Carlos Pagni
"Hay que profundizar el modelo", fue la letanía oficial para despedir los restos de Néstor Kirchner.
Sin que nadie lo pidiera, la recomendación fue sometida a prueba antes de lo previsto. Aerolíneas Argentinas, la estatizada insignia del Gobierno, colapsó mientras intentaba operar los vuelos de cabotaje desde Ezeiza. Para el secretario de Transportes, Juan Pablo Schiavi, la crisis se debió a que fue superada la capacidad del aeropuerto. Pero basta examinar lo ocurrido con un poco de detalle para que aparezcan razones menos presentables: la incompetencia gerencial del Gobierno terminó poniendo la empresa en manos del sindicalismo, que desborda a los funcionarios con sus presiones facciosas. Ocurre en Aerolíneas, pero también en ferrocarriles, como demuestra la información que salió a luz a raíz del crimen de Mariano Ferreyra. En tren o en avión, vale la pena emprender un viaje a las entrañas del "modelo", aun corriendo el riesgo de quedar en el camino.
El desbarajuste de Aerolíneas estaba escrito. Su habitual impuntualidad, tolerable en Aeroparque, impidió la operación en Ezeiza. Es muy sencillo: cada avión tiene asignado un turno de despegue y aterrizaje, conocido como slot; si no lo utiliza en el momento preciso y el tráfico es intenso, debe aguardar varias horas hasta que le otorguen otra oportunidad. Suele suceder que, en ese lapso, las tripulaciones son relevadas, con el riesgo de que el servicio sea cancelado. Fue lo que sucedió infinidad de veces en estos días. Schiavi ayer resolvió el problema suspendiendo vuelos. Es decir, castigando a los pasajeros. Después polemizó con su ex jefe Mauricio Macri, a cuyo padre, Franco, halaga en las contrataciones con empresas chinas. Julio De Vido, siempre inclemente con los privados que relajan sus prestaciones, esta vez no abrió la boca para reprender a su subordinado.
Al descalabro de la conducción hay que sumar los arrebatos del titular de la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas, Jorge Pérez Tamayo, quien declaró un paro el día en que Aerolíneas comenzaba a operar desde Ezeiza. Por sus métodos los reconoceréis: Pérez Tamayo responde a Hugo Moyano. El secretario general de los técnicos aeronáuticos, Ricardo Cirielli, dijo que Tamayo "se cree el dueño de la compañía; es una persona inmadura, cobarde, que se cree Dios y que puede manejar a todos los pilotos". Casi un peligro, sobre todo si se tiene en cuenta que hasta hace muy poco era el comandante favorito de la Presidenta para el Tango 01.
Los arrebatos de Tamayo encuentran gran oportunidad en la falta de profesionalismo de la conducción de Aerolíneas. El presidente, Mariano Recalde -hijo del diputado Héctor Recalde, numen jurídico de Moyano-, llegó al cargo sin antecedentes en aeronavegación, pero con el patrocinio de Máximo Kirchner. Como algunos de sus coetáneos, Recalde vio impulsada su carrera desde que entró a La Cámpora (no es el único caso: gracias a esa adscripción, un colega, importante asesor de la Jefatura de Gabinete, pudo pasar el año viajando entre Cuba, Brasil y Francia con su novia, una funcionaria de la Anses, amante de los cristales de Swarovski).
Recalde puede "profundizar el modelo" gracias a que en los últimos tres años el Tesoro inyectó US$ 1000 millones en Aerolíneas. No se conocen rendiciones de cuentas sobre esa suma y ni siquiera se han divulgado los balances. Ni siquiera se terminó el trámite de estatización, a pesar de que la Presidenta, en la ceremonia de adquisición de dos Embraer, dijo: "Somos defensores de lo público". La demora permite evitar los enojosos controles de "lo público" para realizar compras y contrataciones.
La debilidad de Recalde fortalece el control feudal de Tamayo, quien hizo agregar 200 pilotos con sueldos que rondan los US$ 50.000 por año. Este aviador consiguió también, pocos meses atrás, eyectar a Rodolfo Gabrielli de la Administración Nacional de Aviación Comercial (ANAC), por haber autorizado a Pluna la ruta Montevideo-Bariloche. El sucesor de Gabrielli es otro joven de La Cámpora, Alejandro Granados. Otro hijo: su padre es el intendente de Ezeiza y padrino político de Diego Maradona. Granados también le teme a Tamayo. La prueba está en que la negociación para el levantamiento del paro no se hizo en el Ministerio de Trabajo, sino en las oficinas del sindicalista, adonde concurrió el titular de la ANAC y no la conducción de la empresa.
