.

Los participantes de las diócesis no fueron informados de su existencia, volverán a casa sin saber que la Iglesia lleva siglos reflexionando y enseñando sobre la cuestión social, o intercambiarán esa reflexión con las charlas sobre la actualidad que surgieron durante las obras y entrevistas televisivas, o la confundirán con la romántica invitación a soñar de Roberto Vecchioni. Al fin y al cabo, si alguno de ellos hubiera recibido alguna información fugaz sobre la existencia de la Doctrina Social, en su diócesis no encontraría a nadie a quien acudir para descubrirla o redescubrirla.

La Doctrina Social de la Iglesia ha desaparecido en Trieste porque desapareció desde hace algún tiempo en las diócesis. Las mismas diócesis de Trieste, que acoge el evento, de Catania, donde el presidente del Comité Científico es mons. Renna y la del cardenal Zuppi en Bolonia no proporcionan ninguna formación en la Doctrina Social de la Iglesia.

 

Este desprecio por una tradición centenaria denota la arrogancia del modernismo - "Los tiempos cambian..." - y afecta no sólo a los recientes pontífices que precedieron a Francisco, sino también a la larga tradición de los Padres y Doctores de la Iglesia, porque la Doctrina Social tiene orígenes lejanos y una larga tradición. No sólo se han olvidado Caritas in veritate y Centesimus annus, sino también Tomás, Agustín y los Padres de la Iglesia: protagonistas que no pueden ser reemplazados por Bianchetti o Cocciante. Los Fratelli tutti de Francisco, que Mons. Senna considera la razón de la transición a la Doctrina Social como "diálogo social", deben leerse a la luz de las encíclicas anteriores y no al revés.

 

En Trieste quisimos sumergirnos en los problemas actuales según la línea del "diálogo social", sin adoptar por ello los criterios convenientes para evaluarlos previstos por la Doctrina Social de la Iglesia. Se ha permitido que la dinámica social actual dicte la línea, incluidos los poderes detrás de ella. Muchos oradores fueron etiquetados como "de izquierda" o específicamente "PD". Mattarella y Zuppi esgrimieron el mismo argumento, intercambiando roles civiles y religiosos de forma indiferenciada.

Parecía que el Evangelio pretendía apuntalar la Constitución y que la salvación no venía de Cristo sino de la participación, no de arriba sino de abajo, no de arriba sino de abajo, no de fuera sino de dentro. Según el principio de inmanencia. En Trieste nunca se utilizó la expresión Doctrina Social de la Iglesia, pero de la misma manera nunca se habló de Jesucristo, fuera de los momentos litúrgicos obviamente. Alguna vez se dijo que la Doctrina Social de la Iglesia tiene su fundamento primario en las palabras y acciones de nuestro Señor, así como en otras cosas.

Incluso los negacionistas de la Doctrina Social de la Iglesia, diciendo que "el Evangelio es suficiente", todavía se refieren a Jesús. Ahora no nos referimos ni a lo uno ni a lo otro. Los católicos en la plaza pública están desnudos, guiados sólo por el criterio residual y cada vez menos definido de la "centralidad de la persona". El personalismo ha corroído la posibilidad misma de la Doctrina Social, porque hace que la persona preceda al bien común, mientras que ocurre lo contrario: el bien común precede a la persona como orden natural finalista que debe ser conocido y respetado.

Dando un paso más, en Trieste se decidió dejar que el mundo nos diga en qué consiste el bien común, que debe ser fruto de un consenso dialógico entre todos y de buenas prácticas compartidas. Una doctrina anterior se convierte así en un impedimento porque pretende iluminar la acción con verdades que no surgen de la acción realizada conjuntamente con todos y, por tanto, consensuada. El católico actúa, por tanto, en una sociedad plástica, sin huesos, sin una arquitectura ni un orden que prevea su acción y pueda así iluminarla. El católico, además de estar desnudo, también es ciego. El diálogo y la participación no bastarán para vestirlo e iluminarlo.

 

Nuestro Observatorio se ocupa desde hace veinte años de la Doctrina Social de la Iglesia. Según se dijo en Trieste, debería cerrar sus puertas. La Doctrina Social ya no existe, se ha vaporizado y nadie se responsabiliza de ella, lo que siempre se atribuye a los cambios de los tiempos y a la necesidad de actualizarse, quedando prisioneros de ellos. Es el dogmatismo cronolátrico del modernismo.