POR SANTIAGO
HERNÁN VAZQUEZ
La Prensa,
14.07.2024
“Para los judíos,
excepto Jerusalén, todo el mundo era exilio; para nosotros no hay hogar excepto
la nueva Jerusalén y no la encontramos en este mundo. Tenemos una ciudad
eterna, pero no aquí.
¿Quiere esto decir
que somos malos patriotas, malos ciudadanos de la Commonwealth británica? Dios
no lo permita que lo seamos. Dios no permita que resucitemos recuerdos del
pasado. Para nosotros la institución monárquica es tanto más real y valiosa
cuanto que se deriva y es símbolo del poder supremo de Dios Todopoderoso y de
la misma manera el sentimiento patriótico lo es porque se deriva y es símbolo
de aquel amor ardiente con que miramos a nuestra patria celestial.”
Completando una
trilogía inicialmente no planeada pero llevada a su consumación como tal con
esta nueva obra, Patria, Tradición y Nacionalismo (Buenos Aires, Bella Vista
Ediciones, 2024), Antonio Caponnetto nos ofrece el más reciente fruto de su
fecunda y esclarecida pluma. En esta ocasión lo hace retornando de un modo
nuevo y exhaustivo a uno de los tópicos que, acompañando todo su itinerario
intelectual a manera de supuesto y de motor espiritual, ha encontrado ahora la
ocasión propicia para desarrollarse y profundizarse. Nos referimos al tema de
la Patria.
En efecto, la
realidad de la Patria histórica, incardinada geográficamente en esta porción
del continente, y viviente -al decir del Sancho de Castellani- “como ruinas de
un sueño pasado y material rebelde crudo de un ensueño presente”, ha sido uno
de los grandes supuestos de la obra de Caponnetto. Aquel sueño pasado y este
ensueño presente (que existe en las “entretelas del alma”, como insiste aquel
Sancho castellaniano), ha constituido, en realidad, la razón de ser de la obra
intelectual, cultural y política de un enorme grupo de compatriotas filósofos,
historiadores y poetas que atravesaron el siglo XX y atraviesan el XXI,
llevando “las ruinas de un sueño pasado y el material escombroso de un inmenso
sueño futuro”. Y llevándolo al modo de una custodia, según la bella metáfora de
Ricardo Güiraldes.
Y es que la
notable labor intelectual (historiográfica, filosófica y cultural) del
revisionismo histórico y del nacionalismo católico argentinos, en cuyas filas
Caponnetto siempre se alistó, ha encontrado su razón de ser en esta realidad
histórico-política y en este ideal que es la Patria Argentina en tanto hija de
la España Imperial Cristiana.
No es extraño
entonces que las últimas obras de Caponnetto, consagrado durante toda su vida
de investigador (40 años ni más ni menos) a la historia de Argentina y a sus
deformaciones, procuren responder a posturas hodiernas que quieren quitar a la
Patria Argentina (acaso movidas por una aversión comprensible ante el actual
estado de postración y corrupción) su entidad.
Es decir, posturas
historiográficas y filosóficas (o a veces meramente diletantes y reactivas) que
quieren des-ontologizar lo que el nacionalismo y autores cristianos muy afines
como el mismo padre Castellani (para no entrar en la discusión irresoluble
acerca de si el “cura loco” fue o no nacionalista) o los dos Leopoldos (Lugones
y Marechal), han entendido como Patria Argentina, socavando con ello los
cimientos de una obra colectiva que honra a nuestro país y que habla también,
lateralmente, de su entidad e individualidad ontológica.
CUATRO PARTES
En esta nueva
obra, Caponnetto divide el estudio de su objeto en cuatro partes, atendiendo a
cuatro posturas distintas que, no obstante, tienen en común la negación de un
objeto en particular: la Patria Argentina, tal como la concibe el Revisionismo
Histórico y el Nacionalismo Católico argentinos. Adelantemos que éstos no hacen
más que justificar la aplicación del antiquísimo concepto de Patria a esta
realidad histórica espacio-temporal que es la Argentina.
La obra se abre
con una introducción que nos mete de lleno en los temas de debate. Como la
discusión intenta mantenerse siempre en el terreno de la historiografía
científica y de la discusión filosófica (que, como ya está probado en otros
lugares por el autor, no riñe con la inspiración y el recurso poéticos), la
introducción consiste en una clásica puesta al día del debate, es decir, en un
riguroso y prolijo “estado del arte”, como corresponde a cualquier estudio serio.
Dicha introducción, benevolente con el lector, nos permite entender el vínculo
natural de la presente obra con las dos anteriores, a la vez que justifica este
nuevo abordaje.
