Luis Alberto Romero
LA NACION, VIERNES 11 DE DICIEMBRE DE 2015
Entre lo urgente -cómo acomodar la economía- y lo importante, el Gobierno necesita reconstruir la herramienta indispensable: el Estado. Su deterioro lleva cuatro décadas largas. Casi todos aportaron lo suyo, pero nadie con la intensidad y sistematicidad de los Kirchner. Sobre todo, porque además de expoliarlo y despedazarlo, proclamaron que le estaban restituyendo su potencia. Hay un amplio consenso acerca de restituir la institucionalidad y su fundamento, el Estado de derecho. Pero, a la vez, hay que recuperar algo más prosaico: la administración, la capacidad de ejecutar las decisiones de los gobernantes, y luego de controlar lo hecho.
La administración requiere saberes, competencia y una ética singular. Las agencias estatales, como el Indec y otras, padecieron por el deterioro de sus tradiciones, sus conocimientos, sus estadísticas, y probablemente hasta sus archivos. Es un capital difícil de reponer.
Más fácil será reconstruir la planta de funcionarios capaces y decentes. Muchos están en el Banco Central o la Cancillería, arrinconados y esperando poder volver a ser útiles. Otros, que se han ido, quizá retornen. Y se agregarán muchos nuevos, sobre todo si un sistema de concursos garantiza idoneidad y estabilidad. Sin estas capacidades de gestión y control, no hay políticas que funcionen.
No basta con reconstruir el Estado que tuvimos. La Argentina cambió mucho y hay problemas nuevos, que requieren nuevos diseños jurisdiccionales e institucionales. Aquí la tarea se complica un poco, como siempre que se trata de modificar lo establecido y alterar derechos adquiridos.
Hay otros derechos adquiridos, relacionados con la cara oscura del Estado: el prebendarismo, que es anterior a los Kirchner, y que se esconde en el complejo sistema de subsidios y promociones. La parte oscura, casi delincuencial, debe ser eliminada de inmediato. Pero hay una zona gris amplia, donde el desacople de lo público y lo privado será tan complicado como la separación de hermanos siameses.
Finalmente, en el caso de las políticas generales, desde la educación hasta el sistema impositivo, el Estado deberá promover un debate muy amplio, que permita esclarecer alternativas y divergencias y luego llegar a una resolución, lo más acordada posible.
Sólo así se garantiza la sustentación en el tiempo de las políticas. La discusión, que nos involucra a todos, debe ser coordinada, iniciada y concluida por el Estado.
Pues, como escribió Durkheim, el Estado es el lugar en donde la sociedad piensa sobre sí misma.
Historiador e investigador del Conicet