A Tamayo no le alcanza con manejar a Recalde: quiere sustituirlo. Por esta razón, algunos funcionarios vieron el paro de la semana pasada como un boicot al presidente de la empresa en una semana crítica. A pesar de que fue al velatorio de Kirchner, Tamayo lanzó una huelga que se convirtió en el primer test a la autoridad de la viuda. En aquella recepción de los Embraer, ella había indicado: "Los trabajadores, su dirigencia sindical tienen que dar un mejor servicio e interrumpirlo sólo por razones técnicas".
Es tarde para ese tipo de súplicas. Desde su llegada al poder, los Kirchner pusieron la política de transportes en manos del sindicalismo. Lo que sucede en Aerolíneas se exagera en los ferrocarriles. El subsecretario del área es Antonio Luna, de la Unión Ferroviaria. Hace dos años, el Gobierno creó la compañía estatal Sociedad Operadora Ferroviaria, y colocó al frente de ella a Juan Araya, del mismo sindicato. El vicepresidente es Agustín Special, de La Fraternidad, el gremio de conductores de locomotoras. La otra empresa del Estado entregada al sindicalismo es la Administración de Infraestructura Ferroviaria. El presidente es Nicanor Villafañe, de La Fraternidad, y el vicepresidente es Juan Servini, hermano de la jueza María Servini de Cubría, responsable de aprobar o recusar el financiamiento electoral de los Kirchner.
La Unión Ferroviaria gestiona también el Belgrano Cargas. A pesar de las versiones que aseguran que fue reabsorbido por el Estado, el contrato de concesión todavía no se rescindió. El gremio de José Pedraza administra esa línea asociado al consorcio de Ferrovías, Metrovías y TBA, que controla el Roca, línea en la que se desató el conflicto que terminó con la vida de Mariano Ferreyra. Como publicó LA NACION, el sindicato fija la política de personal del Roca, elaborando las listas de los que deben ser incorporados. La patota que mató a Ferreyra estaba integrada por algunos de esos aspirantes. Los empleados del Roca no trabajan en relación de dependencia con el consorcio que opera el ferrocarril, sino con la empresa pública Belgrano S.A. Así como el Estado aporta los trabajadores, también determina los ingresos de los operadores a través de subsidios. De ese modo, se logra que un viaje La Plata-Plaza Constitución cueste $ 1,50. ¿Cuál es el interés de los concesionarios en hacerse cargo de un negocio tan inconveniente? Simple: a cambio de participar del engendro, consiguen ser los proveedores casi exclusivos de material rodante y obra pública de las compañías que administran.
Como se advierte con claridad, en las profundidades del "modelo" hacen su formidable negocio los sindicatos. La Cámpora y sus muchachos apenas dan abasto para disimular ese poder fáctico con un poco de folklore. La gravitación de Hugo Moyano es la expresión extrema de este fenómeno. Igual que Tamayo en el aire o Pedraza en el riel, Moyano controla el transporte de cargas a través de Jorge González, un hombre de su sindicato, que desde hace siete años ocupa la Subsecretaría de Transportes.
El yugo sindical sobre Cristina Kirchner es cada día más visible. Ernesto Sanz, presidente de la UCR, lo señaló muy bien al decir que antes que preguntar a su partido si podrá contener a los sindicatos en un hipotético gobierno posterior a 2011, hay que preguntarle a la Presidenta si consigue hacerlo ahora. Para responder no hay que mirar al ministro de Trabajo, sino al juez Claudio Bonadio, que investiga las sospechosas contrataciones de la droguería Urbana con una gerenciadora de la esposa de Moyano, contratada por la obra social de los camioneros. El destino del matrimonio Moyano se parece cada día más al destino del matrimonio Zanola. Bonadio avanza sin que nadie, en el Gobierno, manifieste el menor interés por detenerlo. Sería hasta gracioso que de ese movimiento dependiera el orden que ofrece el "modelo".