La obra pertenece,
claro está, al género de la polémica y el debate. Aunque dicho género haya sido
contaminado hoy por el vicio de la murmuración que crece fogoneado por las
nuevas y desnaturalizadas modalidades de comunicación, y lo hace en forma de
descalificación, caricaturización y ridiculización; dicho género, decimos, no
pierde su vigencia y su importancia. Como lo hemos indicado en otro lugar, el
autor lo cultiva con mano maestra, cribando, en una labor paciente y
caritativa, los argumentos atendibles y desechando los nacidos de espuria
matriz.
De modo que esta
obra procura responder, por una parte, a réplicas suscitadas ante el libro
Respuestas sobre la independencia. Por otro lugar, se encarga de desmontar
críticamente (con la paciencia del que en muchas ocasiones sigue repitiendo en
soledad verdades que no se atienden ni se entienden), algunas posturas
historiográficas y/o filosóficas que ponen en tela de juicio los conceptos de
Patria y Nación tal como éstos habrían sido reapropiados y resignificados por
el nacionalismo católico. Tales posturas desarrollan sus diatribas pretendiendo,
en los mejores casos, conservar sin distorsiones el legado del pensamiento
tradicional que tiene en Santo Tomás de Aquino a su más conspicuo e importante
referente. En los peores, pretendiendo desmarcar al Doctor Angélico o a los
autores de la tradición cristiana, de los “delirios nazionalistas” (sic).
LARGA HISTORIA
Sintetizado muy
apretadamente, podríamos decir que Caponnetto se encarga con este libro de
demostrar que los términos Patria y Nación tienen, primero, una larga y rica
historia filológica y, segundo, que los usos y conceptualizaciones que se han
ido haciendo de los mismos en la historia del pensamiento clásico y cristiano
poseen un marco de referencia común que es el asumido hoy por manifestaciones
filosófico-políticas de raíz tradicional, como el Nacionalismo Católico que
Caponnetto defiende.
Usos arcaicos del
término griego Πατρία, por ejemplo,
designan ya incoadamente (no podrían hacerlo de otra manera)
muchas de las realidades que espontánea y pre-filosóficamente evoca hoy en
nosotros el vocablo castellanizado “Patria”. Algo semejante dígase del término
Nación, del latín Natus.
Ciertamente estos términos han sufrido -como
todos los cargados de significado- los embates semánticos del paso del tiempo y
del paso de la modernidad. El paso del tiempo permite, en y por las mentes
preclaras, amplificar y a la vez precisar el significado originario. El paso de
la modernidad impide la precisión, instala la equivocidad y al final genera una
babel aun dentro de las propias filas. Y cuando decimos “propias filas” no nos
referimos tanto al nacionalismo cuanto a las del catolicismo tradicional a
secas. Tanto es así que Jose Antonio o Antonio Caponnetto pueden ser acusados,
en el colmo del zaherimiento, de “modernos” o “revolucionarios”. Y esto en el
más elegante de los casos. En el menos elegante son sindicados como peligrosos.
Pero no nos alejemos demasiado del contenido de
la obra que estamos reseñando. Digamos simplemente, para justificar nuestra
desviación, que al reseñar una obra de Caponnetto se vuelve inevitable
deslizarse por un momento hacia la defensa del autor. No porque él lo necesite,
ciertamente. Nos gustaría pensar que este inevitable deslizamiento está
motorizado por un impulso remotamente semejante al que tuviera el Sargento
Cruz. En efecto, llueven ofensas y ataques contra Caponnetto, a diestra y a
siniestra. Se ha llegado al ridículo de hacer una derivación nominal de su apellido
y crear artificialmente una nueva “escuela de pensamiento”: el caponnettismo.
Esto sería excusable en una charla informal, pero se vuelve injustificable y
avieso cuando, so pretexto de estar librando una “batalla cultural” que parece
que nadie vio venir, se ataca superficial, pública, artera y cobardemente a un
hombre que desde hace casi cincuenta años viene librando una batalla cultural y
espiritual (exponiendo su integridad) contra los agentes variopintos de la
descristianización.
POSTURAS EN PUGNA
Pues bien, el libro que aquí comentamos es
justamente un ejemplo de todo lo contrario al ataque artero. La introducción
nos lo deja claro pues identifica limpiamente las posturas en pugna que se
intentarán replicar, deslindándolas de aquellas que no merecen la atención del
investigador por encontrar su fundamento no en el lógos sino en el páthos (no
en razones austeras sino en pasiones locuaces). Los autores que encarnan
aquellas posturas son tratados con respeto, con seriedad y hasta con amistad
(“Se debe amar a la verdad más que al amigo. Quisiéramos que se entienda, no
obstante, que no dejamos de ser amigos de Platón por más que seamos más amigos
de la verdad” [p. 9]). Lamentablemente no siempre esta actitud ejemplar es
recíproca, como queda testimoniado en el Post Scriptum que cierra la obra que
comentamos.
