del Presidente de la Nación, General Juan Domingo Perón, en
ocasión de la Coronación Pontificia a la Virgen de Lujan
15-11-1953
“Señora Nuestra de Luján: Muchas veces he levantado
mis ojos hacia vuestra imagen que permanentemente ha sido compañía de mi fe por
todos los caminos de mi vida.
“Pero en esta solemne ocasión extraordinaria se elevan
hacia vuestro corazón las miradas y las voces que quieren expresar por mi
intermedio los sentimientos y los pensamientos del Pueblo Argentino, que es la
Patria, cuya representación humildemente invisto.
“El pueblo argentino, sus hombres y sus mujeres, sus
niños y sus ancianos, sus pobres y también sus ricos de buena voluntad, sus
obreros y también sus empresarios, sus fuerzas espirituales, sus fuerzas
armadas, el pueblo argentino, con todos sus hijos, los que viven en los campos,
en los pueblos y en las ciudades de la Patria, los que tienen nuestra Fe y aún
los que sin tenerla, os respetan, señora de Luján, como símbolo de la unidad
espiritual de la Nación, que vuestra pequeña imagen representa...todo el Pueblo
Argentino os agradece, antes que nada, vuestra compañía permanente y humilde,
cumplida desde vuestra villa de Luján a través de todas las jornadas y a través
de todas las vicisitudes de nuestra historia.
“Os lo agradece como solemos agradecer los hijos,
tarde o temprano, esa compañía espiritual que representa la inquietud de
nuestras madres siguiéndonos, desde cerca o desde lejos, desde la tierra o
desde el cielo, por todos los caminos de la vida.
“Desde la humildad de vuestra imagen, materializada en
vuestra pequeñez y en vuestro rostro tostado por el sol de nuestra tierra
criolla, y desde vuestra propia historia, que ensalzó la de los humildes y
humilló a los soberbios para enseñarles el camino de la humildad, desde vuestra
imagen donde fueron grabadas para siempre con divina inspiración, nos llegan
vuestras dos consignas maternales: la paz y la justicia.
“En esta fecha extraordinaria os prometemos
mantenernos dentro de nuestras posibilidades humanas y con vuestra ayuda,
fieles a vuestro mandato.
“Queremos la paz de todos los argentinos, de todos los
pueblos de América y de todos los pueblos del mundo. Pero no la queremos si no
es justa, según vuestra consigna.
“Precisamente para que se cumpla vuestro anhelo
infinito de paz, nos proponemos y os prometemos, madre de los argentinos, a
luchar por la justicia entre los hombres y entre los pueblos.
“Os pedimos en cambio, la compañía eterna de vuestra
humildad ejemplar, para que humildemente sepamos cumplir nuestro destino sin
que jamás nos domine la soberbia”.
“Y os pedimos la ayuda de Dios para que mirando
vuestra imagen nunca olvidemos que solamente los humildes salvarán a los
humildes, y que para ser fieles a nuestra vocación de paz y de justicia, nos
mantengamos todos unidos y en la humildad, la única y tal vez la última fuerza
que Dios ha querido dejar sobre la tierra para que volvamos a la Fe, a la
esperanza y al amor, donde reside la auténtica felicidad de los hombres y la
grandeza fundamental de los pueblos”.