La Nación, 8-11-10
"Hay que profundizar el modelo", fue la letanía oficial para despedir los restos de Néstor Kirchner.
Sin que nadie lo pidiera, la recomendación fue sometida a prueba antes de lo previsto. Aerolíneas Argentinas, la estatizada insignia del Gobierno, colapsó mientras intentaba operar los vuelos de cabotaje desde Ezeiza. Para el secretario de Transportes, Juan Pablo Schiavi, la crisis se debió a que fue superada la capacidad del aeropuerto. Pero basta examinar lo ocurrido con un poco de detalle para que aparezcan razones menos presentables: la incompetencia gerencial del Gobierno terminó poniendo la empresa en manos del sindicalismo, que desborda a los funcionarios con sus presiones facciosas. Ocurre en Aerolíneas, pero también en ferrocarriles, como demuestra la información que salió a luz a raíz del crimen de Mariano Ferreyra. En tren o en avión, vale la pena emprender un viaje a las entrañas del "modelo", aun corriendo el riesgo de quedar en el camino.
El desbarajuste de Aerolíneas estaba escrito. Su habitual impuntualidad, tolerable en Aeroparque, impidió la operación en Ezeiza. Es muy sencillo: cada avión tiene asignado un turno de despegue y aterrizaje, conocido como slot; si no lo utiliza en el momento preciso y el tráfico es intenso, debe aguardar varias horas hasta que le otorguen otra oportunidad. Suele suceder que, en ese lapso, las tripulaciones son relevadas, con el riesgo de que el servicio sea cancelado. Fue lo que sucedió infinidad de veces en estos días. Schiavi ayer resolvió el problema suspendiendo vuelos. Es decir, castigando a los pasajeros. Después polemizó con su ex jefe Mauricio Macri, a cuyo padre, Franco, halaga en las contrataciones con empresas chinas. Julio De Vido, siempre inclemente con los privados que relajan sus prestaciones, esta vez no abrió la boca para reprender a su subordinado.
Al descalabro de la conducción hay que sumar los arrebatos del titular de la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas, Jorge Pérez Tamayo, quien declaró un paro el día en que Aerolíneas comenzaba a operar desde Ezeiza. Por sus métodos los reconoceréis: Pérez Tamayo responde a Hugo Moyano. El secretario general de los técnicos aeronáuticos, Ricardo Cirielli, dijo que Tamayo "se cree el dueño de la compañía; es una persona inmadura, cobarde, que se cree Dios y que puede manejar a todos los pilotos". Casi un peligro, sobre todo si se tiene en cuenta que hasta hace muy poco era el comandante favorito de la Presidenta para el Tango 01.
Los arrebatos de Tamayo encuentran gran oportunidad en la falta de profesionalismo de la conducción de Aerolíneas. El presidente, Mariano Recalde -hijo del diputado Héctor Recalde, numen jurídico de Moyano-, llegó al cargo sin antecedentes en aeronavegación, pero con el patrocinio de Máximo Kirchner. Como algunos de sus coetáneos, Recalde vio impulsada su carrera desde que entró a La Cámpora (no es el único caso: gracias a esa adscripción, un colega, importante asesor de la Jefatura de Gabinete, pudo pasar el año viajando entre Cuba, Brasil y Francia con su novia, una funcionaria de la Anses, amante de los cristales de Swarovski).
Recalde puede "profundizar el modelo" gracias a que en los últimos tres años el Tesoro inyectó US$ 1000 millones en Aerolíneas. No se conocen rendiciones de cuentas sobre esa suma y ni siquiera se han divulgado los balances. Ni siquiera se terminó el trámite de estatización, a pesar de que la Presidenta, en la ceremonia de adquisición de dos Embraer, dijo: "Somos defensores de lo público". La demora permite evitar los enojosos controles de "lo público" para realizar compras y contrataciones.
La debilidad de Recalde fortalece el control feudal de Tamayo, quien hizo agregar 200 pilotos con sueldos que rondan los US$ 50.000 por año. Este aviador consiguió también, pocos meses atrás, eyectar a Rodolfo Gabrielli de la Administración Nacional de Aviación Comercial (ANAC), por haber autorizado a Pluna la ruta Montevideo-Bariloche. El sucesor de Gabrielli es otro joven de La Cámpora, Alejandro Granados. Otro hijo: su padre es el intendente de Ezeiza y padrino político de Diego Maradona. Granados también le teme a Tamayo. La prueba está en que la negociación para el levantamiento del paro no se hizo en el Ministerio de Trabajo, sino en las oficinas del sindicalista, adonde concurrió el titular de la ANAC y no la conducción de la empresa.