En el primer capítulo, Caponnetto nos presenta
un enjundioso estudio y una profunda reflexión acerca del tema de la presencia
del concepto de Patria en los autores primitivos de la tradición cristiana: los
Santos Padres. Este tema, que ya ha sido abordado en Respuestas sobre la
independencia, es puesto nuevamente sobre la mesa en atención a réplicas
privadas que el autor recibiera una vez editada aquella obra. Con cuidado,
honestidad y respeto Caponnetto no solo responde a estas réplicas sino que va
más allá en su demostración. Y hablamos de cuidado y honestidad porque
conocemos aquellas réplicas privadas y esto nos permite dimensionar
adecuadamente el tenor, la profundidad y la sincera cordialidad y espíritu de
confraternidad de la contrarréplica de Caponnetto. Nos consta, además, el
esmero y el cuidado del autor para quitar cualquier aspereza del texto.
Digamos rápidamente que Caponnetto demuestra
que, si bien no puede decirse, sin caer en un grueso error hermenéutico, que
las ideas de patria y patriotismo estén desarrolladas en los Padres (al igual
que muchas otras que, sin embargo, pertenecen al patrimonio del pensamiento
cristiano), sí puede rastrearse en sus obras un uso del término Patria y una significación
elíptica o latente que en nada se opone a lo que posterior y legítimamente se
ha pensado y dicho acerca del tópico. Desde la designación de un territorio
entrañable, hasta la evocación nostálgica del pago lejano, la palabra Patria
aparece constantemente en los Santos Padres, no, por cierto, para intitular una
obra consagrada a su estudio (error hermenéutico parejo es pretender encontrar
tamaña reflexión en las obras de los Santos Padres, teniendo en cuenta su
particular “estatuto espistemológico”, diríamos pedantemente hoy); pero sí para
designar una realidad geográfica, paterno-filial, costumbrista, de naturaleza
política, etc. que puede y debe ser objeto de un amor bueno, legítimo y hasta
imperativo. Todo esto es solo un breve trazo de la dilatada reflexión y de la
exhaustiva demostración que encontramos en la primera parte del libro.
Dejemos solo un ejemplo de cómo Caponnetto
aborda el tema sin cometer errores hermenéuticos sino solo señalando lo obvio,
con claridad, con honestidad y sin sonrojos:
“Es cierto, sí, y ya lo hemos reconocido con
holgura, que el concepto de patria al que los Padres hacen referencia es
distinto al concepto actual de patria; y de allí que nos sumamos al pedido de
que se abreve en aquellas valiosas y antiguas fuentes sapienciales, si es que
se quiere conocer los matices diferenciadores y, aun si cabe, mejorar el
concepto actual. O, al menos, comprender mejor las distinciones para que cada
quien piense y obre luego como mejor le indique la prudencia. Pero no es cierto
que el concepto patrístico de patria sea opuesto y contrario al que
concretamente sostiene el Nacionalismo Católico Argentino. Esta es una
afirmación errónea que, en quienes la sostienen, suele obedecer a un motivo
extra académico. Porque no han frecuentado con hondura y perseverancia a los
genuinos maestros del Nacionalismo Católico Argentino e Hispanoamericano” (p.
28).
En efecto, sería un exceso, un abuso
interpretativo y un error evidente, afirmar que el concepto de Patria que el
Nacionalismo Católico argentino usa es el que conceptualizaron los Padres de la
Iglesia. Como lo sería también decir, por ejemplo, que la tristeza de la que
habla la psicopatología contemporánea al describir la depresión está
conceptualizada en el Tratado Práctico de Evagrio Póntico, el “monje psicólogo”
de la Patrística. Pero nada obsta para encontrar en la obra del monje del Ponto
caracterizaciones, descripciones y utilización de términos que bien pueden
contener algo o mucho de lo que hoy se encuentra en un manual de psicopatología.
