Por Gonzalo Neidal
Alfil, 2-12-15
Abandonamos a los sociólogos, psicólogos y estudiosos
de las indiscernibles patologías que genera el poder, la investigación acerca
de por qué a Cristina Kirchner le cuesta tanto dejar su lugar en la Casa Rosada
y cederle el sillón a Mauricio Macri, que fue quien ganó los comicios del
último 22 de noviembre.
Es probable que Cristina haya nacido en el lugar y el
tiempo equivocados. O que su naturaleza psicológica le formule demandas
impropias del tiempo en que vive.
Cuánto tiene que ver ella con la derrota de Daniel
Scioli, es una pregunta que nunca podremos responder con certeza. Lo cierto es
que ella parece pensar que es una injusticia que deba abandonar el poder tan
pronto. Cristina está fastidiada por la
existencia de una norma constitucional que le impide seguir ocupando el sillón
de Rivadavia. Lo considera un capricho legal inadecuado y arbitrario. ¿Cómo
puede ser que ella, abanderada del interés nacional y única intérprete de los
deseos del pueblo tenga que retirarse a su casa, ponerse las pantuflas y
olvidarse de todas las prerrogativas que le otorga el poder? Ya no estará en
las primeras planas de los diarios y, después de algunos meses, es muy probable
que ya ni figure en ellos pues el eje de la información se desplazará naturalmente
hacia el nuevo poder. Ya no tendrá el Tango 01 a su disposición para hacerse
traer los diarios desde Buenos Aires durante su estancia en El Calafate.
La sucesión de un gobierno tras otro es la cadencia
normal que rige a todas las democracias del mundo. Varios países
latinoamericanos (Perú, Uruguay) no contemplan la reelección inmediata. En el
caso de México, en ningún caso puede ser reelecto un presidente. Reformar la
Constitución para quedarse en el poder denuncia una calidad institucional
paupérrima, propia de países al borde de una dictadura.
Cristina siente que “los poderosos” (empresarios,
medios de comunicación, propietarios de campos, países imperialistas) la
desplazaron del poder. Ni se le ocurre pensar que una mayoría de los argentinos
ya no la soporta y que vivirá con alivio su partida. Se siente una redentora
incomprendida.
Claro que su declamado amor a la Patria quedará un
poco desmentido con estas actitudes de última hora, sus desplantes y su
evidente voluntad de daño para con el próximo gobierno. Deja un país en pésimas
condiciones, sembrado de bombas, trampas y fragilidades.
Abriga quizá la secreta esperanza de un regreso
glorioso, aclamada por el pueblo que la reconocerá como la única capaz de
gobernar este país. Es lo que se atrevió a decir la Sra. Carlotto: el gobierno
de Macri es apenas una pausa hasta el regreso de Cristina.
Deplorable sentimiento el de los que piensan que las
cosas dejan de funcionar si nos apartamos de la escena. Y patética e ilusa
actitud la de quienes hacen todo el daño a su alcance con la idea de acelerar
un regreso que resulta imposible.
Desde el 11 de diciembre Cristina podrá descansar en
su casa.
Y nosotros, en las nuestras.