A Tamayo no le alcanza con manejar a Recalde: quiere sustituirlo. Por esta razón, algunos funcionarios vieron el paro de la semana pasada como un boicot al presidente de la empresa en una semana crítica. A pesar de que fue al velatorio de Kirchner, Tamayo lanzó una huelga que se convirtió en el primer test a la autoridad de la viuda. En aquella recepción de los Embraer, ella había indicado: "Los trabajadores, su dirigencia sindical tienen que dar un mejor servicio e interrumpirlo sólo por razones técnicas".
Es tarde para ese tipo de súplicas. Desde su llegada al poder, los Kirchner pusieron la política de transportes en manos del sindicalismo. Lo que sucede en Aerolíneas se exagera en los ferrocarriles. El subsecretario del área es Antonio Luna, de la Unión Ferroviaria. Hace dos años, el Gobierno creó la compañía estatal Sociedad Operadora Ferroviaria, y colocó al frente de ella a Juan Araya, del mismo sindicato. El vicepresidente es Agustín Special, de La Fraternidad, el gremio de conductores de locomotoras. La otra empresa del Estado entregada al sindicalismo es la Administración de Infraestructura Ferroviaria. El presidente es Nicanor Villafañe, de La Fraternidad, y el vicepresidente es Juan Servini, hermano de la jueza María Servini de Cubría, responsable de aprobar o recusar el financiamiento electoral de los Kirchner.
La Unión Ferroviaria gestiona también el Belgrano Cargas. A pesar de las versiones que aseguran que fue reabsorbido por el Estado, el contrato de concesión todavía no se rescindió. El gremio de José Pedraza administra esa línea asociado al consorcio de Ferrovías, Metrovías y TBA, que controla el Roca, línea en la que se desató el conflicto que terminó con la vida de Mariano Ferreyra. Como publicó LA NACION, el sindicato fija la política de personal del Roca, elaborando las listas de los que deben ser incorporados. La patota que mató a Ferreyra estaba integrada por algunos de esos aspirantes. Los empleados del Roca no trabajan en relación de dependencia con el consorcio que opera el ferrocarril, sino con la empresa pública Belgrano S.A. Así como el Estado aporta los trabajadores, también determina los ingresos de los operadores a través de subsidios. De ese modo, se logra que un viaje La Plata-Plaza Constitución cueste $ 1,50. ¿Cuál es el interés de los concesionarios en hacerse cargo de un negocio tan inconveniente? Simple: a cambio de participar del engendro, consiguen ser los proveedores casi exclusivos de material rodante y obra pública de las compañías que administran.
Como se advierte con claridad, en las profundidades del "modelo" hacen su formidable negocio los sindicatos. La Cámpora y sus muchachos apenas dan abasto para disimular ese poder fáctico con un poco de folklore. La gravitación de Hugo Moyano es la expresión extrema de este fenómeno. Igual que Tamayo en el aire o Pedraza en el riel, Moyano controla el transporte de cargas a través de Jorge González, un hombre de su sindicato, que desde hace siete años ocupa la Subsecretaría de Transportes.
El yugo sindical sobre Cristina Kirchner es cada día más visible. Ernesto Sanz, presidente de la UCR, lo señaló muy bien al decir que antes que preguntar a su partido si podrá contener a los sindicatos en un hipotético gobierno posterior a 2011, hay que preguntarle a la Presidenta si consigue hacerlo ahora. Para responder no hay que mirar al ministro de Trabajo, sino al juez Claudio Bonadio, que investiga las sospechosas contrataciones de la droguería Urbana con una gerenciadora de la esposa de Moyano, contratada por la obra social de los camioneros. El destino del matrimonio Moyano se parece cada día más al destino del matrimonio Zanola. Bonadio avanza sin que nadie, en el Gobierno, manifieste el menor interés por detenerlo. Sería hasta gracioso que de ese movimiento dependiera el orden que ofrece el "modelo".
La Nación, 8-11-10