Y esto simplemente porque Evagrio Póntico y la psicología contemporánea pueden
haberse topado ante el mismo fenómeno, pues el hombre tenía en el siglo IV y
tiene ahora en el XXI, una afectividad y una capacidad perceptiva que pueden
padecer el efecto de un experiencia negativa. Como la verdad, y los conceptos y
palabras que la designan, son transhistóricos, no hay ninguna hermenéutica que
pueda decirnos que incurrimos en un error si encontramos ecos y confluencias de
reflexiones y desarrollos hechos en el siglo XX o XXI, con otros desarrollados
en los siglos II, III, IV, V.
EL AQUINATE
La segunda, tercera y cuarta partes encuentran
interlocutores, principalmente, en dos o tres autores que se han ocupado del
estudio de los términos Patria y Nación procurando abordar críticamente el uso
(y abuso) que de ellos haría el Nacionalismo Católico. Tales usos, según estos
autores, no podrían sostenerse en el pensamiento tradicional, sino que, por el
contrario, son invenciones de autores del siglo XX que se apoyarían más en la
modernidad -o en interpretaciones personales más o menos arbitrarias- que en
las grandes fuentes del pensamiento clásico y cristiano. El gran autor
estudiado aquí no puede ser sino Santo Tomás de Aquino.
Frente a quienes (muchas veces mediante
malabarismos interpretativos), procuran desmarcar al Aquinense de los
desarrollos en Filosofía Política o en Ética del siglo XX que se sostienen en
la gran matriz filosófica que es la obra tomasiana, Caponnetto demuestra con
abundancia de citas y con una reflexión que desnuda imprecisiones,
contradicciones y errores conceptuales, interpretativos y lógicos, que la
noción de Patria y su derivado moral, la virtud del Patriotismo, tal como las
ha entendido una buena parte del pensamiento tradicional católico y cristiano
del siglo XX (nacionalista o no nacionalista, como son los casos paradigmáticos
de C. S. Lewis, Chesterton y Knox), encuentra claro fundamento o completa
compatibilidad con lo que Santo Tomás de Aquino sostuvo acerca del tópico.
No solo son traídas a colación muchas citas del
Aquinate que, por sí mismas, refutan lo sostenido por el crítico (entre otras
cosas, la cantidad de veces que el Angélico se refiere al tema de modo
significativo para la completa conceptualización del término), sino que el
mismo texto de Santo Tomás que el crítico invoca para desvincular a éste de la
idea de Patria y de patriotismo (según se desarrollaría ésta en autores
católicos del siglo XX), es examinada detenidamente. Con ello Caponnetto
demuestra cuál es el verdadero alcance que debe darse al fundamental artículo 3
de la cuestión 101 de la II-II de la Suma de Teología.
Si en la primera mitad del libro quedan
ampliamente mostrados y demostrados el alcance del concepto de Patria, su
profunda significación y su unidad conceptual en toda la tradición del
pensamiento clásico y cristiano (con una significación latente en los primeros
siglos de la era cristiana y naturalmente profundizada y enriquecida a los
largo de los siglos hasta llegar al XXI); podríamos decir que la segunda mitad
es una prolongación natural de la primera en la medida que defiende la
aplicación de estos términos a una sociedad política humana con un comienzo
histórico, con un incardinamiento geográfico y con una particular peripecia
política (que incluye un desgajamiento doloroso pero necesario en el medio: la
independencia), como es la Argentina.
CONFIGURACION
En la medida que la Argentina es una Patria con
un territorio y una peculiar configuración que responde a las características
únicas de un situación espacio-temporal, constituye una Nación, es decir, un
lugar políticamente organizado en que nacen y mueren seres humanos. Y en la
medida en que es una Nación que se ha conformado como se van conformando
familias, conjuntos de familias, pueblos y comarcas con un comienzo histórico y
una identidad particular, puede ser objeto asimismo de análisis teórico, de
profundización filosófica y de identificación de su individualidad.
No otra cosa hace el nacionalismo católico
argentino ante el cual se levantan posturas (con sospechas injustificadas ante
el concepto de Nación) que son impugnadas en el tercer y cuarto capítulo del
libro. De este modo, el autor nos ofrece una caracterización y una
conceptualización de esta Nación, identificando sus cuatro causas y haciendo en
todo caso de la causa final (la más importante de todas para Aristóteles) la
razón de ser de la existencia de algo llamado Nacionalismo Católico Argentino.
En este sentido, la reflexión y el profundo
legado de esta corriente debe entenderse, no como una reacción sobreactuada y
artificial que no puede sino arrastrar los errores de la modernidad que dice
combatir, sino como el esfuerzo intelectual por dibujar el perfil de esta
sociedad política singular que reconoce un origen cristiano, y como el ímpetu
apostólico de instaurar o reinstaurar en ella el reinado de Cristo, Rey de los
naciones y corazones.