la Doctrina Social de la Iglesia
Stefano Fontana
Observatorio Van
Thuan, 8-7-2024
Seguimos
atentamente tanto la fase de preparación de la Semana Social de Trieste como
los días de su desarrollo. Ha abandonado definitivamente la Doctrina Social de
la Iglesia. O mejor dicho: la Iglesia (italiana) ha abandonado definitivamente
su propia Doctrina Social. Sin siquiera explicar por qué, como tantas veces
ocurre hoy en día. Simplemente con no hablar más de ello, dejarlo en el olvido,
no volver a hacer referencia a él.
Los participantes
de las diócesis no fueron informados de su existencia, volverán a casa sin
saber que la Iglesia lleva siglos reflexionando y enseñando sobre la cuestión
social, o intercambiarán esa reflexión con las charlas sobre la actualidad que
surgieron durante las obras y entrevistas televisivas, o la confundirán con la
romántica invitación a soñar de Roberto Vecchioni. Al fin y al cabo, si alguno
de ellos hubiera recibido alguna información fugaz sobre la existencia de la
Doctrina Social, en su diócesis no encontraría a nadie a quien acudir para
descubrirla o redescubrirla.
La Doctrina Social
de la Iglesia ha desaparecido en Trieste porque desapareció desde hace algún
tiempo en las diócesis. Las mismas diócesis de Trieste, que acoge el evento, de
Catania, donde el presidente del Comité Científico es mons. Renna y la del
cardenal Zuppi en Bolonia no proporcionan ninguna formación en la Doctrina
Social de la Iglesia.
Este desprecio por
una tradición centenaria denota la arrogancia del modernismo - "Los
tiempos cambian..." - y afecta no sólo a los recientes pontífices que
precedieron a Francisco, sino también a la larga tradición de los Padres y
Doctores de la Iglesia, porque la Doctrina Social tiene orígenes lejanos y una
larga tradición. No sólo se han olvidado Caritas in veritate y Centesimus
annus, sino también Tomás, Agustín y los Padres de la Iglesia: protagonistas
que no pueden ser reemplazados por Bianchetti o Cocciante. Los Fratelli tutti
de Francisco, que Mons. Senna considera la razón de la transición a la Doctrina
Social como "diálogo social", deben leerse a la luz de las encíclicas
anteriores y no al revés.
En Trieste
quisimos sumergirnos en los problemas actuales según la línea del "diálogo
social", sin adoptar por ello los criterios convenientes para evaluarlos
previstos por la Doctrina Social de la Iglesia. Se ha permitido que la dinámica
social actual dicte la línea, incluidos los poderes detrás de ella. Muchos
oradores fueron etiquetados como "de izquierda" o específicamente
"PD". Mattarella y Zuppi esgrimieron el mismo argumento,
intercambiando roles civiles y religiosos de forma indiferenciada.
Parecía que el
Evangelio pretendía apuntalar la Constitución y que la salvación no venía de
Cristo sino de la participación, no de arriba sino de abajo, no de arriba sino
de abajo, no de fuera sino de dentro. Según el principio de inmanencia. En
Trieste nunca se utilizó la expresión Doctrina Social de la Iglesia, pero de la
misma manera nunca se habló de Jesucristo, fuera de los momentos litúrgicos
obviamente. Alguna vez se dijo que la Doctrina Social de la Iglesia tiene su
fundamento primario en las palabras y acciones de nuestro Señor, así como en
otras cosas.
Incluso los
negacionistas de la Doctrina Social de la Iglesia, diciendo que "el
Evangelio es suficiente", todavía se refieren a Jesús. Ahora no nos
referimos ni a lo uno ni a lo otro. Los católicos en la plaza pública están
desnudos, guiados sólo por el criterio residual y cada vez menos definido de la
"centralidad de la persona". El personalismo ha corroído la
posibilidad misma de la Doctrina Social, porque hace que la persona preceda al
bien común, mientras que ocurre lo contrario: el bien común precede a la
persona como orden natural finalista que debe ser conocido y respetado.
Dando un paso más,
en Trieste se decidió dejar que el mundo nos diga en qué consiste el bien
común, que debe ser fruto de un consenso dialógico entre todos y de buenas
prácticas compartidas. Una doctrina anterior se convierte así en un impedimento
porque pretende iluminar la acción con verdades que no surgen de la acción
realizada conjuntamente con todos y, por tanto, consensuada. El católico
actúa, por tanto, en una sociedad plástica, sin huesos, sin una arquitectura ni
un orden que prevea su acción y pueda así iluminarla. El católico, además de
estar desnudo, también es ciego. El diálogo y la participación no bastarán para
vestirlo e iluminarlo.
Nuestro
Observatorio se ocupa desde hace veinte años de la Doctrina Social de la
Iglesia. Según se dijo en Trieste, debería cerrar sus puertas. La Doctrina
Social ya no existe, se ha vaporizado y nadie se responsabiliza de ella, lo que
siempre se atribuye a los cambios de los tiempos y a la necesidad de
actualizarse, quedando prisioneros de ellos. Es el dogmatismo cronolátrico del
modernismo.