Por Annabella Quiroga
Concebida como una iniciativa para achicar la desigualdad, la Asignación Universal por Hijo (AUH) tuvo un efecto tremendamente positivo entre los más pobres: permitió que 1 millón de personas dejaran atrás la indigencia, es decir, que ya no pasen hambre. Y otras 700.000 dejaron de ser pobres. En el resto de los beneficiarios, los resultados se fueron diluyendo hasta transformar a la medida en un paliativo para evitar que, en un contexto inflacionario, la pobreza se expanda más rápido.
La AUH arrancó hace un año en $180 por mes y por hijo. En septiembre pasado fue incrementada a $220. Sin embargo, esta suba del 22% no llega a compensar el aumento de la canasta básica alimentaria. En la medición oficial realizada por el INDEC, los alimentos mínimos que una familia tipo debe consumir para no pasar hambre treparon 24% en los últimos 12 meses. En las estimaciones privadas, el alza de estos insumos básicos es mayor al 35%.
Un trabajo del diputado Claudio Lozano indica que, a partir de la AUH, “la reducción en la tasa de pobreza fue del 5,2%, pasando del 33,8% al 32% de la población”. En otras palabras, casi 700.000 personas dejaron de ser pobres. Para el caso de la indigencia, el recorte fue de 19,3%, lo que implica que 1,1 millones de personas salieron de una situación de hambre. Aun así hay 4,8 millones de pobres que continúan siendo indigentes.
Para calcular el nivel de pobreza e indigencia, el Gobierno toma como parámetro la canasta básica que mide el INDEC. Al subestimar la inflación, se subestima la pobreza, que según las estadísticas públicas se ubica en el 12%. En la medición oficial se admite que hay 3,1% de indigentes incluidos dentro de los pobres.
Lozano plantea que entre noviembre de 2009 y septiembre de este año, los precios de los alimentos aumentaron en un 35,2%, mientras que la AUH se mantuvo en $180 hasta agosto. Recién hace dos meses subió 22,2%, lo que llevó el monto de la asignación a $220. “Como consecuencia, la asignación ha sufrido una pérdida del poder de compra del orden del 9,6%”, detalla Lozano.
La semana que pasó, el titular de la ANSES, Diego Bossio, detalló que la AUH da cobertura a 3,6 millones de chicos que en su mayoría –62%– nunca habían tenido acceso a ningún tipo de ayuda social. “Es una medida que fortalece al Estado y amplía el piso de protección social. Dos tercios de los argentinos la consideran la mejor política y reconocen como central el cumplimiento de las condicionalidades en salud y educación”, señaló.
A pesar de la gran aceptación social de la medida, no todas son rosas. “La Asignación Universal apenas sirvió para compensar –por única vez– los fuertes incrementos de precios”, postula el centro de estudios IDESA. Desde la entidad, Jorge Colina sostiene que “la inflación es funcional a una política económica basada en sostener las cuentas fiscales y la competitividad de las empresas en base a “licuar” costos laborales y jubilaciones”. Esto determina que “en un contexto internacional inéditamente favorable, la decadencia social no se revierta”. Así, 4,8 millones de personas continúan hundidas en la indigencia a pesar de los $10.000 millones anuales que el Estado destina a este subsidio.
El informe de IDESA muestra que los hogares más pobres son los que consiguieron la mejora más importante en sus ingresos en lo que va del año y en esto fue decisivo el aporte de la AUH. Estos son los datos:
El 30% de los hogares de menos recursos tuvo incrementos en sus ingresos del orden de 29%. De este guarismo, 5 puntos porcentuales fueron explicados por el subsidio que implica la Asignación Universal.
El 40% de las familias de clase media vio crecer sus ingresos el 24%, asociados fundamentalmente a aumentos salariales y de jubilaciones.
El 30% de los hogares de mayores ingresos tuvo incrementos totales del 18%, casi en su totalidad explicados por subas en las remuneraciones.
Un cálculo realizado por SEL Consultores muestra que, para un hogar de 5 miembros, con 3 hijos menores, la inflación redujo la proporción de la canasta básica de alimentos cubierta por AUH de 50% en noviembre del año pasado a 39% en julio último. Esto muestra con claridad que si la AUH no existiera el efecto inflacionario sería aún más devastador sobre los pobres.“Durante el 2010, la regresividad de la inflación no se explicitó en toda su dimensión debido al fuerte aumento del gasto asistencial. Sin embargo, se trata de un impacto puntual. La única forma en que las familias pobres podrían percibir sistemáticamente porcentajes de incremento de ingresos superiores al resto sería que permanentemente se les otorgue nuevas prestaciones asistenciales”, dice Colina.
Clarín, 28-11-10