deploró “las escenas de escarnio y burla al
cristianismo” en la apertura de los JJOO
Claudia Peiró
Infobae, 27 Jul,
2024
La Conferencia de
Obispos de Francia (CEF, por sus siglas en francés) emitió un comunicado en el
que lamenta “las escenas de escarnio y burla al cristianismo” durante la
ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París, a la vez que rescata
“momentos de belleza, alegría, rico en emociones y universalmente saludados”.
En efecto, la inauguración de los juegos combinó, a lo largo de excesivas
cuatro horas, algunos momentos de belleza muy logrados -realzados por el
escenario de la siempre hermosa capital francesa- con otros francamente
antiestéticos e incluso chocantes en su contenido.
La escena que
motivó el comunicado de la CEF es por otra parte absolutamente gratuita,
innecesaria, nada tiene que ver con el espíritu olímpico que apunta a la
concordia y a la fraternidad universal.
Es llamativo que,
en una ceremonia pretendidamente diversa e inclusiva, y en un evento tan
universal como lo son las Olimpíadas, los organizadores hayan dedicado una
parte del desfile a intentar ridiculizar a una religión. Y no a cualquiera,
sino a la fe de sus mayores, a la religión fundante de la nación francesa. Recordemos
que Francia considera al jefe franco Clovis (Clodoveo), como su primer rey.
Éste, con su conversión al catolicismo logró imponerse y unificar a diversos
pueblos dando nacimiento al Reino franco y a su primera dinastía, la
merovingia. Clovis tuvo por principal consejero a lo largo de todo su reinado
al obispo de Reims, el futuro San Remigio.
A diferencia de
Napoleón, que se ponía al hombro toda la historia de Francia -”De Clovis al
Comité de Salvación Pública (Léase Robespierre), me siento solidario con todo”,
decía-, el espíritu de buena parte de la elite francesa de los últimos tiempos
pasa por la negación de sus raíces cuando no su cuestionamiento.
Es llamativo el
entusiasmo por denigrar a la fe mayoritaria y fundante de los franceses en un
país que no ha podido ponerle a una escuela el nombre de Samuel Paty, el
docente decapitado por un musulman por haber supuestamente ofendido al Islam. Y
el cobarde motivo es, justamente, evitar herir la susceptibilidad de los
practicantes de esa fe. Casi un aval al crimen cometido.
Por otra parte,
los organizadores de esta inauguración parecen ignorar el rol desempeñado en la
concepción de los modernos juegos olímpicos por el fraile dominico Henri Louis
Rémy Didon, (1840-1900), creador del lema de los JJOO: “Citius, Altius,
Fortius” (“Más rápido, más alto, más fuerte”). El Barón Pierre de Coubertin,
fundador de los JJOO de la era moderna, se inspiró en las enseñanzas de este
director del colegio San Alberto Magno de París, cuya pasión por el deporte se
combinaba con la vocación educativa y que fue uno de los primeros en subrayar
la importancia de esta actividad en la formación juvenil. De él tomó la divisa
de los JJOO.
Alguien destacó,
entre los muchos comentarios que suscitó la grotesca escena, una breve nota de Ferghane
Azihari, analista político y ensayista, de familia musulmana, investigador en
dos destacados think tanks franceses: el Instituto de Investigaciones
Económicas y Fiscales (IREF) y en el Instituto Económico Molinari. Aun
reconociendo la “incuestionable proeza técnica” de la ceremonia, Azirahi apuntó
contra la manía de ciertos artistas, o pretendidos artistas, de destacarse no
por su obra en sí sino por la capacidad de “provocar”.
“Leyendo los
comentarios de observadores que se deleitan por ‘haber puesto a los fachos y a
los reaccionarios en PLS (impotentes)’, se entiende que para algunos el éxito
de una performance artística está en función de su capacidad de asquear y no de
convocar en torno a una estética universal”, escribió.
Azihari se
preguntó por la concepción del arte que yace detrás de este “placer venenoso de
burlarse del prójimo”. También señaló que son más los turistas que vienen a
Francia para admirar los cuadros del Louvre que para admirar un árbol inflable
en place Vendôme, en alusión a la manía de colocar objetos modernos en ruptura
con la armonía estética que caracteriza a París. Y otras ciudades.
“No es por
casualidad que, pese a las evidentes dificultades logísticas, nos esforzamos en
colocar algunas infraestructuras deportivas en el corazón de nuestros más
hermosos monumentos históricos”, dice Azihari, destacando el clasicismo de la
belleza perdurable.
“La parodia de la
Cena es ‘irreverente’ sólo en la medida en que distorsiona la obra inmortal de
Leonardo Da Vinci. ¿Cuál de estas obras quedará en la memoria en cien años?”,
pregunta.
De paso, señala
que los ecologistas que arrojan salsa de tomate o sopa sobre las obras de arte
no lo hacen por ejemplo con las de Marcel Duchamp…
En una gran mesa
varias personas disfrazadas de modo extravagante, algunas estilo drag queens,
parodiaban “La última cena”, de Leonardo Da Vinci. Una de las obras más
clásicas de un tema recurrente en la pintura: la celebración de la Pascua por
Jesús junto a sus discípulos, horas antes de ser entregado por Judas a las
autoridades.
En las redes, la
inclusión de esa escena grotesca y ofensiva hacia la fe católica fue duramente
criticada. Inevitablemente muchos coincidieron en preguntarse qué habría pasado
si la parodia hubiese tenido por blanco a otra religión, como la judía o la
musulmana.
“La Última Cena”
es una de las obras más célebres del pintor renacentista, realizada entre 1495
y 1498 en el refectorio del convento de Santa Maria delle Grazie en Milán,
Italia. Durante esa cena, Jesús anuncia lo que va a suceder y el pintor refleja
en el cuadro las reacciones de los discípulos, de la incredulidad a la desazón.