Por José Antonio
Riesco
Instituto de Teoría
del Estado
El ángulo de este
enfoque es de Psicología Política y, como tal, un capítulo de la Ciencia
Política. O sea, no pretende ser una Psicología especial, sin perjuicio, para
no incurrir en aventurerismo literario, de tomar de la Psicología General los
conceptos que, por su madurez, sean pertinentes al estudio del comportamiento
político.
---Los intelectuales,
sacerdotes y líderes juveniles que hicieron un infierno de la Argentina en los
años 70 del siglo XX, disfrazados con una ideología difusa, hicieron de la
violencia un programa generacional, cuyo único fruto relevante fue una
dictadura tan desorientada como ellos mismos. Fueron revolucionarios o,
simplemente psicóticos..? Lo era quién los utilizó para deteriorar la autoridad
del Estado con planes propios..?
Los problemas de
conducta, en gobernantes y dirigentes que pugnan por el poder, no son una
novedad en la historia. Nerón, Felipe el Hermoso (el 1ro.), Catalina de
Médicis, Pedro El Grande, los Reyes absolutos, Cromwell, Robespierre, Jorge
III, Fernando VII, Napoleón III, Lenin, Hitler, etc. sirvieron para llenar
muchas y sugestivas páginas de la “psico patología del poder”. No todos fueron
“locos” pero sí, en determinadas experiencias, protagonistas de acciones que,
para su dilucidación, hubiesen requerido el auxilio de la psicología profunda.
Un particular
conflicto con la realidad caracteriza la posición mental de dirigentes que,
tanto en América Latina como en otros lares, ejercen o ejercieron el mando
socio-político. Fidel Castro le sigue llamando “democracia auténtica” al
gallinero que preside desde hace medio siglo. Nestor Kichner mostró un grave
“delirio retroactivo” cuando calificó de oligarquía ganadera y terrateniente a
los estancieros y miles de chacareros del campo en 2008. Contra eso, se
estrelló.
Su esposa y sucesora,
apasionada por las mentiras del Indec y de la gestión de Guillermo Moreno, negó
una y otra vez el proceso inflacionario que avanzaba. Le sigue el culto a
Trotsky versión Kicillof. Mientras, derrochó los dineros públicos ignorando
que algún día se acabarían. Tal su divorcio psicótico con la realidad. Casi
como un vicio deportivo fabricó enemigos afuera y adentro, y no dejó a nadie
sin agresiones verbales o de otro tipo : la prensa, los opositores, el
sindicalismo, los empresarios, los jubilados y los obispos. “La verdad soy
yo…!!”.
---“El sujeto
paranoide sufre de delirios de persecución o de grandeza, a menudo de
naturaleza política o religiosa. Tenemos así la imagen grotesca del individuo
que se cree Napoleón. Dentro de sus delirios, el paranoico sufre, con
frecuencia, sospechas y aprensiones exageradas hacia otras personas, y
reacciona en formas agresivas y hostiles”. (cf. Smith-Smith, p. 482)
La Presidente confesó
que se siente “nerviosa” y para calmarse fue al aniversario de la Bolsa de
Comercio, pero no explicó por qué amenaza a las empresas con la ley
“antiterrorista” ni para qué necesita “sovietizar” la economía con una nueva
ley de abastecimiento. Casi en una confesión, compensando virtudes y pecados,
afirmó que en su gestión “todo se hizo bien” y de paso cargó sobre Brasil por
nuestra recesión en marcha. Ni mencionó la movilización de los sindicatos (opositores
y oficialistas) por el impuesto a las ganancias. Como en un delirio el Poder
sigue con sus viejas ensoñaciones, está ciego y sordo, Aunque no mudo.
Capitanich habla bolazos todos los días.
Para la Psicología
Política el divorcio con la realidad no es sólo un déficit mental de los
individuos, sino que constituye, con sus diferencias, un hábito de ciertas
multitudes. Buena parte del pueblo argentino anda en eso y desde hace largo
tiempo. Le es indiferente la decadencia.
No es ni quiere ser “soberano” sino un obediente, prisionero de mitos
electorales que vienen del pasado, y con el cual especulan los arribistas de
turno. Es una forma colectiva de la paranoia.-
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(Smith-Smith ; La conducta del hombre; Bs. As., Eudeba,
1977)