visitar a los cautivos
Por Carlos Bosch y
Alberto Solanet *
La Prensa,
22-7-2024
Entre los
cristianos –y también entre los que, sin serlo, son simplemente hombres y
mujeres de buena voluntad- se tienen como normas de vida las llamadas obras de
misericordia corporales, que son siete, a saber: visitar a los enfermos, dar de
comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir
al desnudo, visitar a los presos y enterrar a los difuntos.
Uno tiende a
pensar que, más allá de que sean muchos o pocos los que las practican, no debe
haber nadie en el mundo que se atreva a cuestionarlas o -peor todavía- que ose
criticar a quienes las ponen por obra.
Pero ¡cuidado!;
porque lo que sería imposible en cualquier país o lugar, en la Argentina puede
hacerse plenamente real. Así nos va. Prueba de ello es que pocos días atrás
seis diputados nacionales tomaron la decisión de visitar en el Penal de Ezeiza
a tres cautivos condenados por los llamados delitos de lesa humanidad. Lo cual
hizo que la runfla de los derecho-humanistas pusiera de inmediato el grito en
el Cielo, un lugar donde precisamente parece que no les convendría meterse.
No vamos a
reiterar ahora lo que venimos diciendo hace muchos años; esto es, que los
llamados juicios de lesa humanidad constituyen una farsa y también una infamia
deliberadamente planificadas, que se hicieron posibles, entre otras miserias,
por el gigantesco y serial prevaricato en que incurrieron, con muy pocas
excepciones, jueces y funcionarios judiciales de todas las instancias.
Y no vamos a
hacerlo en esta oportunidad porque ahora, si cabe, se trata de algo peor, más
perverso aún. Es algo que pone en evidencia procaz la horrenda catadura de
estos energúmenos, profetas del odio, zafios sin remedio, que se rasgan sus
finas y delicadas vestiduras ante un acto de misericordia. La reacción que ha
provocado la visita a estos presos, despojados por jueces felones de todas las
garantías y derechos que tienen hasta los peores criminales, muestra que a la
cáfila de los derecho-humanistas les importa un ardite la verdad, el derecho,
la justicia, el orden, la libertad y el bien común.
¡Y qué decir de
mostrarse por lo menos misericordiosos!
Si no quieren ni
siquiera misericordia para con los presos, mucho menos querrán justicia y
concordia, como lo vienen demostrando hace décadas. Se advierte pues con
nitidez y al mismo tiempo, tanto la vileza de esta jauría de
derecho-humanistas, cuanto el trasfondo de este tan ficticio como ruin
escándalo. Porque lo que han puesto en evidencia es el real significado de la
llamada y cacareada política de derechos humanos. Lo que pretenden es
despojarnos de nuestras creencias, de nuestra fe, de nuestras virtudes, de
nuestros afectos, de la capacidad que todavía nos queda de saber distinguir
entre lo bueno y lo malo y de saber ayudar y también perdonar. En fin, lo que
realmente quieren y para lo cual trabajan es que dejemos de ser verdaderamente
humanos; ellos quisieran convertirnos en bestias.
* Secretario y
Presidente de la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia.