Por Silvia Stang
| LA NACION, 26-7-15
A sus 35 años, Eugenio Caldararo dice que espera no
necesitar en el futuro de una jubilación para poder vivir; la expectativa de
este profesional es contar para entonces con ahorros suficientes conseguidos
durante su vida laboral. En una mirada sobre la sociedad, cree que lo ideal
será un sistema que ofrezca una cobertura básica para todos.
La idea de que al llegar a la edad del retiro laboral
no los esperará, como fruto de sus aportes, un ingreso mensual apto para
mantener su nivel de vida está en el pensamiento de muchos trabajadores
actuales.
En un país en el que es difícil pensarse en el corto
plazo, con gobernantes que siembran temor al decir que si llegan otros no se
respetarían derechos sociales, existen razones de fondo que sostienen la
preocupación de los trabajadores.
Mientras que hoy hay seis personas en edad activa por
cada adulto de 65 años o más, en 2050 habrá tres y en 2100, sólo dos. Y esas
dos personas tendrán que sostener, con parte de los recursos generados por su
trabajo, a una que -buena noticia, sin dudas- vivirá muy probablemente más años
que los jubilados actuales. En ese escenario, la alta informalidad, además de
ser un problema en sí mismo, frena las posibles y necesarias mejoras de
productividad.
La distribución por rangos de edad que muestra hoy la
población ubica al país en una etapa de "ventana" o "bono
demográfico". Con una participación del 10% de las personas mayores de 65
años sobre el total de habitantes -un índice que se duplicará hacia 2050-; una
tasa de fecundidad en caída -la participación de los menores de 15 años no
variará de aquí a 2100-, y la expectativa de vida en alza -hoy es de 75 años y
será de 85 al final del siglo-, la Argentina está en la etapa previa a la
signada por los costos asociados al envejecimiento poblacional.
El "bono", que implica una condición
demográfica favorable para crecer, terminará hacia 2035. Entonces se agravarán
los problemas para financiar a los pasivos. Esto plantea, según un informe del
Banco Mundial, un desafío urgente.
¿No falta mucho para eso? Hay al menos dos razones por
las cuales la respuesta es no. Una es que a partir de entonces comenzarán a
llegar a su edad de retiro quienes están hoy en sus 30 o sus 40 y tantos (como
regla general, la edad para jubilarse es ahora de 60 años para las mujeres y de
65 para los varones) o, visto de otra manera, los nacidos entre 1970 y 1980
serán los adultos mayores de 2040 a 2060; la otra razón es que, si se pretende
un sistema sostenible, lo que hay que hacer hay que hacerlo ya.
Y lo que se necesita, según coinciden los expertos, es
un crecimiento significativo de los niveles de ahorro e inversión, un alza de
la productividad y una reducción de la informalidad.
De alguna forma, el desafío es trasladar a la sociedad
una idea que muchos tienen en lo personal. "Hoy la demografía plantea un
desafío que se resume en la pregunta ¿qué debería hacer la Argentina para
hacerse rica antes de hacerse vieja?", dice el economista José María
Fanelli, profesor de la Universidad de San Andrés.
El informe del Banco Mundial titulado Los años no
vienen solos proyecta que, de mantenerse el statu quo, el gasto para cubrir las
prestaciones jubilatorias, de salud y de educación pasará del 20 al 26,6% del
PBI entre 2010 y 2050. ¿Qué hacer? Rafael Rofman, el especialista líder en
Protección Social del mencionado organismo y uno de los autores del estudio, describe
las salidas posibles con advertencias sobre sus efectos: "Cobrar más
impuestos ayudaría en lo fiscal, pero hay límites porque se puede afectar la
economía; limitar el aumento del gasto con la suba de la edad jubilatoria o la
reducción de beneficios tendría un impacto negativo sobre el bienestar de la
población y eso no es deseable; lograr un crecimiento sostenido para un mayor
PBI per cápita permitiría que, aunque sean menos los que producen, haya más
para repartir".
El último punto supone el desafío de mejoras en la
productividad, que entre otros factores depende de la educación y la inversión.
El camino implica evitar la dependencia, ocurrida en los últimos años, de lo
externo o coyuntural, como la variación de precios de las commodities.
¿Qué reparte hoy el sistema previsional? En los
últimos años se elevó la tasa de cobertura y así, casi el 95% de la población
mayor cobra un haber, según la Administración Nacional de la Seguridad Social
(Anses).
En 2014, la seguridad social insumió $ 425.980
millones, un 38% de las erogaciones del Estado nacional -que hoy tiene un
fuerte déficit-, según la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración
Financiera Pública (ASAP). El índice demuestra la magnitud del desafío de
prever los ingresos para los pasivos y, a la vez, sostener las otras funciones
del Estado.
Además de que su financiamiento no se previó para el
largo plazo, un problema del índice de cobertura previsional es que se logró,
según recuerda Rofman, con moratorias para quienes no hicieron aportes o los
hicieron en cantidad insuficiente. Y al ser una medida con efecto temporal
(sólo sirve a personas de hasta cierta edad, dado el período por el que se
pueden declarar deudas) no soluciona el problema de una sociedad en la cual, si
se considera a asalariados y cuentapropistas, el 46% de los trabajadores (según
datos de la OIT) o el 49% (de acuerdo con la encuesta de deuda social de la
Universidad Católica Argentina) no hace aportes.
Esa enorme deficiencia -vinculada a la precariedad
laboral y que demuestra que de no haber cambios, la cobertura volverá a caer-
desafía la necesidad de una mayor productividad, es decir, de elevar el valor
de los bienes y servicios surgidos del trabajo de cada uno para así recaudar
más, ya sea por aportes y contribuciones o por impuestos generales, las dos
fuentes de recursos de las que dependen las jubilaciones. "En Taiwán hubo
un alza de la productividad entre generaciones de 5 veces; acá, en los próximos
30 años podría crecer entre 50 y 60%", advierte Fanelli. Un estudio del
Ieral muestra que entre 2011 y 2014, con el empleo estancado en la actividad
privada, la productividad se redujo a razón de 0,9% por año.
Y mientras que la tasa de inversión en el país no
llega a 20% del PBI, Fanelli señala que países que atravesaron mejor su
transición demográfica llegaron a más de 30%. "Esta es una etapa en que se
necesita ahorrar mucho y hoy eso no ocurre", dice. Y advierte sobre la
necesidad de que los recursos vayan a inversión. "Porque se puede ahorrar y
que eso no vaya a lo productivo; a nuestro país le pasa que tiene medio PBI en
el exterior, y por eso, a los desafíos pendientes hay que agregar el de
garantizar la seguridad jurídica", agrega.
PRODUCIR MÁS, TRABAJAR MÁS
Así como las edades de ingreso y egreso del mercado
laboral influyen para determinar la necesidad de recursos, poder contar con más
trabajadores mejoraría la ecuación. "Entre las medidas posibles para
abordar el desafío de la sostenibilidad están el aumento de las tasas de
actividad (porcentaje de personas que trabajan o buscan hacerlo, sobre la
población total) y de empleo, especialmente entre las mujeres y los
jóvenes", dice Fabián Repetto, director del Programa de Protección Social
de Cippec, quien agrega que también podría promoverse un alza de la población
en edad de trabajar por flujos inmigratorios.
Actualmente, la participación de los jóvenes de entre
25 y 29 años no sólo es más baja aquí que en un grupo de países desarrollados
como Estados Unidos, Alemania o España, sino que, además, la tasa cayó de 79,8
a 77,5% entre 2004 y 2014, según un informe basado en datos del Indec y de la
OIT hecho por los economistas del Ieral Marcelo Capello, Gerardo García Oro y
Laura Caullo.
En cuanto a la participación de las mujeres en el
trabajo, la tasa, de 37,1%, es baja en relación con países como Estados Unidos
(44,6%) o Brasil (44,1 por ciento).
¿Y qué pasa con los cambios en el propio sistema
jubilatorio?
Una reforma "clásica", fuente de protestas
en varias latitudes, es la suba de la edad jubilatoria. Para Rofman, lo ideal
es ser flexibles y lograr el efecto positivo (para las cuentas de un país)
derivado de una salida más tardía de la actividad laboral, pero sin
imposiciones. "Si se obliga hay efectos negativos; quien por ahí iba a
retrasar un poco su retiro, ante la incertidumbre se va en cuanto puede, y el
efecto puede ser inverso al buscado", define. La recomendación es que
existan incentivos para que las personas trabajen más tiempo, elevando el nivel
de las prestaciones cuanto más años con aportes se logren sumar.
"Deberemos repensar la jubilación como un ingreso
universal para los adultos mayores, financiado con recursos fiscales y
complementado con sistemas de ahorro privado", dice el economista Eduardo
Levy Yeyati, director de la consultora Elypsis, en línea con lo que muchos
trabajadores actuales creen para su futuro.
Promover el ahorro de quienes tienen cierto nivel de
ingresos aliviaría el efecto fiscal. Dicho sea de paso, la solución al problema
de doble índole (económica y fiscal) que trae el envejecimiento no se resuelve
en la antinomia "capitalización o reparto". "El tema es qué
decide hacer la sociedad para pagar; en Chile el Estado se pudo correr de una
parte, pero se hizo cargo del resto", describe Rofman.
Fruto no de una estrategia, sino de la eliminación del
sistema de capitalización, la Anses tiene un fondo de garantía cuyas
inversiones valen algo más que el pago anual de las prestaciones. Pero la
sostenibilidad del sistema no depende de eso, sino del flujo de ingresos y del
número de pasivos con los que se está y se estará obligado. El uso de ese fondo
está previsto para un déficit temporal, pero su composición hace dudar de la
efectividad: "En su mayoría es deuda pública, que podría netearse de modo
de reducir el coeficiente de endeudamiento -opina Levy Yeyati-. El resto de los
activos podría integrarse al Tesoro, tal vez en el marco de un fondo
anticíclico que aísle el gasto social de vaivenes fiscales".
A sus 45 años, Lucas Nemesio, empresario bodeguero,
admite que no piensa en su jubilación. "Creo que es como una caja de
Pandora que abriremos en su momento", dice.
Entretanto, los expertos insisten en que los datos
avisan... Y a un país, la sorpresa no se le debería permitir.